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Theory
of The Gift Economy


Para-Donar

Introducción
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23



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Para Donar
Genevieve Vaughan

Capítulo 4

Definiciones e intercambio

Nombrar y su forma más complicada, la definición, constituyen momentos especiales del lenguaje donde las palabras mismas son dadas para satisfacer las necesidades metalingüísticas (necesidades respecto del lenguaje mismo) de los que escuchan. Al nombrar las cosas para el otro, o al definirle las palabras, le proporcionamos los medios de producción de la co-municación lingüística. Esta situación es diferente del discurso en sí, porque el nombrar y el definir están al menos en parte descontextualizados y sus procesos internos son de una clase especial. Nos salimos del flujo del discurso hacia un metanivel, para entregarle al que escucha algo que aún no tiene, un término ‘nuevo’ que satisface alguna necesidad comunicativa constante y general.

La necesidad que se satisface con el flujo del discurso, a diferencia es una necesidad de una relación presente y contingente con algo, que se satisface cuando el hablante da al oyente un producto verbal, combinando palabras (cada una de las cuales considerada como nombre descontextualizado nos proveería con una relación constante) en oraciones. En el discurso, el oyente mismo podría, en principio, construir las frases del hablante, pero no ha reconocido (en esa instancia) la necesidad de formularlas. En el caso del nombramiento y definición, el que escucha necesita las palabras apropiadas, que aún no tiene y que por eso no puede usar. Su necesidad es comparable con la necesidad material de los medios de producción—sólo que en este caso se trata de medios de produccion para la producción de regalos verbales.

En los procesos de nombrar y de definir, el hablante efectúa un servicio para el oyente, comprendiendo lo que éste necesita saber y brindadole  una palabra adaptada de tal manera que la pueda aprender. Si una persona está hablando con un infante o con alguien que habla un idioma extranjero, puede decir la palabra  al mismo tiempo que la ‘cosa’ está presente como dada por la experiencia. Esta también la puede indicar, alzar o sostener  hacia la otra persona etc. Sin embargo, si piensa que el oyente ya tiene algún conocimiento del vocabulario de ese lenguaje, puede construir una frase definitoria usando términos que imagina que el oyente ya conoce.

Para hacer esto, es necesario colocarse en el lugar de la otra persona, pensar en sus conocimientos, ‘leerle la mente,’ acerca de su vocabulario y su experiencia de vida. La definición requiere  la orientación hacia otro de parte del hablante  Este puede adivinar qué palabras usar por haberlas escuchado del otro, cuando hablaba y ella escuchaba. El que habla o el que escribe tiene que usar términos que supone que los otros ya saben, aunque esté definiendo una palabra para el público en general. Si una definición escrita no es clara, el lector se ve obligado a adquirir más conocimientos lingüísticos en otras fuentes; por ejemplo, en un diccionario. Sin embargo, aun las definiciones impersonales del diccionario requieren que los que definen usen términos que los otros puedan entender. Las definiciones no se mantienen solas, como  los filósofos (influidos por las ecuaciones y el intercambio) suelen pensar. Son regalos de palabras de una persona a otra o a muchas otras.

El definiens es una frase que forma parte de la definición que funciona como un regalo sustitutivo y provisional por la cosa definida, permitiendo que la relación general social de la cosa con su nombre se lleve al frente. El nombre es la palabra-regalo social y constante que satisface la necesidad comunicativa general respecto de esa clase de cosa en la sociedad en general. El que habla da un regalo individual provisional (definiens) sustituyendolo por la cosa dada, y por la palabra-regalo social (definiendum) y la entrega al que escucha. Por ejemplo, tanto ‘el animal peludo y amigable como la mascota de Tía María’ como ‘felino doméstico’ son ambos regalos provisionales, que se pueden dar a quienes escuchan  para definir la palabra ‘gato.’ Su selección, o la selección de otras variaciones, depende del vocabulario y de la experiencia que tenga el que escucha (y su necesidad comunicativa), según la interpretación del que habla. El definiendum es provisto como un regalo sustitutivo social y constante (el nombre) para aquella clase de cosas y para cualquiera de los otros definiens respecto a esa clase de cosas. (Vea la Figura 3.)

