Capítulo 17


¿Que re-presenta la democracia?

El lenguaje es una respuesta a las necesidades comunicativas que proliferan y se diversifican de acuerdo a como se satisfacen, y a las experiencias vividas. Estas necesidades comunicativas se superponen o co-participan con las necesidades relacionadas a las cosas—la necesidad de consumir cosas, y también de emplearlas instrumentalmente, o para identificar nuestras necesidades o las de otros, percibirlas correctamente, anticipar las consecuencias de los procesos, etc.

La satisfacción mutua de las necesidades de unos y otros crea vínculos entre los seres humanos en tanto partes especiales del mundo material externo, que forman parte de la misma especie—que reciben de y se dan unos a otros. Los lazos creados por el lenguaje son similares a los lazos que se crearían si compartiéramos esas cosas, si pudiéramos hacerlo. En parte nos vemos impedidos de compartir, porque hay cosas que no podemos darnos unos a otros, como las montañas o nuestra sensación del color rojo, o ver cumplido el sueño de que nunca hubiera habido una era nuclear. La escasez es responsable en gran medida de que no podamos compartir, ya que no hay suficiente de alguna cosa para todos. La propiedad privada también nos impide compartir, igual que nuestra costumbre de no dar. Tal vez sean las diferencias en las razones para no dar y recibir lo que hace que compartir el lenguaje propiamente dicho sea tan abstracto y ‘psicológico,’ transformando la mente en algo diferente al cuerpo.

Compartimos de forma abstracta, y este compartir sólo produce egos y mentes, y no comunidades pacíficas y materialmente abundantes. No compartimos en forma concreta los bienes con los muchos. Quizás hasta sólo acostumbramos dar regalos a nuestra familia inmediata y a nuestros amigos. En cambio, lo que sí compartimos es el intercambio que no regala, lo que nos separa y vuelve adversarios y nos conecta a unos con otros sólo a través de las leyes estatales. El intercambio nos convierte en cosas que no se dan unas a otras, excepto lingüísticamente, por lo que no somos parte de la misma especie de cuidadores. En lugar de ello, nos organizamos en ‘conceptos,’ los que a su vez se organizan en ‘conceptos’ más generales.

La OBN de los ‘unos’

Creamos representantes del tipo de las palabras en el gobierno, para que ocupen nuestro lugar, que nos organizan el grupo más grande, decidiendo, mandando, legislando sobre lo que queda aún por regalar, el regalo de obediencia, de servicios públicos, y de impuestos. Los representantes asignan (dan) el dinero de nuestros impuestos.

El léxico, que Saussure llama langue, es simplemente un sistema diferencial de palabras tomadas como valores, en el que cada elemento se relaciona negativamente con los otros en tanto no es el otro, y positivamente con aquellas cosas a las que re-presenta. Por ejemplo, la palabra ‘perro’ es lo que es, porque no es ‘gato’ o ‘bello’ o ‘justicia’ o ‘correr.’ Ésas son relaciones negativas que tiene con las otras palabras. Pero la palabra ‘perro’ tiene una relación positiva con los perros porque los re-presenta.

Reconocimos una relación similar en cuanto a la propiedad privada, en la que cada uno de los dueños se relaciona en forma negativa con los demás dueños, por exclusión mutua, y en forma positiva a la propiedad que posee. El dinero, igual que el verbo ‘ser,’ media entre estos elementos mutuamente excluyentes, creando una segunda sustitución, una muestra concepto de valor cuantitativamente divisible, a la que la propiedad se puede relacionar momentáneamente. Así, la propiedad de uno se puede convertir en la propiedad del otro—sin recurrir al donar. Dar a las necesidades implica desigualdades—mientras que el intercambio implica y requiere igualdades, encubriendo las necesidades y el regalar.

