Capítulo 15


Apuntar-señalar y patriarcado

El proceso de ‘engendrar’—que en inglés quiere decir algo así como ‘haciéndolo realidad’—es, en sí, una acción de regalar anterior al género. El regalo es el niño o la niña que nace. Luego el niño es ‘separado’ porque recibe lo que parece ser un ‘regalo’ material, que no se les da a las niñas—y por eso a él se le asigna más valor. El ‘regalo,’ que torna privilegiado a su poseedor desde el principio, es el pene. Hacer una nueva lectura del estadio edípico de Freud desde el punto de vista del paradigma del regalo, nos permitiría esa interpretación. Pero el niño no está preparado en forma creativa para ‘asumir’ su superioridad social a tan temprana edad. Como especulaba Freud, muchas preguntas deben pasar por su mente.

Las posibilidades lógicas que implican este ‘regalo’ y su procedencia son muy problemáticas. Si viene de la madre, ella le dio lo que no tenía o le dio el propio. Si viene del padre le dio lo que no perdió. Puesto que el pene es la ‘propiedad’ que aleja al niño de la categoría de la madre que regala, él renuncia a mucho por esto (cede su potencial humano de dar regalos).

De hecho, es su experiencia con los cuidados nutricios que recibe lo que da contenido a cualquier categoría que el niño esté formando, incluida su propia identidad. Decirle que él pertenece al género que no brinda cuidados nutricios lo define como externo al proceso vital que está viviendo. Las definiciones y los modelos de masculinidad son intentos de darle a la categoría género masculino algún contenido, ya que por fuera de los cuidados nutricios no hay mucho contenido. La estructura misma de la definición y del nombrar se convierten en la columna vertebral de la identidad masculada como un ideal social.

Por supuesto, esta historia tiene muchas variantes individuales, y afortunadamente, las cosas están modificándose Gracias al movimiento feminista, muchos hombres han decidido tomar parte en el cuidado de los niños. La educación en Estados Unidos y otros lugares cambia porque hay madres más conscientes y más fuertes. En algunas familias se le da menos importancia a la masculinidad y hay más hombres funcionando como modelos en el rol de cuidar niños. No obstante, la herencia de la masculación en nuestra sociedad es enorme y continúa jugando un papel muy importante en las estructuras sociales y es retransmitida a la familia. Temas como el de la violencia masculina y la dominación saturan nuestra imaginación en la televisión, en el cine y en la realidad. Siguen cometiéndose contra mujeres y niños actos criminales como la violación, la violencia física y los asesinatos. Debajo de superficies benignas se perpetran horrores secretos. Padres ‘perfectos’ violan y torturan a sus hijos en sus casas. La Escuela de las Américas entrena a los soldados extranjeros para torturar y les inculca el fascismo. La CIA desestabiliza a los países con chantajes, torturas y crímenes deleznables. Se continúa creando pobreza endémica, que tiene como resultado la muerte de millones, porque se les da a unos pocos. Continúan las guerras que devastan globalmente a miles de seres humanos. El medio ambiente es destruido a diario debido a la contaminación creada por la guerra y la industria.

A pesar de las excepciones individuales de una menor masculación, el gran mecanismo social del patriarcado hace un gran daño a todo el mundo y debe ser cambiado radicalmente. Las mujeres y sus aliados entre los hombres cuidadores deben centrar su atención en ese mecanismo. Todos debemos entender como funciona para poder cambiarlo con éxito. Y para entenderlo, debemos observarlo, aunque lo que veamos pueda producirnos inquietud. De no ser así, pese a la mejor buena voluntad, corremos el riesgo de recrear sus partes y sus estructuras. Por ejemplo, aun los hombres más conscientes podrían proponer sin quererlo, la relación uno-muchos, que está tan profundamente enraizada en nuestra sociedad. Al tomar el lugar de las mujeres como modelos, recrean la estructura del problema. Las mujeres, al permitir que su lugar sea ocupado, acceden nuevamente.

Ícono e índice

 

Hace muchos años, y mientras pensaba en el concepto de la estructura ‘uno-muchos,’ me encontré con el trabajo de Tran Duc Thao , filósofo vietnamita, quien cree que el lenguaje se desarrolla a partir del gesto de señalar. Aplicando esto a los asuntos que he venido tratando, descubrí lo obvio. Me di cuenta de que señalar es un gesto de uno-muchos, y que resalta una clase de cosa, el dedo índice, mientras que esconde otras de la misma clase, los otros dedos. De esta manera es un ícono—una re-presentación táctil, visual y kinestésica de la relación entre la muestra y los elementos relativos en la formación de conceptos. Simplemente señale con su dedo; sabrá qué estoy diciendo.