La implicación es: Lo que el definiens ha hecho con respecto a la cosa, el definiendum puede hacerlo y más. En nuestros ejemplos, ‘El animal peludo y amigable como la mascota de Tía María’ escoge una ‘muestra’ de gato, mientras que ‘felino doméstico’ ubica el animal en una taxonomía, que requiere de un sistema complejo de interrelaciones de definiens y definienda para distinguir entre categorías similares. El definiendum ‘gato’ es más general que cualquier definiens (cualquier frase que define) y toma el lugar  de todas las posibles frases definitorias como el nombre de aquella clase de cosas para los hablantes de ese lengua.

Al proveer el nombre mediante el proceso de sustituir el definiendum por el definiens, el que habla está regalando las palabras, que a su vez otros le han regalado. Este proceso gratuito de regalar, recibir y pasar a otros, crea subjetividades humanas en relación con el lenguaje, con cada uno y con una enorme variedad de cosas, eventos e ideas cualitativamente diferentes. En esta relación mediatizada lingüísticamente, nosotros los humanos nos encontramos como una especie que se constituye a sí misma y que somos capaces de vincularnos de casi tantas maneras como las experiencias que tengamos. Usamos los procesos de regalar y los regalos verbales para vincularnos entre nosotros, a un nivel recién creado de organización de las experiencias—un nivel de asuntos compartibles, dados linguísticamente.

La definición es una suerte de ‘paquete’ que contiene varios regalos en diferentes niveles. Al crear un definiens, juntando los términos que el oyente ya tiene, el hablante le hace un servicio a éste. El relaciona algo que hay en el mundo, y el definiens al definiendum, y proveyendo al oyente con el uso de una nueva palabra. Las “cosas” en el mundo —los gatos, por ejemplo—son obligados a ceder por el momento como regalos co-municativos, porque ahora efectivamente  hay una frase-regalo sustitutiva que se le entrega al oyente en su lugar—por ejemplo, el definiens ‘felinos domésticos.’ Entonces, la combinación de palabras, la frase que constituye el definiens, ‘felinos domésticos,’ también es obligada a ceder su posición equivalente en favor del definiendum, ‘gato,’ que se hace cargo. Tanto la cosa dada por la experiencia, ‘gato,’ y el definiens, ‘felino doméstico,’ dan su lugar al definiendum, ‘gato’ como el regalo verbal por medio del cual la comunicación usualmente ocurre con respecto a esa clase de cosas para la gente en esa co-munidad.

La palabra ‘gato’ es más usada para hablar acerca de los gatos y, por lo tanto, es más general que los definiens ‘felino doméstico,’ o ‘un animal como la mascota de la Tía María,’ o ‘un animal peludo y amigable con una cola larga.’ Es usada por más gente con mayor frecuencia que cualquiera de estos definiens. Sin embargo, éstos podrían utilizarse en caso de que surja la necesidad comunicativa contingente de hablar de esos animales de esa manera, con ese nivel de especificidad. ‘Gato’ es más constante y más general que ‘un animal peludo y amigable con una cola larga.’ Le dimos el nombre ‘nombre’ a la palabra ‘gato’ y no a frases tales como ‘un animal peludo y amigable  con una cola larga,’ etc.

Todos estos regalos están ligados por la necesidad comunicativa metalingüística del oyente, y el servicio del hablante que satisface las necesidades. El hablante no guarda para sí su conocimiento del léxico (aunque algunas élites y grupos cerrados lo hacen), sino que lo da libremente al que escucha, preocupándose por crear y proveer un definiens que el oyente pueda entender.

Pese a ser un paquete de regalos, la definición no funciona internamente según  el proceso dador-regalo-recipiente, como lo hace la frase transitive (como lo hemos estado diciendo ). Funciona en vez por una sustitución interna y  por una sustitución externa.

Ambos un dato no-verbal y una  frase ceden su lugar a una palabra general, el nombre que toma su lugar como regalo sustitutivo constante co-municativo  que satisface las necesidades.

Quiero mencionar que el verbo ‘ser’, contenido en la definición es el sustituto para los actos de sustitución que son el definiens y el definiendum al cual ambos ceden  implicando que estos actos identicos, porque como actos son sustituidos por la misma palabra, trayendo así toda la operación  ordenadamente al presente. (Vea la Figura 4.)

