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Theory
of The Gift Economy

Para-Donar

Introducción
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23


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Para Donar
Genevieve Vaughan

Capítulo 13

Mercado y género 

Una realidad alterada

Intento, para poder reconocerlos, delinear los patrones autosimilares del patriarcado  en diferentes aspectos de vida. Las mujeres, como otros que “no tienen,” podemos sentir que si  sólo ‘tuviéramos’ podríamos  realizar nuestro potencial transformandonos en ‘iguales’ a los que tienen—y finalmente ser completamente humano. De esa manera, aspiramos a las recompensas del patriarcado y sin proponérnoslo ayudamos a  motivar  el sistema. Si podemos reconocer los patrones podemos usar el sistema para sobrevivir mientras lo cambiamos, sin darle valor, sin entregarle nuestro corazones. (Vea la Figura 18.)
El mercado, es como un lenguaje,  que está evolucionando  desde un estado pasado hacia un estado futuro según el valor cuantitativo (en vez de cualitativo) y que tiene sólo una palabra, el dinero. Las restricciones sobre este lenguaje derivan del tipo de relaciones humanas que este tiene que mediar, las relaciones mutualmente exclusivas de la propiedad privada. El dinero ‘nombra’ los productos una y otra vez como valores, pero debido a la modalidad del intercambio que mantiene la orientación de todos hacia el ego,  las relaciones mutuamente  inclusivas no puedan desarrollarse mas. Los seres humanos que intercambian no pueden evolucionar plenamente  como co-munidad.

El mercado  parece normal, como algo que nos es ‘dado,’ porque así son las cosas. Pero de hecho, es una realidad alterada. ¿Por qué entonces,  los seres humanos tendrían que permitir que el proceso de nombrar  se interponga entre los que tienen bienes y los que tienen necesidades? El mercado consiste en  nombrar y definir con la palabra-dinero, una y otra vez. ‘Este abrigo = $20.00. Este otro abrigo = $100.00. Esta bolsa de papas = $4.00.’ La ecuación entre los productos y el dinero, que es un momento del proceso de nombrar, se convierte en un momento importante para toda la sociedad. Parece ser una puerta de entrada para todo valor. De hecho, es usada para traer  algunos artículos en la categoría de ‘valioso,’ mientras, otros parecen no tener valor porque no pueden ser vendidos o porque son gratuitos (los regalos de la naturaleza: agua, aire, luz del sol, etc.).

La masculación ha hecho que todos esperen ser ‘ascendidos’ o que teman ser bajados al ser ubicados en una categoría en vez de otra. El momento en que se nombra con el término de género: ‘Juan es un varón,’ o con el de dinero: ‘una libra de café = $2.00,’ pone a la persona o al producto en la categoría de lo que tienen valor en relación con esa palabra o con esa cantidad de dinero.  Los productos que no se venden,  las niñas (las que regalan) o que son gratis (los regalos de la naturaleza) no pertenecen a la categoría superior. Por lo tanto,  el término de género para las niñas atribuye inmediatamente a la persona el valor contradictorio de no ser parte de la categoría superior y valiosa. Ser ubicados en una categoría superior por ‘…es un varón’ parece despojar a los miembros de esa categoría de la capacidad de dar en el presente, mientras tanto se les otra modalidad con algo diferente como meta —palabras, posiciones, dinero (una distracción y un tipo de adicción). El nombrar el género y el intercambio de productos por dinero nos enfoca en el presente,  pero solamente  a través de la mala identificación de los regalos y el sobreenfasis en la ecuación y la sustitución.

Les damos valor a las definiciones en vez que a las personas o a la modalidad de dar cuidado  que se mantiene oculta, en las sombras. Los regalos dan valor al que recibe, el intercambio no—por ejemplo  a través del proceso de ‘merecer’  el que intercambia obtiene valor porque parece causar el pago en sí por medio de su propio valor, su producción previa, etc. Como en la masculación (donde los niñõs varones aprenden a ‘merecer’ el nombre ‘masculino’), el modelo de regalo cede y la definición ocupa su lugar. El regalo social, el nombre, asume el lugar de los regalos individuales y porque es general aparece como algo diferente, como si tuviera un poder arcano. La posición uno-muchos, cuando es usada como una muestra privilegiada, investida falicamente con poder en el mundo real apoya este poder fetichizado del nombre. Cuando logramos una calificación profesional, podemos llamarnos ‘periodistas’ o ‘doctores.’ Entramos en una categoría privilegiada. Comportándonos de manera apropiada y aprendiendo a poner en práctica los conocimientos de los cuales tenemos maestría, somos capaces de calzar en la definición. Como el niño varón, nos ganamos el derecho de llevar este nombre. Y nos ganamos la ‘vida’ en la economía del intercambio.

Un parásito que se auto replica en el árbol de la vida

En un meta nivel verdadero  podriamos reconocer el intercambio como algo parcial, igual que reconoceremos el género masculino (y su definición) como algo parcial. Pero regalar no se considera a sí mismo ni a los que regalan como sus ‘otros’ receptores creativos. El meta nivel es confundido por las diferentes clases de reflexiones auto-similares. Cualquier cosa que se atribuye valor principalmente a sí misma será necesariamente  parcial, porque disminuye su ‘otro’ y se descontextualiza – se saca a sí misma fuera de el contexto (en tanto las reflexiones de la estructura del concepto lo hacen  aparecer como todo lo que hay ). Los regalos requieren de aquellos que los reciben. Pero las personas, en el sistema cerrado de la jerarquía patriarcal extrema, se atribuyen importancia a sí mismas, a través de la instrumentalización de aquellos que son ‘diferentes o inferiores.’ Ellos usan a los otros para mejorarse a sí mismos, mientras les niegan toda importancia y no aceptan que esos otros son el origen de su bienestar. Este proceso les da satisfacción a los egos artificiales, haciéndolos aparecer como si se hubieran hecho a sí mismos sea porque son cuidados porque se lo ‘merecen,’ o sea por medio de la manipulación o de la fuerza, o porque el otro es ‘inferior,’ o porque es su  ‘naturaleza,’ o  su ‘instinto’ o su‘deber’ de dar a uno en esa posición. ‘Desde luego que ella lo cuida; él es su esposo.’