El gesto tiene dos funciones; por un lado nos hace seleccionar algo dentro de un fondo compuesto por otras cosas, y por el otro nos hace verlo como uno dentro de una clase de cosas que en potencia puede ser nombrado o compartido. El índice pone en evidencia una relación externa uno-muchos, en una especie de proyección ‘esto está aquí—y allá’ de su propia imagen. (Vea la Figura 24.) La puesta en primer plano de algo en lo externo se confirma convirtiéndose en algo compartible (o comprensible) como una relación entre un objeto y otros de la misma clase, y de un objeto y su segundo plano. Sin embargo, también es compartible, porque cada uno de nosotros le está prestando atención a la misma cosa. Hay una especie de proyección del ícono de uno-muchos al mundo más allá de la mano—casi como si el objeto señalado nos señalara a su vez a nosotros. Pensé en el Dios y el Adán de Miguel Ángel. (Vea la Figura 25.)

Esto me llevó a especular que identificamos el pene con el dedo índice, haciéndolo aparecer como otro índice. Le damos al niño el nombre ‘masculino’ porque tiene ese índice, y porque las mujeres, incluyendo a su madre, no lo tienen. Decimos que es parte de esa categoría porque es como su padre, o porque tiene ese índice, como el padre. Tal vez, otra razón para la supremacía fálica, es que le atribuimos (equivocadamente) la característica de índice al pene. Si el pene del niño es señalado como un ítem, indicado como señalador o puntero, parece ser una muestra, que ya está en relación con otros elementos de la misma clase.

Desde luego que la del padre es diferente y más grande que la del niño—de tal manera que por comparación la primera debería ser la muestra y la del niño uno de los ítems en la serie. La relación entre penes se convierte, entonces, en una relación competitiva entre punteros muestra e índices—aquellas cosas que pueden señalar otras muestras, haciendo la ‘realidad’ a su imagen.

Si a esto le agregamos el hecho de que el falo está socialmente investido de superioridad, como la marca ‘masculina’ de la categoría privilegiada, podemos ver como la semejanza entre los órganos genitales del padre y del niño tiene un gran significado. El dedo índice, el pene y el concepto de muestra (especialmente el de muestra de lo ‘masculino’ y de la ‘humanidad’) se pliegan uno con otro. Demasiado valor se le otorga a la semejanza y especialmente a la semejanza con el padre, porque el instrumento que se usa para elegir las muestras—el índice que es ícono de su propia actividad—se identifica con la ‘marca’ que distingue a los hombres como figura del fondo de mujeres.

Por lo tanto, el pene se convierte en el ícono del índice y de la muestra. En tanto ícono de la muestra, puede generalizarse como ícono de cualquier clase, y así del concepto mismo. Mientras que ya hay una relación uno-muchos entre los dedos de la mano, no es el caso del pene. El pene del individuo está, por lo tanto, en una relación de comparación con otros hombres, y se establece una competencia para ser considerado como la ‘marca’ de la superioridad, o para tener status de muestra entre ellos, convirtiéndose en muestra de muestras—como diciendo “¿Cuál dedo será el índice?”

En realidad, la muestra está investida falsamente de superioridad. En el experimento de Vigotsky, cualquier miembro de una categoría puede ser usado como ‘muestra.’ La polaridad establecida para el concepto es simplemente funcional para encontrar la ‘cualidad en común.’ Para eso, la muestra debe ser semejante, y no superior, a los otros ítems.

Ocurre una contradicción cuando en el sexo el hombre apunta a la ‘carencia’ de puntero en la mujer, y se hace más grande en la erección. ‘Tener’ se identifica con tener un pene y un puntero, mientras que ‘carecer’ se identifica con carecer de pene, con la exclusión de la categoría de las ‘muestras,’ y con (casi) la incapacidad de razonar conceptualmente (carecer de puntero-señalador quizá parezca implicar que no podemos señalar las ‘muestras’). Ambas condiciones son erotizadas por los hombres, que actúan su rol de género masculado en un escenario de dominar y ceder.

No entendiendo el punto

 

Si las mujeres son vistas como carentes del pene puntero-señalador, parecen ser no-verbales, pre-verbales y pre-conceptuales, sin la muestra (cuerpo) del concepto y por lo tanto sin palabras también. Aun así, como en el caso de Don Juan, que tiene que indicar cuántas mujeres ha ‘tenido,’ se pueden relacionar con el pene como muchos a uno. Si las mujeres son pre-verbales (sin punto y sin índice), quizá simplemente son las proveedoras de la felicidad de la dependencia, de las cosas, en oposición a la palabra encarnada del padre. El padre suplanta a la madre, aun como muestra del ser humano verbalmente competente. A ella se le niega hasta la capacidad de donar el lenguaje a sus hijos. Tal vez, como creían los ancianos patriarcas, ella es su posesión, su bien, y sólo una transmisora mecánica de la cultura, un envase vacío, un mecanismo para transmitir la palabra del padre, de la cultura y de la ley.