La relación de las palabras con las palabras y de  las cosas con las palabras en ‘la niña golpeó la bola’ es diferente de la relación de las palabras con las palabras y de  las cosas con las palabras en ‘una bola es un objeto redondo usado para jugar.’ En el primer caso, la frase completa es un regalo y contiene dentro de sí el regalo del predicado que el sujeto le da al objeto. En la definición, alguien está entregando el regalo de una palabra a otra persona que no la conoce, mediante la sustitución de algo que el oyente conoce. Por ejemplo, ‘un objeto redondo que se usa para jugar’ es sustituida por algo  que el oyente no conoce: la palabra nueva ‘bola.’ El hablante es el sujeto donante que da  el definiens y el definiendum al oyente que es el receptor del definiendum como una adquisición permanente. El definiens cede su lugar al definiendum, que toma su lugar del mismo modo en que la cosa ‘cede su lugar’ primero al definiens y luego (de manera permanente) al definiendum como su nombre.

El que escucha tiene una necesidad metalingüística inmediata de una palabra que no ‘tiene’. La memoria y la comprensión de ese patrón fonético constituyen ‘los medios de producción’ de una palabra-regalo que los hablantes pueden dar, para satisfacer las necesidades co-municativas de otros y que los oyentes pueden recibir creando vínculos con ellos respecto de esa clase de cosa. El hablante da la nueva palabra satisfaciendo así la necesidad metalingüística del oyente.

Origen del intercambio

Los procesos de sustitución y de ceder en la definición y en  el nombrar, son los procesos originales desde los cuales se deriva el intercambio. En el intercambio  estos procesos han sido retransferidos en patrones de interacción no-verbales, y distorsionados para mediar la clase de necesidad co-municativa que surge de la relación  humana mutuamente exclusiva de propiedad privada. Las estadísticas muestran que en el mundo muy poca propiedad privada—quizás sólo el 1%  está en manos de las mujeres (quienes, sin embargo, son bien capaces de ejecutar los procesos de nombrar y de definir). Es más, la propiedad privada es una institución que pertenece a las llamadas sociedades ‘desarrolladas,’ y no a las llamadas sociedades ‘primitivas,’ que no obstante también tienen deben tener los procesos de nombrar y de definir. Entonces, el lenguaje basado en la inclusión mutua del regalo precede al intercambio y a las relaciones de propiedad basadas en la exclusión mutua, que son mediadas por éste. Los procesos de nombrar y de definir donde la sustitución y el ceder son predominantes, han sido estirados y alterados al haber sido transferidos al plano material. Esto se advierte especialmente en el intercambio monetario, donde según su función como regalo sustituto, el dinero crea una imagen auto-similar de la palabra, en una escala diferente. Además en la ausencia del regalar y sin el proceso de intercambio, la institución de la propiedad privada mutuamente exclusiva sería esclerótica e inmanejable, puesto que cada propietario no tendría acceso pacífico a la satisfacción de sus necesidades por los otros.

El uso de estos procesos lingüísticos para evitar el regalar y para mantener  el aislamiento de cada uno de los operadores económicos, contradice el principio fundamental de la vida y el lenguaje, que es el dar y el recibir, y crea un ambiente misógino y hostil, al que los grupos humanos han tenido que adaptarse. De hecho, nos hemos adaptado tan bien que parece ser natural, mientras que los comportamientos agresivos y competitivos que son necesarios para sobrevivir el el  aparecen como inherentes a la ‘naturaleza humana’ (que se expresa ‘históricamente,’ es decir, según el punto de vista masculino).

La existencia de los mismos procesos en el plano verbal y no verbal crea muchas re-verberaciones. Por ejemplo, en nuestra sociedad capitalista actual hay una retroalimentación circular entre la definición verbal y el intercambio no verbal, donde una valida al otro, y asume  la función del otro y viceversa. Una persona o un producto se define por la cantidad de dinero que esa persona o ese producto ‘valga.’ Los nombres, las categorizaciones, los títulos desde ‘mujer policía’ hasta ‘doctor’ tienen un valor monetario.

Al controlar a la gente a través de su salario, que es una definición por el dinero, respaldan el nombrar, catalogar y definir a los otros por su valor monetario como un medio para controlarlos  Lo nombres de los productos y las marcas justifican los precios más elevados. Vemos los procesos de definición como si éstos dieran significado a nuestras vidas. Si tenemos un título, un grado universitario, un apellido de casada, somos ‘alguien.’ Sin embargo, todo este acto de nombrar sucede en una sociedad que no reconoce el regalar, como el principio subyacente  del significado del lenguaje y de la vida.