El hombre ocupa la posición uno o muestra, requiriendo que los otros se relacionen con él como los muchos, restableciendo este momento de comparación y de equivalencia entre las cosas  relativas y la muestra en el proceso de formación de los conceptos. Los muchos ceden y le dan al uno que asume su lugar, repitiendo la relación ‘uno-a-muchos’ que existe  entre las cosas y sus nombres. Estos patrones se confirman a sí mismos también por su similitud con un meta nivel más abstracto. El ‘uno’ humano ignora a los muchos y se para solo, fuera de contexto, reflejándose a sí mismo como una instancia del uno. Pensando en su ‘posición del uno,’ una persona entonces aplica el proceso del concepto otra vez a ésta. Al verse a sí mismo como uno solo, él es igual a sí mismo y a todos los otros unos-solos.

El proceso se repite y se refleja en diferentes niveles. Puesto que el re-conocimiento se basa en la comparación y la equivalencia,  la comparación y la equivalencia parecen ser los únicos procesos importantes aún en el meta nivel. De este modo, aun utilizando un meta nivel para pensar en la situación, valida  el proceso de la formacion de los conceptos descontextualizado en sus diversas encarnaciones . Sin embargo la ecuación y la forma del concepto, solo parecen constituir el meta nivel en su totalidad. En realidad son una rama del árbol (fractal), cuyo tronco es el regalar. Tal vez,  deberíamos decir que sus estructuras auto-similares son una enredadera, un parásito en el árbol.

Trabajando de nuevo la metáfora: no sólo es el tronco del árbol el que tiene la estructura del regalar. De hecho, dar y recibir sucita a un árbol viviente: la hoja recibe luz del sol, la usa en la fotosíntesis, envía sus productos a través del árbol para satisfacer las necesidades de energía de éste, las raíces reciben y transmiten humedad de la lluvia y los minerales de la tierra y del humus de hojas y árboles previos. La disponibilidad de los regalos de la tierra, el agua, el aire y la luz del sol permite el desarrollo de los seres vivientes que pueden recibir estos regalos. La ecuación  descontextualizada y el concepto, las clases, el intercambio, las jerarquías y el meta nivel auto-reflexivo  también derivan la posibilidad de su existencia de los regalos que les son dados, a través de las raíces que han plantado en la modalidad del regalo. Les sirven a los seres vivientes que se han retorcido y distorsionado a si mismos para poder recibir esos regalos abstractos. La sociedad en su totalidad recibe creativamente  este alimento alterado.

Las estructuras patriarcales se desarrollan en una ‘cultura’ del regalar, porque también ellas son capaces de recibir de manera especial, y de dar nuevamente  a seres que se han adaptado para recibirlas. La descontextualizacion es solamente un momento de abstracción que se usa para la formación de conceptos. Se ha convertido en una condición permanente del aislamiento del ego, que le sirve a la economía, a la psicología y a todas las instituciones fundadas sobre la masculación. El patriarcado mantiene el control a traves del apoyo interactivo  de varias  estructuras  descontextualizadas y autosimilares. La enredadera, el parásito, es el sobredesarrollo de la ecuación, de la estructura del concepto y de las clases. Está conformado por cuerdas de definiciones humanas organizadas en jerarquías, que envian hacia arriba  los regalos para nutrir a los que están más alto. El patriarcado no puede existir por sí solo, pero se enreda alrededor del árbol del regalar humano, y se nutre con él, drenándole los bienes a las necesidades, creando así la escasez que sirve como su medioambiente necessario.

Este parásito artificial se hace creíble y se valida a sí mismo, al reiterar su propia forma. El intercambio,  mientras que va reemplazando un producto con otro, tambien reemplaza continuamente el regalo cualitativamente variado y orientado hacia la necesidad por una ecuación cualitativamente simple pero cuantitativamente variada. Afirma parte del proceso del concepto, la ecuación, como una ‘realidad’mientras reemplaza a la mujer que regala con el hombre-muestra .’ El regalar cualitativamente orientado es reemplazado por un proceso de nombrar cuantitativamente que ha tenido sus aspectos de regalo cancelados. Este reemplazar  el lugar del otro es la exteriorización de la masculación. La ecuación en sí parece ser un regalo que también se hace ‘inalienable’ o quizás inescapable?. De hecho, crea un foco en sí mismo, y recibe importancia de otros, a través de sus reflejos.

Ser y tener

Lo que estamos viendo aquí es el encuentro psico-socio-económico entre ser y tener, en la relación entre la palabra y la muestra, la muestra y las cosas relativas a esta, el padre y sus hijos, y el dueño y sus propiedades—incluso el dueño del cuerpo masculino y las partes de su cuerpo. El niño masculado identifica lo que ‘es’ por lo que ‘tiene,’ y por la similitud de lo que ‘tiene’ con los que los otros ‘tienen’ en lugar de crear su identidad en un proceso continuo de dar y recibir. Luego permite que esa relación se desarrolle simbólicamente,  mientras construye su identidad alrededor de otras posesiones, muchas de las cuales son símbolos fálicos. Puesto que el pene erecto es la posesión del hombre adulto, que es su modelo, el falo simbólico—en forma de autos de juguete  y armas pequeñas—permite que el niño favorezca  a este tener  en su presente inmaduro.

El intercambio se hace necesario por la relación mutualmente exclusiva de la propiedad privada. La propiedad es una relación en la que las muchas cosas dan y ceden al propietario ‘uno’. Esto es parecido a la relación entre los hombres poseedores de las partes del cuerpo con el falo en primer plano, y las mujeres que no tienen  pero que dan y ceden su lugar al que ‘tiene.’

Las mujeres interiorizan el deseo de la propiedad y la desconfianza en el dar que viene con el paradigma del intercambio y es tal vez, por esta razón que no proponemos para nuestros hijos el modelo del dar. Nosotras empujamos a nuestros hijos varones fuera del dar hacia el (inter)cambio  de categorías y hacia la similaridad con el padre, para estar seguras de que los niños varones tengan el tipo de identidad correcta que les permitirá lograr lo que necesiten y guardarlo. Si ellos siguieran nuestro modelo, posiblemente serían considerados ‘mariquitas’ y excluidos de la heterosexualidad patriarcal, exiliados a una tierra de nadie, donde no serían ni hombres ni mujeres. Este  extraño comportamiento materno se da porque el género es, actualmente  una identidad económica. Lo que consideramos caracteristicas varoniles como la competitividad, la agresividad, la sublimación de las emociones, el enfoque en las metas y no en los procesos, etc. son cualidades recompensadas por el capitalismo. La razón de esto es que el capitalismo es la modalidad económica que es basada en las características del género masculino. El capitalismo es la repetición a muchos niveles del  cambio de categorías causadas por la definición del género y por la negación del cuidar.