Ella se puede relacionar como la palabra a la cosa, dándole al hombre y destacándose, llamando la atención, para que él la señale. En tanto ella es de su ‘propiedad,’ lo puede señalar como muestra y como ‘uno’ privilegiado. La belleza de ella, que hace que otros hombres la señalen, lo señalan a él como importante porque él la ‘posee.’ Esta apariencia de ser pre-verbal es importante, porque hace aparecer el regalo como un infantilismo (‘effete’). ¿Es acaso éste un elemento en el abuso sexual de los hombres a los niños? Pensemos, nomás, en la cara de niña de Marilyn Monroe.

La ecuación entre el pene y el dedo índice contribuye a convencernos de que los hombres son la ‘muestra’ del concepto ‘humano’ y que las mujeres no pueden ser ‘muestra’ porque carecen de ese puntero. El pene, sin embargo, no es un índice y no es necesario para el pensamiento conceptual. El dedo índice hace un mejor trabajo, porque es un mejor ícono, puesto que los otros elementos de la serie, los dedos, son parte de la misma mano, y se retraen para que el índice pueda señalar. Más aun, el índice es dirigido por la voluntad.

Hacer del pene algo relativo a los de otros, ya sea como serie o como muestra, coloca al propio en contraste y competencia con los de otros ajenos a uno mismo. (Vea la Figura 27.) Puesto que ésta es la situación para los otros, y puesto que hay un mandato del género de ser la ‘muestra,’ otros de la misma especie, miembros de esa misma clase, pueden aparecer como peligrosos y amenazantes, capaces de herir o castrar al niño y así eliminarlo de la competencia. Quizás esto es lo que ocurrió con las mujeres.

Los cuchillos, flechas, rifles, y otros símbolos fálicos que tienen que ver con dar muerte, tienen la capacidad de eliminar a los competidores por el status de muestra. Si observamos como se fabrican los rifles, podemos ver como el índice tira hacia atrás para apretar el gatillo, convirtiéndose por un momento en uno de los dedos del tirador llevados a un segundo plano, permitiendo que el rifle fálico, con su proyectil-índice letal ocupe su lugar. Así indica la muerte del otro (el competidor), diciendo la ‘palabra’ ruidosa, que coloca al otro, igual que nombrar el género, en la categoría de los muertos que no pueden comunicar ni apuntar. Siempre me he preguntado sobre el doble sentido de la palabra ‘armas’ en inglés. Ahora puedo ver que las ‘armas’—’arms’ (brazos)—terminan en punteros mortales. Pero, en nuestra negación, obedientemente no hemos entendido el punto.

El saludo ‘Heil Hitler’ es, tal vez, la apoteosis negativa de la relación entre el uno pene muestra (‘superior’) y los muchos. Hitler usó esa ‘marca’ para manipular el proceso uno-muchos transformándose en la ‘muestra’ auto-estilizada de la categoría ‘Alemana’ o ‘Aria.’ Lo hizo para unificar a los muchos para aniquilar violentamente a las otras categorías humanas, en un intento de convertirse en el concepto muestra de la raza humana. (Vea la Figura 28.)

El puño cerrado en alto, tal vez, muestra la unidad de los muchos—pero yo igual lo leo como un símbolo del pene. El dedo que señala es autoritario, acusador. Desde luego, tiene mucho en común con el pene violento, que penetra el espacio del ‘otro.’ (Vea la Figura 29.) En su lugar, tal vez podríamos usar nuestros dedos índices apuntando simplemente para demostrar que somos todos seres humanos capaces de distinguir un dedo del otro, y para reconocer a otro de una clase como una muestra que está fuera de nosotros mismos—unidos como especie en nuestra capacidad de conocer, de conocer juntos, y de compartir nuestras percepciones y regalos.