Restituyendo los regalos a la definición

El intercambio se refleja en la idea que tenemos de la definición, haciendola aparecer aséptica --una ecuación intelectual en vez de un paquete lleno de regalos. Entre los regalos ya mencionados, debemos agregar la consideración más amplia que, a veces, la definición sirve para transmitir socialmente las palabras entre las generaciones, entre los grupos lingüísticos, etc. Es más, encontrando un ‘lenguaje común,’ utilizando las palabras que muchos otros ya tienen, tanto en el discurso como al ejecutar el servicio de la definición, el que habla o el que escribe pueden comunicarse con personas situadas en distintos puntos del espacio y del tiempo. El  debe identificar, usar y construir sobre los términos que otros ya tienen aunque por supuesto, los otros pueden por sí mismos haber hecho el esfuerzo para  adquirir estos términos a través de la educación, desarrollando un cuerpo de conocimiento sobre cualquier disciplina o de algún aspecto de la vida (a veces con un lenguaje propio y especializado).

La necesidad de definir las palabras es común , ya que nadie nació sabiéndolas, por esto las definiciones abundan en libros, diccionarios y tratados. También se explora la naturaleza de las cosas en discusiones que buscan definir las clases de cosas. Si está bien construído, utilizando palabras que otros comúnmente tienen, el paquete de regalos de la definición puede continuar funcionando, independientemente de quienes lo han creado. Los regalos surgen para satisfacer las necesidades del lector, tan pronto como éste abre el diccionario.

Esta habilidad para continuar satisfaciendo las necesidades (meta) co-municativas independientemente hace que el origen humano de la definición y la relación entre el que da y el que recibe parezcan poco importante. En un sentido, podríamos decir que es la sociedad, la colectividad, la que nos da los ‘medios de producción’ verbales, estableciendo así un vínculo con nosotros. En otro sentido, el servicio incondicional y generoso del que define es fácilmente olvidado, cuando usamos las palabras que se nos han dado para establecer relaciones con los otros.

Equivalencia

Cuando ignoramos el servicio o el regalo implícitos en el lenguaje, creemos que el proceso básico del lenguaje consiste en la forma en que las palabras toman el lugar de otras palabras en la definición, y no en la satisfacción de las necesidades. Se produce una especie de fetichización, en el que el ‘significado’ parece proceder de la relación entre las palabras, en lugar de surgir de la relación entre las personas, al usar las cosas o al usar las palabras respecto de las cosas. Entonces ya que los filósofos se han concentrado en las definiciones para hablarnos de todo, desde la humanidad, hasta Dios, hasta el Ser mismo investigamos las definiciones para encontrar la relación entre las palabras y el mundo—y sólo vemos que las palabras toman el lugar de otras palabras en sistemas cerrados. No vemos el nutrir como co-municación, ni vemos la necesidad lingüística co-municativa como una necesidad relevante socialmente que surge necesariamente del mundo y de los otros, cuya satisfacción es un  fin que motiva la interacción verbal y no verbal entre los individuos.

Debido a la plantilla magnética de la lógica del intercambio, la necesidad del otro solo nos parece funcional a nuestra propia necesidad. Su ‘demanda’ debe ser ‘efectiva;’ el debe tener una cantidad de dinero adecuada para sustituirlo por nuestro producto, para satisfacer nuestra necesidad co-municativa por el dinero. No vemos el aspecto de  ‘servicio’en la definición, sólo vemos su llamada ‘función de verdad,’ si su ‘intención’ (o significado) corresponde a su ‘extensión’ (las instancias de esa clase de cosa en el mundo).

‘Un soltero es un hombre que no está casado,’ es un ejemplo que suele usarse porque el definiens y el definiendum parecen corresponder exactamente. Todo hombre que es soltero es también un hombre que no está casado. Definiciones como ésta son regalos que satisfacen solo la necesidad metalingüística de ejemplos filosóficos de definiciones. El aspecto del regalo metalingüístico de la palabra se ha convertido en un aspecto secundario. La orientación del que define hacia el otro parece también irrelevante respecto de la equivalencia de ‘extensión’ e ‘intención.’ Por lo tanto la orientación hacia el otro, se ignora, mientras la definición aparece como independiente y aséptica, no afectada por las relaciones humanas.