Ser dueño de la ‘muestra’ de valor

El patriarcado niega y desacredita el regalar para poder conservarse. Los dos paradigmas siguen siendo consistentes con sí mismos:  en el  maternaje aparece como si la madre renunciara a la propiedad del pene y al niño varón (siendo ella privada de ambos) pero continuando el dar. El regalar entonces pareciera intrinsicamente  ser una acción de auto-sacrificio incluso de auto-mutilación. Los practicantes del paradigma del intercambio parecieran  renunciar a la madre pero parecieran recibir a cambio el pene, la identidad superior masculina, y el modelo de intercambio mismo. La lógica del intercambio se confirma a sí misma y la lógica del regalo confirma al ‘otro.’

El dinero toma el lugar del dueño como la muestra privilegiada de valor  a la cual la propiedad se relaciona. Entonces la misma cosa pasa nuevamente  cuando un vendedor anterior compra. El patrón uno-muchos primero toma cuerpo en la propiedad, y luego se repite una y otra vez en la relación uno-muchos del dinero. (Vea la Figura 19.)

A pesar de que el intercambio del dinero es un proceso común, es más extraño de lo que advertimos. Debemos observarlo con mucho cuidado, en cámara lenta, para ver las semejanzas que tiene con el lenguaje, con el proceso del concepto y con la masculación. De hecho, una cantidad de dinero es el valor de aquel producto en el plano interindividual  —‘para los otros y por lo tanto para mí’ --socialmente. El dinero hace en la economía  lo mismo que la palabra hace en el plano del lenguaje. Los productos no pueden llegar a las necesidades, excepto a través del intercambio. Puesto que los productos no pueden ser dados en la co-municación, se ‘habla acerca de ellos’ con el dinero. Igual que la palabra, el dinero hace de intermediario entre la gente con respecto a algo, y esa mediación cambia su relación de una actitud donde ‘todo es posible’ en general, a una en la que algo es relevante  en el presente con respecto a otra gente y satisfaciendo cierta necesidad. La relación del que intercambia , se convierte en una relación presente, con algo seleccionado entre todo aquello que pudo haber sido.

A su vez, el dinero toma el lugar de cada persona en su  turno, como la ‘muestra-valor’ con la que se relaciona el producto, cuando la persona cede su propiedad. El dueño del dinero es una ‘muestra uno-muchos’ humana a la cual la muestra del concepto de valor en sí—el dinero—se relaciona como propiedad. Como vendedor, cada persona permite que el dinero del otro tome el lugar de un artículo de su propiedad, y al hacerlo se convierte en la dueña del dinero. Podríamos decir que esa persona es ‘meta’ al dinero, mientras que el dinero es ‘meta’ a los productos. Como comprador, permite que su dinero tome el lugar del producto del otro, transfiriendo la relación de propiedad del dinero al vendedor y del producto a ella misma. (Vea la Figura 20.)

La relación (mutuamente exclusiva) de la propiedad misma permanece igual, mientras que la clase de propiedad que es poseída es abstracta como dinero y concreta como producto. La relación de propiedad cambia de niveles, de lo concreto a lo abstracto y viceversa, según si lo que se tiene es dinero o productos. Esto permite que la propiedad que fue vendida, pueda ser sustituida por otra (u otras) constituyendo el mismo valor y quedando en cierto sentido la ‘misma’ cosa. Al mismo tiempo, la relación del vendedor se convierte en una relacion de dueño de la muestra abstracta  en sí—el dinero. La relación de propiedad uno-muchos se puede aplicar al dinero, la muestra del concepto uno-muchos en sí, como un artículo de la propiedad.

Hay un tipo de sustitución que se ejecuta una y otra vez,  en cuanto el dinero se le continua dando a los otros por sus productos, como la muestra sustitutiva y conceptual (otra similitud que el dinero tiene con la palabra). El dinero siempre está en el rol de muestra de valor por el producto, mientras que el dueño está siempre en el rol transpuesto conceptual  y uno muchos de propietario. El dueño puede estar en un sinnúmero de roles ‘uno-muchos’ sobrepuestos. Ella o él pueden ser, por ejemplo, un padre,  un rey, un Papa, un consejero de la ciudad, un gerente general de una corporación y aun ser dueño de dinero. Sin embargo, ella o él puede que no tengan acceso a la posición ‘uno’ en las jerarquías humanas y ser sin embargo el ‘uno’ con relación a sus propiedades, satisfaciendo de esa manera la necesidad de convertirse en una ‘muestra.’

El nexo social: La sexualidad masculina avasalla los cuidados maternales

El género masculino está encarnado en el padre, de una manera que es diferente a la encarnación del valor en el dinero, pero debido a la posición del ‘uno’ hay muchas similitudes. El dinero ocupa el lugar del propietario, como el “uno”al que se relaciona la mercancía como valor, de acuerdo al patrón del proceso del concepto, lo mismo puede decirse cuando el término del género y el padre, toman el lugar de la madre como muestra para el niño. Más aun, el propietario es suplantado por el dinero como el ‘uno,’ que funciona como la palabra encarnada y muestra del concepto para el valor de la mercancía, y  la madre es suplantada por el padre como muestra del concepto para el niño varón. La similitud entre los patrones permite una repetición de la alienación del niño varon en la categoría ‘masculina,’ a través de la alienación del producto en la categoría de valor económico, y en el reemplazo del producto por dinero.

La ‘castración’ de la madre se repite cuando el comprador cede  la palabra-dinero-falo y recibe la recompensa de los bienes de cuidado que ella o él necesitan. Aquellos que acaparan y acumulan dinero no sufren esta castración simbólica, y en el capitalismo buscan la manera de incrementar  casi infinitamente la palabra-dinero-falo. El mercado sirve como un ‘espacio seguro,’ en el que se puede actuar el trauma infantil del cambio de categorías del niño, debido al nombramiento de su género. Tiene un efecto curativo al enseñar que el ceder un producto para la venta, al transferirlo a la categoría del valor y a la categoría de propiedad del otro, no es un proceso dañino en y por sí mismo. (Vea la Figura 21.)