Puntos simbólicos

 

Los pechos están formados por dos puntos iguales entre sí, en una misma persona, igual que nuestras dos manos, o como dos dedos apuntando—y ambos apuntando hacia otros, para dar leche. La imagen de dos punteros iguales que dan, es un poderoso arquetipo para nuestra sociedad. Tal vez pasando por la etapa intermedia de nuestros dos dedos índices, los dos puntos han sido transpuestos y transformados en puntos simbólicos, algunos de los cuales son menos benignos. El símbolo de los cuernos ha sido por siempre sagrado, y podría representar dos penes simbólicos iguales (y peligrosos) en la cabeza del toro, e igualmente (poniéndole fin a la diferencia de género) en la cabeza de la vaca. Desdichadamente, los cuernos apuntan hacia afuera para dañar. Las alas en los pájaros machos y hembras podrían ser vistas como una transposición simbólica de igualdad. El pico es otro símbolo fálico, y la palabra ‘pájaro’ es un término coloquial para falo en algunos lenguajes.

Tal vez estos y otros símbolos sincréticos, en la Antigüedad ayudaron a aliviar la ansiedad de niños a quienes la masculación pudo haber dañado tanto como lo hace ahora. Los pechos de las mujeres apuntan hacia otros para nutrirlos, mientras que los penes masculados apuntan hacia otros para encontrar o imponer su propia identidad. Se miden a sí mismos con relación a los otros buscando su igualdad, o su superioridad como ‘más.’ Convirtiéndose en muestra, penetran para su propio engrandecimiento, a veces para causar placer al otro, pero otras veces violentamente, para causar dolor, o simbólicamente con rifles y misiles para matar.

El verdadero dar desde la punta, es dar leche desde el pezón. Es la primera experiencia visual, táctil y kinestésica (también gustativa y olfativa) de puesta en primer y/o segundo plano del niño. No sólo el pezón está eréctil, sino que la leche fluye del mismo. Nuestra atención no fluye desde nuestro dedo índice. Hemos inventado las lapiceras, de las que fluye la tinta para poder escribir, para que no sólo las muestras de las cosas sean visibles en lo externo, con constancia objetiva, sino también en las palabras muestra.

El dedo que apunta participa en varias modalidades de significación al mismo tiempo. Es el ‘índice’ prototipo y es un ‘ícono’ físico del concepto uno-muchos en el plano de la ‘metáfora.’ Repite en el cuerpo humano una distinción que también se hace en el mundo externo. Luego, el dedo que apunta puede ser usado para tocar el objeto hacia el que se llamó la atención, estableciendo una potencial proximidad con el objeto, creando así una situación de ‘metonimia.’

Es más, el hecho de retraer algunos dedos para poder empujar uno hacia fuera, repite la metáfora (en la mano) de la situación social en la que mucha gente cede su posición para permitir que otro sea la muestra. Sirven al uno cediendo, retrayéndose. La combinación y el cambio de modalidades tienen un aspecto de proceso mecánico igual que el intercambio, y como la definición, puede parecer ser la atribución automática de valor a través de la sustitución.

Sin embargo, el giro hacia el intercambio sustituye totalmente a la lógica de la sustitución por la lógica del regalar. El giro de ícono a índice, de metáfora a metonimia, y de re-presentación a implementación del concepto, con la potencialidad de tocar la muestra externa (o de obligarlo a ubicarse en un primer plano) no es un giro completo hacia la lógica de la sustitución. La re-presentación icónica del concepto a través de la relación uno-muchos de los dedos no reemplaza la muestra a la que apunta, sino que sólo sirve para ponerla en primer plano por el momento. Solamente le agrega otra dimensión al plano del regalar y al de la comunicación lingüística y a menudo les sirve a ambos.

Punteros verbales y no-verbales

 

Las actividades de poner en primer plano y al fondo el amamantar del pecho es repetida con el segundo pecho, como también de nuevo en el tiempo. Quizás los dos puntos nutritivos del pecho sirven como un icono precoz para el carácter comunicativo de la repetición de los sonidos. Los pechos son dos fuentes materiales del regalo identificables que son parte del cuerpo de la madre. Entonces una de las primeras palabras ‘mamá’ es utilizada para significar a la madre como un todo, igual como ‘papá’ para el padre como un todo. Para los bebés que noson amamantados  por el pecho las botellas pueden ser similarmente icónicas—aunque no tan poéticas.

Las palabras ‘mamá’ y ‘papá’ se dan en muchos idiomas, como lo dice Roman Jakobson en su famoso ensayo, “¿Por qué ‘mamá’ y ‘papá’” Jakobson explica el hecho de que las consonantes usadas para formar estas primeras palabras son pocas, por la facilidad que el niño tiene para formarlas, y por la sugerencia de que los sonidos de la ‘m’ y de la ‘n’ se desarrollan a partir de los sonidos y los movimientos que el niño hace cuando mama. Para mí, lo más interesante de estas palabras es la repetición de los fonemas. La repetición se da en muchas de las palabras que usamos con los niños, palabras que son importantes psicológicamente para ellos (por ejemplo: ‘be-bé,’ ‘a-rro-rró,’ ‘po-pó,’ ‘pi-pí.’) Muchos niños distorsionan palabras mientras aprenden a hablar, creando sílabas dobles: ‘tutú-tutú.’ Jakobson dice que la repetición de la sílaba identifica a la palabra como tal en medio de sonidos no-lingüísticos y que es la expresión de la posibilidad de repetición misma.