Marx, hablando del dinero como ‘equivalente general,’ dijo, “Está muy lejos de ser algo evidente en sí mismo que la característica de ser general y directamente intercambiable, es, por así decirlo, un polo, y es inseparable de su polo opuesto, la característica de no ser directamente intercambiable. Igual que el polo positivo de un imán no es directamente intercambiable con el negativo. Así, la gente que da rienda suelta a su fantasía se imagina entonces que las mercancías pueden simultáneamente adquirir la característica de ser directamente intercambiables—como también pueden imaginar que todos los católicos, si lo quisieran, podrían en forma simultánea convertirse en Papa.” Él dice que “una mercancía sólo puede funcionar como equivalente general, en tanto y en cuanto todas las otras mercancías la aparten de ellas, como su equivalente.” (Vea la Figura 34.) En realidad Marx está hablando aquí del dinero como aquello que yo llamaría la muestra encarnada del concepto. Lo que él ve como ‘polaridad magnética’ es la polaridad entre el ‘uno’ y los ‘muchos,’ entre la muestra del concepto y los ítems relativos y/o entre la palabra que ha tomado el lugar de la muestra como equivalente de ese concepto y los ítems relacionados (‘relativos’). En su descripción del dinero como el equivalente general, Marx identificó un momento importante de la formación del concepto y de la encarnación del concepto masculado—a pesar de que en ese momento él no pudo comprender que eso era lo que era. Su análisis de la relación entre dinero y mercancía es marcadamente difícil porque involucra mucho más de lo que se puede apreciar a primera vista.

En la masculación, la familia está armada como un concepto, donde el padre es la muestra o ‘el equivalente general.’ Él toma el lugar de los otros miembros de la familia, cuando toma decisiones, cuando instituye el mando y exige la obediencia por medio de su voluntad de poder; y los representa luego en la sociedad masculina, en el OBN. Hemos visto que la propiedad está relacionada con su dueño en la manera del concepto muchos-a-uno (o del complejo nombre de familia). Algo similar ocurre con nuestro gobierno.

Curiosamente, Marx personifica las mercancías al decir que eligen uno de los suyos como su equivalente, y esto es la personificación del proceso democrático. La Declaración de Independencia de Estados Unidos dice “todos los hombres son creados iguales,” cuando al mismo tiempo era notorio que los esclavos y las mujeres (dadores de regalos gratis) estaban excluidos del proceso democrático. Los padres de la patria formaban un OBN compuesto por hombres blancos dueños de propiedad privada. Se dividían en grupos de acuerdo a su ubicación, cada uno de los cuales elegía a uno de los suyos para que fuera su equivalente general y que los representara en los cuerpos gubernamentales, conformados por los ‘unos’ representantes de otros grupos.

Los ‘miembros’ del OBN estaban ya de por sí, por elección o por fuerza, en una relación de ‘uno’ en cuanto a sus familias, y en una relación de ‘uno’ auto-semejante con respecto a sus propiedades. Los ‘representantes’ tomaban decisiones que afectaban, tanto a los que no tenían poder de elección como a los que sí lo tenían. El contexto constituido por ‘representantes’ conformó un meta grupo nuevo, un OBN de los OBN, con su propia dinámica interna. También se elegía un equivalente general de entre el grupo de los que elegían, para ser el equivalente general y máximo representante de todos, o sea el presidente.

Cuando a los habitantes de una nación se les permite que elijan a sus representantes, el proceso parece reflejar, más que la monarquía misma, al proceso de formación de concepto. Así, los representantes parecen no sólo ser las muestras, sino las ‘palabras’ que toman el lugar de todos los miembros de la comunidad o del grupo. Como las palabras en la langue,están en una relación mutuamente excluyente, pero a la vez, tienen una relación positiva y polarizada con aquellos a quienes representan. (Vea la Figura 36.) Desde esta posición, se reconstituyen como una comunidad, dándose y recibiendo entre sí de muchas maneras, llegando a acuerdos, logrando coaliciones, etc. Esta comunidad adquiere vida propia y tiene poder sobre la vida de los muchos.

Las fronteras entre las naciones entonces se vuelven como las fronteras del concepto. Los de afuera son ‘cosas’ que no están relacionadas con aquellas ‘muestras’ o aquellas ‘palabras.’ No están representados aunque se ven afectados por las decisiones que los representantes toman, especialmente por las decisiones hechas por la nación que ha logrado el estatus de uno entre las naciones.