Más aun, la castración simbólica implicada en renunciar el dinero se muestra como algo benigno que no es dañino para el comprador. Desafortunadamente, la totalidad del proceso del intercambio por dinero, toma el lugar del regalar como forma de vida en la

co-munidad. Entonces, las mujeres (y hombres) que regalan dan al proceso de intercambio mismo, valorándolo por encima del proceso que ellas mismas practican, dándoles regalos al intercambio y a los que lo practican, de la misma manera que dan valor a la masculación, a sus hijos y a los hombres. Hasta cierto punto, el intercambio es un proceso que alivia las cargas psicológicas que tienen que ver con la masculación y con la castración, pero es la causa de que el problema se agrave en otros niveles.

En el plano económico, la dependencia del niño con su madre, es repetida también en la dependencia de la esposa con su marido. La esposa y sus hijos aparecen en una relación del concepto ‘muchos a uno’ con el padre, parecida a la relación de las  propiedades con su propietario o a la relación de las cosas con la palabra. Él les da su nombre. En la familia tradicional, el padre pareciera darle la palabra-dinero-falo a la madre, quien a su vez lo da a los otros, comprando los medios para dar, para así poder darles regalos a el  y a sus hijos. Los regalos del padre son visibles y pueden ser cuantificados, mientras que los de ella son invisibles y no se cuantifican.

Sin embargo, la esposa está recibiendo el apoyo (medios de dar) del marido a cambio de haber dado al niño varón a la categoría del padre y de haber  renunciado a su lugar como muestra del concepto, convirtiéndose (casi) en propiedad del marido. Al desplazar su validación hacia el marido, al intercambio  y a la masculación, ella abdica su posición de  muestra del paradigma del regalo y pone al paradigma del intercambio en su lugar. Por esto, ella recibe el ‘regalo’ del salario del marido. La hija también es dada al padre, porque el modelo que la  hija sigue es la madre, que cede y que da al patriarcado y al padre. En el contexto de la escasez, areas aisladas de la economía de regalo dependen de los regalos provenientes de alguna parte del sistema de intercambio. Tradicionalmente las mujeres han renunciado a todo para ponerse en la posición de poder recibir esos regalos. Ahora, las mujeres se han unido al intercambio como participantes, usando el dinero que ganan para apoyar y cuidar a sus hijos.

Aun cuando las que regalan trabajan en la economía del intercambio, a menudo tienen que ceder sus hijos a las definiciones y a los modelos provistos por las escuelas, por la televisión, y en las calles, mientras que venden su trabajo para mantenerlos. El modelo económico de la madre es de nuevo disminuido, mientras que las mujeres lo re-presentan en otro nivel, cediendo su tiempo laboral  a cambio de  dinero con el que mantienen a sus hijos, y renunciando a sus hijos para que sean educados por otros, dentro de la economía del intercambio.

Los grandes cambios económicos que ocurren durante las guerras (como en la Segunda Guerra Mundial) introducen a las mujeres a la fuerza laboral capitalista  debilitando el vínculo  que sigue siendo promovido por la masculacion entre la actividad económica y el género masculino. Los cambios en el cuadro global afectan al cuadro local que cambia en forma más lenta. Aun cuando muchas madres participan el el trabajo monetizado, existe la expectativa de que los roles de los géneros deben continuar siendo distintos uno del otro. Las estructuras sociales uno-muchos toman el lugar del padre fálico.

Los personajes de la televisión y del cine ubican al padre en la imaginación; la ‘palabra’ se hace abstracta de nuevo. La motivación hacia el equivalente general, el dinero, produce muchas cosas en su imagen: los programas que nos muestran los hombres dominantes en las relaciones uno-muchos que van desde los jefes de policía, a los padres, desde los superhombres a los cantantes. Las mujeres famosas también  actuan en roles unos-muchos  como objetos sexuales, mujeres de negocios o super espías. Aun el presentador de noticias sigue este patron como el unico visible con el cual se relacionan miles de oyentes y televidentes invisibles.  El modelo de dominio-sumisión combinado con jerarquía y competencia es visible en toda la industria del entretenimiento, en los negocios, en la política, en la academia, continuando la entrega de  la manzana  envenenada al Príncito  azul, proveyendo así modelos patriarcales perniciosos, que ya no están directamente  a disposicion de  las familias, que tienen a la madre como centro.

Algunas veces las relaciones que se dan entre las pandillas callejeras suplen personalmente a los modelos paternos (violentos) ‘uno-muchos’ que no existen en los hogares de las madres solteras. La sexualidad masculina que se ha formado según el nombrar y el cambio de las categorías sustituye  al cuidado, de acuerdo a lo que Alfred Sohn-Rethel llama el ‘nexo social’ —el patrón profundo sobre el que la sociedad se construye a sí misma. Creo que a pesar de las dificultades, las familias  centradas en la madre están comenzando a cambiar esta situación. Muchas veces el descrédito de la madre soltera y la ausencia del padre a menudo exponen al niño vulnerable a otras muestras masculadas más negativas, mientras que él sigue en el laberinto de los patrones uno-muchos que constituyen el patriarcado.

Exteriorizando la masculación en el mercado

El mundo de las mercancías imita el mundo del patriarcado. La mercancía-hijo es presentada al padre-dinero y se relaciona con él como su equivalente, y es juzgado similar a el, se le permite entrar  al  concepto del ‘otro,’ el concepto privilegiado de las cosas que tienen valor monetario, y que son cedidas al ‘otro’ por la madre-dueña-productora (trabaja-dora  del parto). El lugar de la madre-dueña-productora es ocupado primero por el dinero, por el modelo del concepto de mercancía-hijo, y luego es ocupado por el comprador, quien se relaciona con esta propiedad como su dueño. La madre-dueña-productora cede  a su hijo-mercancía para que se relacione con alguien diferente como su dueño. Entonces ella/él cambia de rol, y el padre-falo-dinero le sirve a ella/él como aquello con lo que se relaciona el producto de otro. Otra madre-dueña-productora cede al hijo-producto.