Cuando pensamos en el lenguaje, lo hacemos bajo la influencia de las prioridades del intercambio, la necesidad de identificar los bienes, sus medidas y la verificación aséptica y objetiva de su equivalencia para la satisfacción de las dos partes (o de la sociedad en su totalidad). La correspondencia envuelta entre vender y comprar se convierte en  el modelo de la correspondencia entre el lenguaje (precio) y la realidad (mercancías). La motivación hacia la necesidad del otro como un fin es ignorada tanto en el intercambio como en el estudio del lenguaje.

Puesto que las definiciones son hechas con las  palabras que sustituyen otras palabras, la relación entre las palabras y el mundo parece derivarse de la forma de la definición, de la forma de sustitución como un fin en sí mismo—y sin ver la actividad creativa de dar, recibir y ceder. La relación de las palabras con el mundo parece surgir de la forma de la ecuación (x = y), o de las palabras mismas, o de la voluntad de quien las pronuncia. Al concentrarnos en la sustitución, y sin la idea de regalar, es difícil volver al mundo desde el lenguaje, y entonces aparece solamente que “el sentido de un signo es otro signo,” y así en un regreso (aunque sistemático) al infinito como si las palabras no estuviesen del todo ‘enganchadas’ con el mundo.

Regalar en ambos niveles

Parece que ‘re-present-ación’ es un proceso en el que no ha habido una ‘present-ación’ anterior que lo respalde. En cambio la ‘re-presentación’ (tomar-el –lugar-de) es sólo un momento en el proceso de regalar, que es tanto lingüístico como no lingüístico. Sin duda, podemos sustituir un regalo con otro, pero el proceso total, desde la identificación de la necesidad hasta la elaboración del regalo específico— de palabras o frases—que podrían satisfacerla, implica mucho más que tomar-el-lugar-de o sustitución. Implica la orientación hacia el otro, la habilidad de reconocer las necesidades del otro en relación con el mundo y las cosas en el mundo que son relevantes a esas necesidades. Implica el reconocer que uno puede potencialmente satisfacer las necesidades de las otras personas, usando los tipos de cosas apropiadas, y teniendo la motivación de satisfacer al menos las necesidades comunicativas, sino las necesidades materiales. Esto también implica reconocer a los otros como los que satisfacen las necesidades de uno mismo. El punto de vista patriarcal ve el mundo como hecho solamente de aquellas cosas por las cuales debemos competir, y no de cosas que tienen valor porque son relevantes para la satisfacción de las necesidades de los otros.

También es necesaria la orientación hacia el otro para ser capaz de usar las palabras que los otros pueden entender, ponernos en su lugar y considerar lo que ellos no saben como una necesidad que podemos satisfacer. Cada necesidad es un tema con muchas variantes. La necesidad general de comunicarnos acerca de los gatos—para constituir relaciones humanas con respecto a los gatos—abarca todas las maneras en que éstos pueden estar presentes o ser relevantes para los humanos. Individualmente, somos capaces de reconocer esas maneras como necesidades, que surgen de los contextos extralingüísticos o lingüísticos, necesidades que otros puedan tener de relacionarse con nosotros respecto de los gatos. La palabra ‘gato’ se nos ha dado socialmente como un medio para satisfacer, al menos en parte, cualquiera de esas necesidades comunicativas.

Hemos debido recibir de otros materialmente y lingüísticamente en el pasado para poder ser capaces de dar a otros en el presente. Así debemos haber sido los receptores de la satisfacción de nuestras necesidades comunicativas por los que eran orientados hacia los otros que en este caso fuimos nosotros  Tenemos que ser capaces de elaborar  frases nuevas según los patrones transpuestos del regalo—como emparejadores poniendo las palabras en la posición de dar a otras palabras. Más aun, tenemos que buscar y usar los vínculos lingüísticos que creamos con otros y con respecto a los regalos del mundo, para desarrollar nuestra subjetividad social, y la de otros. Regalar es el contenido de la forma de la sustitución, que es la verdadera razón de la existencia de la forma. Es lo que importa de la forma; es la matriz (maternal).