Podríamos ver la repetición de los sonidos dentro de una palabra como un ícono de la repetibilidad de la palabra. Es decir, la palabra ‘mamá’ misma, en sus diferentes instancias, contiene el ejemplo del hecho de que las cosas que son sonidos se pueden parecer entre sí, y que por esa razón son importantes. (Las cosas que son regalos también pueden ser importantes por su posibilidad de repetición.) La misma relación de semejanza que se da entre ‘ma’ y ‘ma’ existe en la palabra completa ‘mamá’ y en otras instancias de la palabra ‘mamá.’ La palabra ‘ma-má’ es como una valija que contiene dos valijas—prueba de que la valija más grande no es única: sin duda hay otros objetos de la misma clase. Como la botella que Alicia encontró en el País de las Maravillas, que tenía escrito ‘bébeme,’ la palabra ‘mamá’ implica ‘repíteme.’ (Vea la Figura 30.)

Como el índice, ‘ma-má’ y ‘pa-pá’ cambian la modalidad. Hay un giro desde dentro de la palabra ‘mamá’ hacia afuera en sus otras instancias. Se trata de dar un salto inductivo para considerar los diferentes acontecimientos que son las instancias de la palabra, ‘una cosa’ que se repite. Las repeticiones internas de ‘ma-má’ y ‘pa-pá’ apoyan ese salto. La misma repetición de ‘ma-má’ corresponde al desarrollo de la sensación de la constancia del objeto, la expectativa de que la experiencia de la madre es repetible, y que ella continúa existiendo aun cuando está ausente. La palabra siempre está disponible para ser hablada, y la madre también está disponible para ser sentida. Entonces, nuevamente, hay un giro del ícono al índice: el ícono de la repetición en ‘ma-má’ se convierte en índice para la madre, con la palabra la llama, hace que ella lo señale y vaya hacia él. ¡El niño se convierte en el destino de la madre, en el destino de su ‘muestra!’

Hay otros ejemplos del uso de las repeticiones. Muchos gestos las contienen, como por ejemplo, afirmar o negar con la cabeza—son gestos similares a las primeras palabras de los niños. Algunos idiomas usan la repetición de una sílaba en las palabras que corresponden a ‘la gente’ (y ‘gente’ en sí es un ejemplo)—por ejemplo ‘Shoshone’ o ‘Mau mau.’ Es como si las palabras estuviesen diciendo, “Éste es un grupo de seres para quienes la repetición tiene valor.” Las palabras onomatopéyicas para nombrar los sonidos de los animales, tales como ‘pío-pío’ para los pollitos o ‘miau-miau’ para los gatos, también contienen repeticiones. Tal vez por eso les gustan tanto a los niños, porque pareciera que los animales pequeños también comienzan a decir sus primeras palabras.

El carácter autorreferencial e internamente repetitivo de ‘mamá’ y ‘papá’ provee una cierta clave, un libreto de instrucción mínima para el aprendizaje del lenguaje. La relación interna de la palabra es icónica con la relación externa a la palabra, respecto a sus otras instancias, y con implicaciones respecto a la repetición y la constancia de las cosas en el mundo externo. El gesto de apuntar con el dedo, de manera similar, implica una relación entre ellas de las cosas que están afuera.

Más aun, tanto las palabras del niño como el gesto de señalar-apuntar con el dedo se dan en un contexto con otros, de manera que ‘mamá’ es escuchada y usada por otros como algo repetible y como siendo ‘la misma cosa.’ El gesto de apuntar-señalar funciona también para los otros como una indicación de recortar algo sobre un fondo. Conforme el niño crece, el hecho de que hay una semejanza sonora repetitiva, que puede ser entregada y recibida para algo, atrae su atención a una experiencia ubicándola en un ‘primer plano’ (le señala su vez). Es una indicación de importancia, una atribución de valor. La igualdad de los sonidos pareciera ser importante en sí pero actualmente deriva su importancia del hecho que usamos los sonidos repetibles como regalos sustitutos. Se les da valor a los giros de planos, de lo externo a lo interno, del ícono al índice, para el gesto o para la palabra, porque otros los usan de la misma manera.