Cuando se encuentra que el producto es igual a él, el padre-falo-dinero puede satisfacer la necesidad comunicativa  por un medio que altera la relación y para cambiar  de la muestra de la madre a la muestra del padre, mientras  que se desplaza el producto del vendedor al comprador. El vendedor actual (rol de madre) relaciona a su hijo-mercancía al dinero (rol de padre), comparándolos y encontrándolos iguales y formando parte del concepto privilegiado de las cosas que tienen valor. El proceso de nombrar un producto como un valor de cambio, como el proceso que nombra al niño como un ser ‘masculino,’ reemplaza  el proceso de dar y recibir. No es la necesidad del otro lo que define al intercambio, sino la demanda efectiva. El dinero que el otro posee se hace relevante a nuestra propia necesidad de dinero como medio para modificar la relación de propiedad de alguien   a su mercancía , para poder satisfacer nuestra propia necesidad. La  meta-necesidad  de una definición se sobrepone a la necesidad material.

El uso de la palabra ‘labor’ (que significa trabajo y tambien parto) en inglés es muy interesante, como si la madre cediera a su hijo tan pronto como termina su ‘labor’ y el es despachado para ser incluido en el género, relacionado con el término ‘masculino’ tan pronto como la partera o el doctor dicen: “Es un niño varón.” La madre lo cede muy rápido, renuncia a su propia capacidad de ser su muestra —a favor ¿de qué? ¿De una palabra? “En el principio”—tan pronto como nació—“fué la palabra.” Él nunca tuvo la menor chance.

Al comprar para vender, el padre-falo-dinero entra en la sociedad una y otra vez, permitiendo que el hijo-mercancía se relacione con él, confirmándose así como el equivalente general. Su propietario humano o colaborador lleva entonces al hijo-mercancía a aquellos cuyas necesidades puede satisfacer, y para quienes su valor es mayor, para que la cantidad de padre-falo-dinero en la mano de su colaborador humano  aumente. El operador económico se engancha en un tipo de actividad sexual, comprando no para satisfacer sus necesidades con ese bien, sino para cederlo de nuevo y así aumentar la cantidad  de su dinero fálico.

Desde el punto de vista lingüístico,  la interacción  de los comunicadores economicos pone en juego el ‘dinero-nombre,’ para que la cosa pueda relacionarse con un ser humano por medio de la  palabra general equivalente socialmente validada. Lo que nosotros podemos ver de todo esto en las tiendas es la jerarquía de los productos, con sus precios de menor a mayor, los ‘hijos’ con sus ‘marcas,’ sus etiquetas colgando con sus precios, con cifras en estas para mostrar ‘cuánto’ merecen el dinero-nombre.

Una psicosis colectiva

Estamos creando colectivamente nuestra realidad de una manera  que es dañina e innecesaria. No quiero decir con esto que los árboles y las vacas, las montañas y los autos, los niños y las abuelas, no están ‘allí.’ Lo que quiero decir es que hemos estado viviendo un proceso distorsionado, tomando las imágenes que se desovan de este proceso como los principios mediante los cuales organizamos nuestras vidas. La mala interpretación de quiénes somos y de qué tendríamos que estar haciendo, tiene como resultado el recompensar a los que ‘tienen’ y el castigo a los que ‘no tienen.’ La masculación produce una psicosis colectiva, en la que los hombres compiten entre sí individualmente, para ser el hombre ‘muestra’ y ejercitos enteros luchan entre sí, para que su Padre patria sea la ‘muestra’ entre las naciones.

El aspecto de “sustitución”de las palabras (el reemplazar al otro) se infla para transformarse en dominación, mientras que el aspecto “de ser sustituído”de las cosas, (su ceder) se convierte en sumisión. Estas actividades complementarias se pueden encontrar en muchos niveles diferentes. El reemplazar a otro, es muchas veces ejecutado de forma violenta en la familia como parte de un rol del género masculado, o a través del dominio del adulto sobre el niño. El ceder parece ser el rol de la mujer o del niño que obedece a las palabras u órdenes de los adultos. En el mercado, el dinero reemplaza al producto y este cede, al mismo tiempo que el proceso de intercambio reemplaza al regalar y este cede.

El patriarcado es una colección de franjas de definiciones verticales que tiene aspectos autosimilares a las relaciones en el mercado, donde la verticalidad de las franjas es desplazada sobre las progresion numérica del precio. Las definiciones del mercado  son muchas, de corta vida  y de alta velocidad  comparadas con las posiciones definitorias a largo plazo, de reemplazar y  ceder, que son los roles típicos de órdenes y obediencia, por ejemplo en las jerarquías  del gobierno, la armada o la iglesia.

Aunque muchos de estos actos a corto plazo de reemplazar y ceder,  ordenar y obedecer  pueden ocurrir en estas jerarquias, estos fluyen juntos para formar roles estables a largo plazo. En el mercado, la posición del ‘mandamás’ es solamente una: el dinero, el equivalente general, mientras que en las jerarquías humanas hay una cadena, en la que los que están arriba avasallan  (reemplazan ) a los que están abajo, y los que están abajo dan y ceden a los que están arriba—a aquellos que son siempre más privilegiados.

El momento  intermedio entre el producto y la necesidad, que es basado en el intercambio y la ecuación, se convierte en el foco de toda la sociedad, requiriendo equivalencia con el dinero para acceder a los bienes. La definición masculante reemplaza a  los cuidados y se impone como modelo en todo lugar.

En vez de resolver nuestros problemas exteriorizando la palabra encarnada, hemos distorsionado la realidad, distribuyendo los bienes en forma psicótica para beneficiar a unos pocos hasta casi el punto de omnipotencia, de acuerdo con un sueño infantil. Estamos usando nuestra habilidad lingüística para nombrar y definir, para transferir privilegios a ciertas personas en vez de otros, haciendolos  “los que tienen’ en vez  de los que ‘no tienen.’ Las prioridades de la masculación han alterado colectivamente la realidad de una manera perniciosa, pero si nosotros comprendemos, como siempre lo han dicho las religiones orientales, que esta realidad es una ilusión, una pesadilla, nosotros podemos regresar a una economía del regalo, de que la posibilidad siempre presente es el sueño verdadero en el que finalmente podemos despertar, re-creando una realidad que es un regalo para todos.