El regalar y el ceder no han sido comprendidos como comportamientos enteramente humanos. En el patriarcado, ganar, dominar y el avasallar han sido sobrevalorados. Sin embargo, el ceder es un complemento necesario de tomar-el-lugar-de otro. Ser sustituido es un complemento relacional  activo y necesario de la sustitución. También recibir es el complemento activo y creativo de dar. En la definición el proceso de sustitución y ceder de los regalos son los elementos funcionales. En la mayoría de las frases en un contexto hablado, el proceso de sustitución está en segundo plano y los procesos de regalar crean transparencia en otros niveles.

Sustituir y ser sustituido son los procesos en primer plano en la definición y el nombrar, porque lo que es dado es una palabra general, un regalo social para una clase de cosa dado a través de una serie de sustituciones. La necesidad que se satisface no es primeramente una necesidad contingente para una relación mutuamente inclusiva de las personas en relación con el mundo, sino una meta-necesidad del otro, de los medios de producción de regalos con respecto a clases de cosas. Tal vez, debido a la fuerza del patrón del intercambio (que es como hemos dicho el descendiente de la definición), el proceso de sustitución y de ser sustituido ha sido unilateralizado, omitiendo el llamado lado ‘pasivo’ de la relación. Al faltar uno de los lados, la relación de sustitución (y de ser sustituido) o de tomar el lugar de otro (y ceder) ha parecido no ser una relación en absoluto. . El lenguaje ya no parece tener ninguna relación con lo que ha sido sustituido. En cambio parece ser, una actividad unilateral puramente verbal sin relación con el mundo, un sistema autosuficiente que usa sonidos arbitrarios de una manera gobernada por reglas para ‘transmitir’ (dar) un ‘significado’ (que tampoco es entendido).

Para los filósofos que ignoran el regalar, la relación de la palabra ‘gato’ con los gatos resulta abstracta; un acto sui generis de parte del que habla (o de la comunidad) que de alguna manera iguala ‘gato’ con gatos, o que impone ‘gato’ encima de gatos, separándolos de los perros y de los monos, tal vez a través de una habilidad ‘transmitida’ (dada) genéticamente. Parece que al nombrar algo lo ponemos en una categoría y éste parecería ser el propósito de la comunicación.

La pregunta que surge es: ¿qué tiene que ver la categorización con el entendimiento? Así caemos en una clase de razonamiento semejante a la propiedad privada—preguntando que cosas pertenecen a qué categorías. Entonces la persona que tiene más conocimientos es la que ‘tiene’ más categorías. Organizamos las categorías en jerarquías de inclusión y de función, ‘transformando’ las frases particulares, sustituyendo nombres más generales por nombres más específicos subiendo los árboles sintácticos, viendo su interacción como gobernada por leyes o reglas, según lo que es apropiado para sus identidades y clases. Después igualamos estas jerarquías con ‘entendimiento.’

El diagrama del árbol (o raíz) sintáctico

Una clase es solo una colección de cosas suficientemente importantes para tener un nombre, que surge de las necesidades comunicativas respecto a éstas.

En un nivel metalingüístico, expresiones tales como sintagma nominal (SN) o sintagma verbal (SV) designan clases de frases, porque los profesores de lingüística necesitan hablar de ellas. Las reglas de la sintaxis muestran como las palabras y las oraciones pueden ‘dar’ una a la otra, mientras que los diagramas de los árboles  sintácticos expresan visualmente la relación del dar como ramas de dependencia. Siempre me parecía que el diagrama del árbol sintáctico estaba al revés—hasta que comprendí que no son árboles sino sistemas de raíces, cuyo flujo de regalos va hacia arriba (de lo particular a lo general) y no hacia abajo (de lo general a lo particular).

La creatividad lingüística, la capacidad de generar frases siempre nuevas, usando un numero limitado de palabras es acompañada y provocada por la habilidad de reconocer las necesidades que esas palabras y oraciones pueden satisfacer. La práctica colectiva que utiliza clases de cosas para satisfacer necesidades, otorga a esas cosas un valor el cual a su vez es parcialmente transferido o dado por implicación a las palabras-regalo que las sustituyen . No es una relación jerárquica categorizante, lo que hace que el lenguaje funcione, sino una dinámica creativa de satisfacción de necesidades que mueve al lenguaje y a la vida.