Si tomamos distancia y nos preguntamos, “Si esto es cierto, ¿qué quiere decir esta configuración?” vamos a repetir el mismo problema porque las estrategias que tenemos para interpretarlo pasan por el proceso del concepto mismo. Sin embargo, si accedemos y damos valor al modelo de la madre que regala, podríamos evitar proyectar nuestros patrones conceptuales y lingüísticos sobre nuestros gobiernos.

Podríamos idear una manera de organizar nuestra sociedad libre de proyecciones y de resonancias subconscientes. No necesitaríamos para tener identidad nacional o individual excluirnos mutuamente, y no necesitaríamos crear relaciones arriba y abajo, ni tampoco necesitaríamos crear ‘cosas’ y ‘palabras,’ ‘muchos’ y ‘unos’ para poder tomar decisiones individuales o colectivas. Al contrario, se aceptaría como base del sentido y también como la guía principal para la organización de la sociedad a la co-municación, la formación de una co-munidad donde se satisfacen las necesidades en todos los niveles.

A veces, aquellos que ocupan la posición ‘palabra,’ los representantes, están organizados como los conceptos de género. Por ejemplo, en Estados Unidos, los demócratas, en general, les ponen más atención a las necesidades, mientras los republicanos buscan más las ganancias y el egoísmo nacional. Ambos partidos funcionan según el modelo masculino—la derecha más machista, la izquierda más paternalista y de cuidado.

El punto sexista de la democracia

 

La democracia moderna, más que la tiranía o la monarquía, se corresponde de manera más ajustada con la problemática de la masculación, porque la democracia se ha desarrollado en la época del intercambio, en la que la palabra-dinero es el rey, el equivalente general, en lugar de serlo el rey mismo. Este hecho nos permite desarrollar, y tal vez comprender, el problema como algo sistémico, más que atribuirle nuestras dificultades al carácter personal del ‘uno,’ del padre, del rey, de la herencia de la casa real, o a la superioridad de una nación o de una raza. Por más que hacemos del oro y el dinero un fetiche es claro que no se trata de una persona. Y, de acuerdo al Sueño Americano, cualquiera puede ‘hacer dinero.’ Hemos desplazado el problema de la posición de la muestra privilegiada hacia el área donde se parece más a la masculación, aunque no calce perfectamente. No importa la clase o la raza, dice el cuento, cualquiera con suficiente suerte, energía, y sabiendo como hacerlo, puede adquirir mucho del equivalente general, igual que sin importar la clase o la raza, a cualquiera se le puede ‘dar’ genéticamente un falo, el órgano que lo lleva a la masculación. Él puede ‘tener’ en lugar de ‘carecer.’

De hecho, ‘carecer’ es el otro lado de la moneda, y todos pueden llegar a ser como la mujer ‘carente.’ La supremacía del dinero despega la posición privilegiada del ‘uno’ de la herencia, y tal vez da lugar a que consideremos a la socialización y a la oportunidad como las causas del privilegio, junto con el hacer-dinero y las prácticas capitalistas.

La antigua ‘democracia’ griega, fue directamente El Reino del Falo, según lo demuestra Eva Keuls en el libro así titulado, del que es autora. En esa época, las mujeres y los esclavos eran los que ‘no tenían,’ los que carecían, eran seres ‘inferiores’ encargados de satisfacer las necesidades de los otros. El género coincidía con la nacionalidad y con la clase como una categorización por la cual a un grupo relativamente grande de iguales se le permitía acceder a las posiciones privilegiadas del uno. Keuls describe los ‘herms,’ que eran estatuas antropomórficas de penes con penes parados en las puertas de las casas griegas. Estos me parecen ser intentos de concretizar una relación auto-similar.

También quizás es un indicio de un juego de palabras, el sentido de lo cual siempre ha tocado mi curiosidad, pero me eludía. Aquella es la similaridad del capital monetario y el capital de una columna. Jean-Joseph Goux describe mucho del capitalismo y caput, la cabeza, en Symbolic Economies. Quizás las columnas son imágenes de falos derivadas o tranpuestas de los herms, y paradas juntas para soportar el templo, la imagen del estado fálico. Entonces la capital es la cabeza, no de la persona, pero del falo.