El gran alcance de la definición de género

A pesar de la posición extraña ydevaluada que el regalar está forzado a asumir, este continua siendo creativo y sosteniendo la vida. Es necesario para el realzamiento de las actividades basadas en la definición—actividades que por sí mismas serían abstractas y áridas. Por eso, la negación del regalar a veces incluye la incorporación de algunos elementos del regalo en el modelo masculado post hoc. Las religiones patriarcales hacen esto, satisfaciendo necesidades espirituales (mientras disminuyen la importancia del modelo materno) y legislando sobre el altruismo. Algunas veces los hombres masculados crean necesidades para luego satisfacerlas. Por ejemplo, un grupo aísla y le quita el poder a las

mujeres y hombres que regalan, afeminándolos o esclavizándolos; luego les brindan ‘protección’ imponiendo su hegemonía fálica sobre ellos y sobre otros grupos masculinos similares que podrían tratar de derrocarlos. Tal es el caso del poder militar.

La buena voluntad de los hombres masculados, de la cual todavía hay mucha, entra en juego mucho después de que sus personalidades se formaron al renunciar al paradigma del regalo y al asumir así la identidad de género. La buena voluntad de los hombres establece el estandar para la ‘acción moral,’ mientras deja de lado el paradigma que podría normalizar la satisfacción de las necesidades—no sólo en las vidas de los individuos pero también en las instituciones económicas y políticas del grupo. Si la sociedad como un todo estuviese regalando y dando valor a las necesidades de acuerdo al paradigma del regalo, la moralidad sería algo completamente diferente. Mucho menos sería necesario el heroísmo individual y la fuerza de voluntad  porque el bienestar de los otros sería ya una premisa de vida para cada uno y para el grupo.

La definición de la cual el regalar ha sido borrado es más amplia que la definición de género y no coincide exactamente  con ésta. Porque está  en la base de la masculación, sin embargo, resuena fuertemente con la identidad de género masculino. El definiendum y la posición equivalente en la formación de los conceptos, son aparentemente  sobrevaluados en si mismos, a pesar de que son actualmente reinfectados por la definición de género (que ellos ayudaron a crear). Por eso, el dinero la muestra del valor , y las formas de dominar al nombrar y definir como el discurso académico o la ley son sobrevaluados, pero no se hace evidente de inmediato qué parte tiene el género en ese énfasis o qué parte tiene el regalar.

Otras categorías que parecieran ser de género neutro, tales como la de la raza, siguen el patrón del género, instituyendo una competencia para ver quién es la muestra para el concepto de humano, dominando a las otras razas, considerando a aquellos que son diferentes de la muestra escogida como seres inferiores. Como en el género, las diferencias son culturalmente vistas como fisiológicas, mientras que es la forma de la definición ‘cargada’ con la masculación lo que implica que un grupo es ‘superior’ a otros, que deben entonces ceder y regalar al grupo ‘superior.’ Situaciones similares pueden ocurrir con sistemas políticos o ideológicos y nacionalismos. Aquellos que nacen dentro de las fronteras nacionales de un país  a veces se consideran superiores a los que nacen fuera de aquellas fronteras, aun cuando no hay diferencias que afecten los cuerpos o las mentes de los nacionalistas. Luego la nación en su totalidad toma la posición general equivalente (de la muestra), reforzando potencialmente los egos de la población entera con respecto a otras naciones. Los sistemas politicos, las religiones, los grupos de interes siguen los mismos patrones hacia la hegemonía.

Ganancia

La definición puede ser manipulada  para la superioridad de aquellos que la usan en otras áreas de la vida, así como es usada para confirmar y perpetuar la superioridad de los hombres. Pareciera que por estar relacionados con mas de lo que está en la posición del definiendum económico (la palabra-dinero), somos mejores que otros. Es como si esto repite la situación del nacimiento, poniendo una y otra vez a una persona en una posición superior por su relación con el equivalente general y alejando a él o a ella del regalo. Es más, al proveer el equivalente general, algunos de nosotros podemos comprar y controlar el tiempo de los otros para cumplir nuestros fines. Requiriendo de los otros, a quienes les damos el equivalente general por su tiempo, que también nos regalen plustrabajo no pagado, cuyos productos nosotros vendemos,  nos permite acumular una ganancia y amasar un capital. Si consideramos que el equivalente general es fálico, y aun más el capital, comprendemos el aspecto sexual de la inversión, al meter  dinero ‘en’ algo, sacarlo luego más grande, y re-invertirlo hasta que podamos finalmente sacar una ganancia.

Deberíamos darnos cuenta de que cada vez que ‘obtenemos’ una ganancia, alguien o tal vez muchas personas están regalando algo. Sin embargo, pensamos que la ganancia es una recompensa o que nosotros la logramos. De nuevo esto repite el ‘merecimiento’ del hombre, porque él actúa de manera masculada y de esa manera vuelve a entrar de nuevo en la categoría privilegiada, ‘merenciendo’ el nombre ‘hombre.’ De hecho, el hombre es recompensado por aquellos regalos a los que el renunció a dar cuando entró, al principio, en esa categoría. Si algunas características primarias o esenciales del género masculino fueran actualizadas en nuestras vidas económicas,  serían más fáciles de ubicar e identificar. Pero tanto las características de género del hombre como las características funcionales de nuestra economia de intercambio  derivan de un ‘antepasado en común,’ que es la definición por medio de la cual los hombres son privilegiados mientras son alienados de sus madres que los cuidan.

Es como si la mente colectiva del niño varón se preguntara, “¿Pero por qué soy niño varon y no soy como mi  madre maravillosa ?” La respuesta, “Es así porque es así” se convierte en lo que no puede vencer pero con lo cual tiene que afiliarse—lo que él, como su padre antes de el, usa como modelo y luego ‘descubre’ como sus características ‘masculinas’ o ‘humanas.’ Es como si el ser mismo, el ser igual, el ser igual a la muestra, el ser la muestra y el ser la palabra se colapsaran uno encima de otro,  como las características norm-ales masculinas que dominan a través de categorizar  y nombrar. Esta situación angustiante se proyecta luego a la sociedad en general, para terminar siendo la lebensform de la forma económica del intercambio. La ‘muestra del padre’ tiene las mismas características de ser, como las tenía su padre antes que él. Hay, entonces, una regresión infinita a través de las generaciones de las ‘muestras de los padres.’ No debe extrañarnos, que la identidad masculina, al negar  el regalar,  haya sido leída hasta hace poco como la identidad humana, y haya  tenido un lugar tan prominente en la discusión filosófica. Ha sido y sigue siendo la causa no de algún ‘destino superior’pero de muchos de nuestros problemas—