El dinero repite el giro ícono-índice del dedo señalador. Es como el dedo, en el sentido de ícono de las relaciones uno-muchos, aunque en un nivel más complejo. Es una mercancía que representa a todas las demás, el equivalente general. Y éste también entra en acción, creando la contigüidad al ir actualmente a la otra persona, realizando la sustitución al reemplazar su producto. El dinero también es como la palabra en que se puede repetir y en su singularidad presente. Como una palabra, puede estar en muchos lugares a la vez. Cada ‘denominación’ es una cosa y también muchas cosas. Mientras escribo esta oración, levanto una moneda estadounidense para mirarla de nuevo y ver las palabras escritas en ella: E pluribus unum: desde muchos, uno.

Artefactos simbólicos

 

Los pasajes a otros niveles son significativos. Tal vez las escaleras son su encarnación, y nuestra propia acción repetitiva escalonada en el sueño, en el REM (movimiento rápido del ojo) repite giros en el ‘nivel de planos.’ La música provee un ritmo de cambios, de cambios de énfasis, de primeros a segundos planos. El conductor blande la batuta; la música responde. El índice es fácilmente un ‘signo de sí mismo.’ ‘Conducir’ cada vez que se mueve el dedo o la batuta es de nuevo una muestra que puede llamar al frente a otra muestra.

El visitante extraterrestre podría coleccionar una serie de artefactos comunes que le ayudarían a entender nuestro extraño comportamiento. Nuestros relojes tienen tres punteros que señalan tres diferentes unidades de tiempo. El cuchillo-índice es ayudado por la manita de dedos que apuntan, que es el tenedor. También tenemos la guadaña, la horquilla y el azadón, variaciones sobre un mismo tema. Y de hecho cuando miramos a través de un telescopio o un microscopio lo hacemos a través del índice. Todos los símbolos fálicos tienen alguna resonancia con el índice, y es difícil decir cuál es cuál. Por ejemplo, la ‘varilla’ con la que se castiga a un niño es un elemento dominador fálico y supuestamente le indica a él o a ella lo que no debe hacer.

Es interesante observar los mecanismos de diferente tipos de armas que son transposiciones del gesto de señalar. Por ejemplo, en el arco y la flecha, una mano hace metafóricamente de dedos cuando tira la cuerda hacia atrás, luego deja que la flecha salga volando, como transposición del dedo índice, apuntando a la muestra que está en el mundo, más allá de nuestras manos, aproximándose…y penetrándola hasta matar. (El blanco, con su centro, se ve como un pecho de dos dimensiones ‘que a su vez le apunta.’) Al apretar el gatillo de un rifle, el dedo índice se hace hacia atrás con los otros dedos, sirviendo de fondo, mientras lleva, a un primer plano al otro índice, el cañón, y como índice transpuesto, la bala.

Al apuntar señalamos algo en lo externo como un individuo, o como uno de una clase. Podemos ver los dedos de igual manera, cada uno individualmente o como uno de los dedos de la mano. Cuando contamos con los dedos los podemos levantar uno por uno, o señalarlos uno por uno con el índice de la mano contraria. (Vea la Figura 31.)

Girando en contexto

 

A veces, el gesto de señalar puede ser interpretado como un intento de agarrar algo, pero agarrar algo podría ser visto como parte de una interacción de dar y recibir. El punto de vista de la otra persona como potencial receptor o dador, está disponible para que nosotros lo podamos tomar. El objeto señalado se convierte en algo que potencialmente puede ser dado o recibido o relacionado con palabras que pueden, a su vez, ser dadas o recibidas. Sobresale, diferenciándose del fondo. Está en un primer plano, se destaca del fondo, y su singularidad o pluralidad puede volverse relevante para el gesto del que da o para el agarrar del que recibe. El gesto que indica no hace que nosotros veamos, pero nos permite ver lo que la otra persona ve, por analogía. El gesto pone algo en un primer plano, haciéndolo más accesible y agregándole un nuevo carácter, su valor interpersonal. Señalar un objeto lo identifica como un valor para alguien y para uno mismo—lo que también es un regalo, porque lo podemos recibir en forma creativa.

Señalar es un signo de múltiples niveles. Se auto-afirma en su capacidad de ser referencia-para-otros. El dedo índice es tanto una representación como un ejecutor de conceptos, cuando, como muestra, señala otras muestras (los unos). De esta forma, señalar o apuntar a veces parece ser el momento inicial y motivador del regalo, creando la ilusión de que el regalo es el resultado o el producto de un gesto de auto-expresión más que el resultado de una moción hacia las necesidades de otros. Por ejemplo, podemos creer que la auto-afirmación y sus productos son el fundamento de los regalos, que están ahí para ser ‘tomados’ por nuestra propia auto-afirmación, en vez de concebidos como el resultado del trabajo colectivo o de alguien orientado-por-la-necesidad. Le atribuimos valor al momento de auto-reflexión y al de cambio de planos en el proceso de la persona que señala-apunta.