Atenea, la diosa guerrera quien dio su nombre a la ciudad, cuidaba a los ciudadanos masculinos y los protegía durante las batallas, está (o es atrapada) dentro del templo. Nacida de la cabeza de Zeus, ella actuó las funciones masculatorias de privilegiar a los atenienses, cuidándolos y protegiéndolos, y tomando ella las funciones masculinas del guerrero. Los atenienses eran masculados como masculinos, pero vinculados como cosas del mismo tipo, llevando su nombre. Las batallas en que los griegos masacraron a las amazonas son una representación frecuente en el arte ateniense. Atenea es la mujer quien ayuda a los hombres vencer a las mujeres, y también a las otras naciones y clases. Ella es el símbolo de la manera en que sus hombres reciben colectivamente su poder de los otros, y ella es honrada por el símbol o de sus erecciones colectivas como columnas. Su nombre dado a su nación-estado encaja bien con la cohesión social que ocurría, no a través del cuidado por las mujeres, pero a través de los vínculos que creaban los hombre en batallas o en las competencias orales o deportivas, con el fin de convertirse en los ‘unos’ privilegiados. Los atenienses también podían crear vínculos en el goce privilegiado de sus libertades y placeres—placeres que no eran disponibles a las mujeres ni a los esclavos.

La masculación es una construcción artificial, y necesita imágenes de sí mismo que pueden confirmarla. (Es la apariencia física—teniendo el pene—que pone al niño en la categoria que no cuida en primer lugar.) Quizás la masculación necesita las imágenes fálicas como evidencia de estructuras auto-similares en escalas diferentes, para hacer que el universo sea más familiar y amable al niño dis-identificado de su madre. Cualquiera sea la motivación, el Patriarcado (o la Puerarquía) crea sus propias imágenes en todas partes representando al falo cada vez que surge la entrada a una categoría privilegiada.

Sin embargo, la llave (un símbolo más que es fálico como el herm) me parece estar en la similitud entre herms y las columnas y los hombres. La columna es un pene gigante; el herm es una estatua de un pene del tamaño del hombre, y tiene un pene. ¿Podemos decir entonces que un hombre erecto parece ser la imagen de un pene, auto-similar a su propio falo erecto, su cabeza la ‘cabeza’ de este? La necesidad de una imagen fálica auto-similar sería al menos parcialmente satisfecha por el propio cuerpo del hombre. Su falo sería la imagen de sí mismo y, viceversa, él sería la imagen de este.

Nos hemos convertido en ciegos con respecto a estas imágenes, o hemos aprendido a no hablar de ellas. Para mí, parecen ser síntomas de una psicosis colectiva causada por la masculación. Cuando ‘nos sacamos las escamas de nuestros ojos,’ reconocemos las imágenes por lo que son. Nuestra historia está llena de estas claves. Una imagen anciana es la ureaus, la cofia de la cobra usada por los Faraones egipcios y los dioses. La cabeza fálica de una serpiente encima de la cabeza humana era el símbolo del poder uno-muchos.

La mayoría de los instrumentos que tenían algo que ver con la muerte, como mencionamos, son símbolos índice-fálicos. Cada ‘miembro’ de las fuerzas armadas tiene su ‘pistola.’ Las marcas de la conquista, desde los obeliscos hasta las astas de las banderas, enfatizan nuestros paisajes patriarcales. Más ejemplos modernos y peatonales: ‘skinheads’ aluden al órgano de la violencia masculina. Notablemente, ‘Joe Camel’ es parecido a un falo y auto-similarmente le hace propaganda a los cigarrillos, como un herm. Su cara fálica se convierte en herm—con el cigarrillo auto-similar como una pequeña rama fálica.