Tener más

La motivación para tener más, tal vez, puede ser encontrada en el hecho de que el miembro del niño es muy diferente y mucho más pequeño que el del padre. Si el falo es la ‘marca’ de la categoría masculina, tal vez el niño no se sienta realmente ‘igual’ y parte de la categoría, hasta que tenga un miembro más grande. La necesidad de convertirse en el modelo del concepto,  de ocupar  la pocision del equivalente general o la de la palabra, implicaría la necesidad de tener un miembro más grande. El niño es, por supuesto, incapaz de hacer que esto suceda, mientras que él, sus hermanos, su madre y sus hermanas pueden ser dominados (y a veces abusados) por el gran padre fálico, que finalmente está viviendo el mandato de la definición masculada,  la cual tomó como modelo en su niñez

El niño,  ya en una posición de competencia con su padre por la posición equivalente, puede también sentir la necesidad de tener un falo grande y sus equivalentes económicos y simbólico  para poderse defenderse y defender a las mujeres con quienes todavía participa (en alguna medida) en una situación de regalar, del padre y de aquellos otros hombres que pueden tratar de avasallarlos. A su vez, el niño aprende a dominar, jugando el papel de definiendum. Mientras que los cuidados de la madre tienden un puente entre las diferencias de sus  tamaños, convirtiendo  al niño en un receptor humano (dador y receptor de signos) en una edad muy temprana, la definición de  género pone al niño en una situación de desventaja. Por el momento, él no puede lograr su mandado de género. Él debe estar en la posición relativa y formar parte de los muchos, aparentemente porque todavía es demasiado pequeño. La verdadera razón, después de todo, se debe a la lógica de la situación: sólo puede haber un ‘uno.’

Tal vez la base de la motivacion a la violencia,  el poder y  la avaricia es este deseo de ser más grande (tener más del equivalente fálico), para poder ocupar la posición del ‘uno’ requerida por la definición de género. Las niñas pueden ser embaucadas  a participar en la competencia por la superioridad, aunque no tenemos un falo fisiológico y a menudo retenemos por lo menos algo del regalar, y de  los valores maternales  en los que hemos sido socializadas.

Debido a que el padre a menudo está ausente, el niño, que ha sido alejado del modelo de la madre, puede ser  dejado sin modelo (ademas de  la definición misma) para su identidad o contenido para su categoría. Agreguése a esto la violencia que muchos hombres grandes pueden perpetrar sobre aquellos que son más pequeños, y queda claro que el tamaño (o la cantidad) puede convertirse en una obsesión no sólo para el individuo sino para culturas enteras. Un visitante de otro planeta que viniera a la Tierra se quedaría horrorizado ante la vista de los rascacielos cada vez más altos, con los que los negocios muestran su orgullo corporativo. Ésos que tienen sus oficinas en las torres de acero, desde luego son superiores a los que tienen oficinas en edificios más pequeños y menos erectos. Aquéllos tienen más dinero y más poder, lo que los hace estar más cerca del concepto modelo del padre, el adulto masculino al que el niño pequeño sólo puede aspirar. Nuevamente,  aparte de cualquier sentido erótico, es la erección lo que es diferente ya que es mucho más grande que el miembro del niño, y eso es lo que los rascacielos (rifles, cohetes, misiles, etc.) imitan.

Todos estos edificios se construyen sobre el abandono del modelo de la maternidad. El abandono mismo está orientado—no hacia el niño, sino hacia los que carecen del falo-palabra-dinero. Aquellos que tienen necesidades son abandonados a morir por aquellos que tienen bienes. Aquellas que no tienen falo tienen que pagar por haber puesto al niño varón en una categoría diferente. De hecho, tienen que continuar de manera invisible transfiriendo el dinero-falo al capitalista como plusvalía.  Paradojicamenteel regalo orientado hacia el otro parece ser una hipocresía, y ciertamente no valdría  tanto como el intercambio como método para proveer distribución.

Lo que también está oculto a simple vista, es el drenaje de la riqueza hacia los símbolos fálicos y al capital que se expande infinitamente, alejandola de las necesidades de los muchos. La riqueza y la energía fluyen de los muchos hacia los ‘unos.’ También fluyen desde el regalar  hasta el mercado y el capital, desde el ‘Tercer Mundo’ hacia el ‘Mundo Desarrollado.’ La ilusión es que ocurre todo lo contrario. Igual como en la formación del concepto, la muestra recibe su valor de la existencia de otros artículos de la misma clase, pero ahora hay una transferencia real de la riqueza, desde ellos hacia la muestra.

El castigo por la escasez

Toda esta situación puede ser leída como la represalia de la sociedad contra la madre y sus cuidados, por haberle entregado el niño al padre. La represalia, desde luego, es parte de y consistente con el intercambio. El desplazamiento de los bienes lejos de las necesidades, hacia las manos de aquellos que tienen mas y mas del falo-palabra-dinero, genera la escasez que acongoja y desacredita el regalar, convirtiéndolo en imposible o en un sacrificio. Continuar la práctica del regalo a pesar de la escasez requiere de un enorme esfuerzo y un sentido de propósito casi obsesivo. Las mujeres a menudo han sido tachadas como masoquistas por eso.

Pero la carga de la prueba  debería  colocarse en aquellos que crean la escasez y al sistema que los crea a ellos.  Sus motivaciones se encontraran en su  intento de curar  su cambio de categoría  de género que ocurrió en su niñez. Tal vez debido a nuestra ternura materna, tendamos a entender y a consentirlos, pero esto debe terminar. No es una respuesta apropiada a las consecuencias de sus acciones e instituciones—la muerte de millones en las guerras, la inanición, las enfermedades y la destrucción ecológica del planeta.

La escasez tiene ciertas varias ventajas para el patriarcado. Hace el regalar difícil de manera que no puede ofrecer una alternativa visible y viable al intercambio.  Castiga a las madres y al regalar por haber entregado sus hijos a la categoría del padre, y al mismo tiempo proveyendo a los niños varones con el incentivo de acumular más que nadie mas del equivalente general.  Más aun, aquellos que tienen éxito en convertirse en la muestra privilegiada pueden también materializar sus excesos priapicos económicos en símbolos fálicos de todos tipos. Si los ciudadanos no tienen éxito en acumular más individualmente, pueden tal vez participar en un cuerpo político que tiene más—armas más grandes, aviones, bombas.