El problema de equivocarse en la identificación de la fuente, que surge con la masculación, impregna todas nuestras relaciones interpersonales. Aquí, la transferencia de atención de una modalidad a otra, del ícono a la acción, de la metáfora a la metonimia, parece incrementarnos ‘automáticamente’ el valor de uso de alguien. No obstante, este incremento de utilidad ocurre realmente porque el gesto introduce a otros a un plano diferente. En esto, apuntar es similar al intercambio y a la definición ‘objetalizada’ en la que parece haber una transferencia de significado o de valor desde un término a otro, sin los actores humanos. En cambio, en el intercambio y en la definición, una necesidad material o comunicativa, es satisfecha por alguien con la clase de bienes que otros en la sociedad usan, con ese mismo propósito. Los gestos, las palabras y el dinero como medios de comunicación son el resultado de procesos que involucran otros procesos y son la base de procesos futuros.

La auto-semejanza de nuestro propio gesto es reforzada por la semejanza de los gestos de otros con el nuestro. El cambio en las puestas de planos, de primero a segundo, de ícono a índice, ambos presentando la estructura unos-muchos, se repite por el cambio de la re-presentación a la ejecución del concepto de relación, y desde el plano personal al interpersonal, donde otros también lo repiten. Esto es, nuestro propio dedo que apunta representa a los dedos de los demás que apuntan y está junto a ellos. Quizás éstos funcionan, junto con todos los dedos que no apuntan (el resto de los dedos de la mano), como muchos con respecto a ese uno. Esto se ve cuando se reconoce el hecho de que otros están señalando-apuntando. Todo aquello que se señale como un tópico está en potencia relacionado con el tópico actual y el dedo. La auto-semejanza y el cambio parecen ser el origen de un valor nuevo, pero de hecho, el valor surge porque otros ya están usando apuntar de manera individual y colectiva.

La auto-semejanza con el índice es sugerida también en la serialidad de las palabras, cada una puesta en primer plano por un instante en el presente, a la que le sucede otra y otra. (Cada frase escrita termina significativamente con un punto.) Cada palabra, a su vez, está también en una relación excluyente de ‘uno-muchos,’ con todas las demás. Mantiene su carácter distintivo, como opuesta a las otras palabras en la frase—que una vez dichas, también cooperan con y se dan unas a las otras palabras. Las relaciones externas con una palabra son similares a las relaciones externas con el dedo que apunta. Palabras o gestos similares son dichas o realizados por otros, por propia voluntad. Apuntamos a algo y otros también pueden apuntar hacia lo mismo. Decimos algo y otros pueden usar las mismas palabras, a las que se le relacionan cosas similares.

El modo de regalar formador-de-comunidad, no consiste primordialmente en cambiar niveles, sino en usar los cambios, los niveles, los originales y los sustitutos, para la satisfacción común de necesidades. El mecanismo es interesante: el mecanismo ícono-índice, es auto-semejante a la estructura del concepto en un nivel diferente, y la cosa a la que se apunta parece tener también la misma estructura. El valor del proceso, sin embargo, reside en el acceso que le proporciona al grupo. El apuntar individual es significativo porque otros también señalan por otros. Parte de la motivación para apuntar es la inclusión del otro como alguien que activamente presta atención (o valor) a la misma cosa—que tiene como efecto secundario la socialización de nuestra atención.

Apuntar, igual que el uso de una palabra, crea una relación mutuamente inclusiva con respecto (literalmente) a algo. Estamos en un contexto; ‘ahí afuera’ hay otros que pueden apuntar y responder a nuestros gestos, que pueden dar y recibir de nosotros, a través de lo manifiesto. El proceso comunicativo pasa por un momento auto-semejante, y conlleva un nivel más alto de cooperación.

Los semiólogos distinguen entre tres clases de signos: los íconos corresponden al objeto por isomorfismo o semejanza; el índice establece una relación de dependencia entre el signo y el objeto; y los símbolos se relacionan con los objetos a través de reglas y asociación de ideas. The Linguistic Encyclopedia, Kirsten Malmkjaer, editor, Londres: Routledge, 1991, p. 400.

Tran duc Thao, Recherches sur l'Origine du Langage et de la Conscience, París: Editions Sociales, 1973.