Si vemos a una propiedad como la que ‘tienen’ los privilegiados, el cap-ital sería la propiedad masculándose a sí misma hacia una auto-similaridad fálica, creciendo sinfín a través de merecer una y otra vez un mayor nombre monetario, y trabajando o produciendo para ser suficiente al nombre, creando un flujo de regalos (escondidos) hacia un ‘uno’ que se centraliza y se agranda infinitamente. Una imagen económica auto-similar de la masculación con motivaciones fálicas (de hecho la sangre corre a la glándula como los regalos escondidos corren a las inversiones capitales), el cap-ital transforma a sí mismo desde una palabra, controlando el comportamiento de los trabajadores a través del salario, adentro del valor-equivalente ‘dinero-muestra’ de los productos de intercambio. Una acumulación que le permite a alguien decirle a los otros que hacer, el capital crea un capitalista fálico de muestra en su imagen. Pero también lo crea en su imagen. Ahora tenemos muchos grandes capitales, que retienen al estado. Sus cabezas son los pilares y los capital-istas de sus comunidades.

La erección aparece ser el uno privilegiado y tiene una relación con un objeto sexual que también es escogido por el momento como la muestra uno-muchos—por ejemplo, una mujer como muestra de todas las mujeres. Atenea sirvió como la mujer muestra (hipostatizada) quien ayudaba a los ciudadanos adquirir su parada-en-común fálica. El fascio también era un atado de tallos de trigo vínculado por uno de su tipo. Una función parecida animó al saludo fálico nazi ‘Heil Hitler.’ Tienen que haber maneras de organizar al estado que no requieren el liderazgo de los falos. (De hecho, la erección-en-común alude a la violación por las pandillas.)

No es un equivalente entre palabra y cosa (o erección y mujer escogida) que crea el ‘significado,’ pero la respuesta a las necesidades humanas con respecto a las palabras y también a las cosas y a la proliferación positiva que resulta de las necesidades co-municativas. Similarmente, no es el equivalente ni la correspondencia entre el dinero y los productos que crea el valor económico, pero la respuesta a las necesidades comunicativas y también materiales, a pesar de la situación generalizada de no dar.

Las correspondencias entre palabras y cosas, dinero y productos, hombre y niño, hombre y mujer continuamente nos muestran las estructuras uno-muchos y sus relaciones de igualdad abstracta y el modelado más allá de las necesidades. Ésta es otra razón por la que no reconocemos el valor como un regalo atribuido y apreciado en común en todas las distintas áreas. Cada área auto-similar del patriarcado es considerada separada e  independiente de los otros porque su muestra concepto es evidente y diferente de las otras.

Además, a menudo las ‘muestras’ aparecen ser la fuente de su propio valor. La relación entre el presidente y el electorado, o senadores y congresistas y el electorado, es visto completamente diferente de la relación entre el dinero y las mercancías, por ejemplo. (Vea la Figura 38.) Mientras que es verdad que las balanzas son muy diferentes, pienso que también hemos aprendido a no mirar, y a descontar las similitudes cuando las vemos.

Entonces nuestro punto de vista del patriarcado es fragmentado, dividido y vencido, y nos encontramos atendiendo a una parte de este a la vez, en vez de hacer una crítica general y proponer una alternativa global. Las críticas parciales sólo pueden producir resultados parciales, sin interesar su importancia, porque otros aspectos del sistema patriarcal se hacen cargo de esto. Otras ‘cabezas’ de la hidra están listas para atacar, cuando una ya ha sido decapitada.

Al trazar los patrones que crean estas ‘cabezas,’ podemos enfocarnos colectivamente en todo el mecanismo. El capital es, después de todo, sólo una de las cabezas de la hidra.



El valor del intercambio es cualitativamente simple y único, para que pueda ser dividido cuantitativamente. El dinero es la ‘palabra-muestra’ que satisface la necesidad de comunicarse que surge del valor de la clase de co-municación alterada que es el intercambio de la propiedad privada. Es una necesidad comunicativa para un representante que da mientras no da.

Karl Marx, Capital, vol. 1, Londres, J.M. Dent, 1962, p. 41.

Ibid, p. 42.

La computarización de la banca y las tarjetas de crédito están desmaterializando el dinero, transformándolo de nuevo desde una palabra material a un elemento del lenguaje.

Eva Keuls, The Reign of the Phallus: Sexual Politics in Ancient Athens, Berkeley, University of California Press, 1985.

Jean-Joseph Goux, op. cit., pp. 44-47.

Eva Keuls, op. cit., p. 44, ff.