Teniendo este exceso, mientras otros no tienen lo suficiente para sobrevivir, le permite a lo que tienen considerarse superiores y distribuir pequeños regalos caritativos en forma manipuladora, controlando así el comportamiento de los que no tienen. La definición masculadora es usada directamente para manipular a los que necesitan juicios positivos, los que también son hechos escasos—juicios de inteligencia, belleza, eficiencia o pericia. A menudo éstos están acompañados por juicios monetarios, que los complementan.

Las economías y los eco-sistemas de la tierra, están siendo alterados al intentar acumular grandes cantidades para unos pocos al mismo tiempo agotando los recursos de los muchos. El tamaño relativo de las posesiones de los pocos aumenta por estos medios. El deseo de seguridad también se intensifica a través del uso de la amenaza de la escasez, y pareciera que sin un margen considerable hasta los hombres corren el riesgo de ser transferidos de categoría, de los que tienen a los que no tienen.

Tal vez se nos pueda excusar por ver al mercado y al patriarcado de esta manera irreverente. Parece una obra de teatro tragicómica, en la cual la alienación del niño varón  de su madre  a la categoría del padre se repite indefinidamente. El síntoma de nuestro desorden psicológico ocupa nuestras mentes y nuestro tiempo, impidiendo que sigamos el modelo de la madre cuidadora, mientras que millones de niños reales de ambos géneros se mueren de hambre. Los ojos del visitante extraterrestre se llenarían de lágrimas de lástima por esta especie excelente que se ha metido en tantos problemas por algo que comenzó despues de todo siendo un error pequeño e inocente.

En cuanto yo, querido lector, aúllo en la noche.
Si usted lo comprendiera, tal vez también lo haría.

Hemos estado hablando del intercambio como definición. Porque hay una sola palabra material, el dinero, ahora estoy hablando del nombrar. Muchas de las funciones de la definición son desplomadas entre sí en el intercambio monetario.

La clase de todas las clases sacadas de contexto es una clase sacada de contexto. Sin embargo, un meta punto de vista verdadero sería lógicamente más ancho e incluiría el regalar, entonces incluyendo lo diferente (el otro), surgiendo la contextualización y destruyendo la clase sacada de contexto. El pensamiento de un punto de vista patriarcal sobre-enfatiza las clases y no enfatiza el contexto del regalar, al igual que una sociedad patriarcal sobre-enfatiza las clases, y no enfatiza el paradigma del regalo. Un crítico podría decir que comparar el intercambio y el regalar es como comparar manzanas y naranjas. Mi punto es que estas manzanas solo existen dentro de un contexto de naranjas, que también les da a ellas.

Jacques Lacan describió lo que él llamó la ‘etapa del espejo,’ un nivel de integración de la imagen de las partes del cuerpo del niño mayor que lo apropriado para su edad. Yo especularía que ésta es la relación de propiedad que las integra como ‘suyas’ y que el rompimiento con la relación de la muestra masculina es reflejada en el intercambio. Vea Ellie Ragland-Sullivan, Jacques Lacan and the Philosophy of Psychoanalysis, University of Illinois Press, Chicago, 1986. Kenneth Wright, Vision and Separation Between Mother and Baby, Jason Aronson Inc., Northvale, New Jersey, 1991.

Además de todo esto, las madres que tienen miedo de la competencia del padre con un hijo bajo protección y cuidado por sus cariños, puede ser motivado para hacerlo similar al padre, para que el padre entonces no lo destruya. Como la verdadera madre de Moises, ellos niegan que el es de ellos, dándoselo a alguien más poderoso, y quedándose cerca para cuidarlo y servirlo.

El dinero solamente se sustituye a sí mismo cuando habiendo sido ‘invertido,’ se devuelve aumentado—otra masculación transpuesta—quizás un niño que nace de la cabeza de Zeus. El capi-talista es quien hace que esto ocurra.

La propiedad es quizás más como el complejo ‘nombre familiar’ de Vigotsky que el concepto; porque las propiedades son diversas, no tienen una cualidad común, excepto la de ser propiedades de ese ‘uno.’

La hija puede ser considerada como el ‘bien’ o ‘valor de uso,’ que es una vez más parte de la forma del cuidado después que el comprador ha renunciado el equivalente fálico. Ella también podría ser considerada como el ‘bien’ que no se ha intercambiado—al menos hasta que ella se case.

La normalidad del intercambio es reforzada por la ascendencia de lo verbal sobre lo no verbal en la sociedad, y en la niñez, porque el niño está aprendiendo el lenguaje precisamente durante el período de Edipo durante el cual la masculación está ocurriendo. La posibilidad de la genitalización precoz de los niños es estimulada por la importancia dada al lenguaje y al nombramiento y a la transferencia del niño de la categoría de la madre a la del padre (o al menos la muestra masculina). Entonces el intercambio económico del dinero actualmente vuelve a trazar y refuerza la situación Edípica, igual que este momento de genitalización. El inter-cambio es realmente un cambio de sexo.

Alfred Sohn-Rethel, Intellectual and Manual Labor: A Critique of Epistemology, MacMillan, London, 1978. Sohn-Rethel piensa que la ‘abstracción del intercambio’que se deriva del intercambio de las mercancías es el nexo social. Yo creo que el intercambio de las mercancías proviene de la masculación que es entonces la base de la abstracción del intercambio.

Incluso la Biblia dice, “Al que tiene mucho se le dará.”

En otra etapa del mismo proceso, el intercambio de dinero ocupa el lugar y el trueque cede. Hay al menos estas tres capas de dominar y ceder involucradas en el intercambio de dinero. Nos damos cuenta de que todavía están allí porque, en cualquier momento, podemos revertir a la etapa ‘previa’ de acuerdo con la voluntad de los intercambiadores. Podemos hacer trueque en vez de intercambiar el dinero, o podemos decidir no requirir un intercambio y simplemente dar el producto a la persona con la necesidad.

Los ‘regalos’ del ‘Primer Mundo’ al ‘Tercer Mundo’ contienen intercambios ocultos y actualmente vuelven al ‘Primer Mundo’ muchas veces. Véase, por ejemplo, el trabajo del colectivo DAWNE, Gita Sen, y Karen Grown, Developmental Crisis and Alternative Visions, Monthly Review Press, Nueva York, 1987; Susan George, How the Other Half Dies, Allanheld, Osmun & Co., Montclair, 1977; y Vandana Shiva, Staying Alive, Zed Books, Londres, 1989.

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