A pesar de que su carácter fálico está disimulado, el monolito negro en 2001: Odisea del espacio me parece que es un ícono de la ‘muestra.’ El alcance de los efectos que el monolito tuvo en la película es comparable a los efectos producidos por el contacto humano con nuestros propios procesos cognitivos, formadores de conceptos, fálicamente investidos. El desarrollo de herramientas, armamento y naves espaciales pueden deberse al uso exagerado que hemos dado a la ‘muestra’ fálica del concepto. El inversión fálica de la ‘muestra’ es artificial y ajena, y viene de la imposición del género a través de la masculación. Podemos imaginarnos una tecnología no competitiva, nutricia y no fálica basada en la ‘muestra’ investida por la madre o el pecho (¿los platillos voladores?). O tal vez, podríamos simplemente despojarnos de la sexualidad de las ‘muestras’ de una vez por todas.

Teniendo el puntero, que corresponde al índice y que puede crecer, da una base psicológica y física para la obsesión con las medidas y la cantidad, y el énfasis en la cuestión de igualdad y desigualdad cualitativa.

El placer sexual del hombre refuerza la clase de pensamiento involucrado en la definición y la definición de género actuada en el acto sexual dominado por el hombre. (Este énfasis fue sugerido por Susan Bright.) El hecho de que no toda la sexualidad funciona de esta manera es una esperanza en la liberación de la masculación, o que por lo menos lo humaniza.

De hecho la distinción de tipo-símbolo (token) tan cara a los lingüistas y los filósofos, puede ser vista como derivada del hecho de que cada palabra pronunciada es una ‘muestra’ de las palabras ausentes de la misma clase. Es más, cada vez que vemos la palabra escrita, ésta es la ‘muestra’ que permanece constante en el exterior. Entonces (como el índice o el falo), el ‘símbolo’ (token)—en propiedad uno de los muchos—sería ya una ‘muestra’ y lo tomaríamos como representando a un grupo o tipo abstracto. Luego lo generalizamos a otras cosas, que por su materialidad pueden estar presentes como elementos relativos junto al elemento tomado como equivalente y ‘muestra.’ Entonces este tipo (porque estamos viendo todas las instancias como muestras) parece ser una categoría abstracta, que podríamos imputar a alguna clase de patrón o actividad mental (cambiando también ahí, de niveles).

El plano de la metáfora funciona de acuerdo a la semejanza y la sustitución, mientras que el plano de la metonimia funciona por la proximidad (algo que está en la vecindad o que sirve de contexto para otra cosa). Ver la exposición que hace Roman Jakobson de la distinción, op. cit., capítulo 7, “Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de perturbaciones afásicas.”

El índice es el ‘uno,’ como el dinero, que ‘apunta’ a cada cosa como una de una clase y le da el precio de esa cosa en el mercado.

En Roman Jakobson, ibid., cap. 19.

El dinero altera la neutralidad de la ecuación entre sí y las mercancías porque es un estándar constante. Similarmente la ecuación entre hombres y mujeres no es neutral porque los hombres son el estándar.

Cuando comparamos nuestra realidad compartida con lo que podría ser visto con los instrumentos de la tecnología, podríamos ver los átomos no como regalos sino como una colección de puntos. Reorganizando los átomos a través de la nanotecnología podría crear una situación de abundancia donde todas las necesidades podrían ser satisfechas sin esfuerzo por todos. Dar regalos materiales sería tan fácil como comunicarse a través del lenguaje. Desafortunadamente, las necesidades artificiales creadas por la masculación hacen que la facilidad de manipular los átomos sea extremamente peligrosa. Las armas que satisfacen las necesidades de masculación podrían ser hechas tan fácil como el pan. En Nano, The Emerging Science of Nanotechnology, Nueva York, Little, Brown and Co., 1995, Ed Regis describe los usos masculados individuales: “Ud. tendría sus cuerpos humanos gigantescos y sobredesarrollados, sus humanoides con tracción de cuatro ruedas y sus músculos inflados, sus penes demasiado grandes, y Dios solo sabe cuanto más,” pág. 18. Una economía del regalo basada en la mujer es necesaria para el uso humano de la nanotecnología.

Por analogía, podríamos pensar que el acto sexual masculino, con sus cambios de niveles, con sus planos anteriores y posteriores, es el origen de los niños, que son simplemente la consecuencia de un proceso de ‘auto-aserción.’

Por ejemplo, el pan es una cosa material, que nosotros y otros usamos para satisfacer la necesidad material de pan, y ‘pan’ es la palabra que nosotros y otros habitualmente usamos para satisfacer las necesidades comunicativas respecto a pan entre los hablantes de la lengua española. Ciertas cantidades de dinero, que constituyen colectivamente el precio son cambiadas por pan, satisfaciendo así la necesidad co-municativa, económica y culturalmente específica y distorsionada por los medios del intercambio, con respecto al pan.