Creo que las relaciones del regalar dentro de la oración en sí, son los motores de su significado y no la interacción entre las categorías. Equívocamente hemos tomado la parte del nombrar en el lenguaje como la llave de su dinámica. No es la ‘aplicación’ de las palabras a las cosas lo que promueve el cambio de niveles, causando el movimiento hacia ‘arriba’ desde el nivel de la experiencia no verbal hacia el nivel de la práctica verbal; hay un proceso completamente diferente que no estamos viendo.

Le otorgamos a un grupo de cosas algo con lo cual se pueden relacionar como su sustituto. Entonces le transferimos a éste algo de su valor, de acuerdo con la importancia de estas cosas para los seres humanos, porque las necesidades se asocian con ellas. El regalo-sustituto recibe una destinación en la satisfacción de una necesidad comunicativa, que también puede hacerlo útil desde una distancia para la satisfacción de las necesidades materiales; por ejemplo: ‘el pan está en la alacena’ o ‘el tren parte del andén número 12.’ Hay un flujo ascendente de significado o de valor desde el  mundo del que somos parte, y no sólo una aplicación de arriba abajo o un tajar del mundo a través de las categorías. Un metalenguaje es solamente una colección jerárquica de términos categorizantes, un parásito sobre el objeto-lenguaje, porque carece de una dinámica propia del regalo.

La ramificación de un árbol sintáctico debería ser visto en cambio como la coyuntura de elementos que pueden darse entre sí, haciendo así un ensamblaje cooperativo de términos. Podemos dar ‘la’,’ o ‘la’ puede darse a sí misma a ‘niña,’ y llamamos a este acto-regalo ‘sintagma nominal.’ Luego juntas como unidad pueden dar el verbo ‘golpear’ a la unidad que se forma cuando ‘la’ se da a ‘bola.’ Podemos hacer un diagrama con estas unidades nombrándolas ‘el artículo definido,’el ‘sintagma nominal,’ ‘el verbo,’ ‘la oración.’ Estos terminos nos dicen cuales son los que dan, los regalos y los que reciben. Damos algunas partes de la oración, ‘la niña golpea la bola,’ a tales palabras como ‘sintagma nominal,’ para ser sustituidas por ellas. Creemos que sabemos más cuando podemos revelar la jerarquía. Saber quién controla a quién es útil en la vida real pero no nos damos cuenta de los regalos de valor que se filtran desde abajo.

El árbol sintáctico es el árbol que creció en el jardín porque Adán nombró demasiado. No es porque estén agrupadas en categorías o porque sigan las reglas, que las palabras se pegan (se vinculan) en frases. Más bien, es porque se dan entre sí, se combinan, y luego se dan juntas a otra palabra o a una parte de la oración. Pueden hacer esto porque las cosas (y las personas) les han dado a estas. Si negamos el flujo ascendente, lo único que parece existir es un mecanismo nombrante vertical de arriba abajo, y no podemos entender como las palabras están enganchadas con el mundo.

La pregunta no debe ser, “¿Dónde se divide en ramas el árbol sintáctico (fractal)?” sino “¿Dónde se junta el sistema de raíces que trae los regalos de valores que ascienden por la planta?” La pregunta es, “¿Quién está alimentando a quién?” y “¿Quién está cuidando a quién?”—el mecanismo nombrante o el mecanismo donante que confiere valores?

Masculación

Las palabras mismas, regidas por la sintaxis, podrían parecer que contienen el secreto de su propia relación con el mundo. Creo que esto es una ilusión que surge de la definición del género que exacerba los aspectos de la sustitución.

¿Qué sucede cuando un niño se da cuenta de que él es de un género distinto al de su madre donante? Como en las otras instancias de nombrar o de definir, el nombre o el definiendum ‘niño’ le causan a él (como un bien material) el ‘ceder’ como el regalo no verbal. Antes de que él comprenda lo que los adultos están diciendo, el niño se considera igual a su madre. Pero cuando empieza a comprender la implicación del término que se refiere a su género, se da cuenta de que él no debería ser como ella. El ser nombrado o definido como un niño (con la definición social de ‘masculino’) de manera contradictoria hace que el niño renuncie al carácter de regalar, para diferenciarse así de su madre. (Vea la Figura 5.) El nombre que se le da por su género es mucho más perjudicial para él de lo que podemos imaginar.

Como su propia vida depende del cuidado que su madre le da, un cambio de categoría, para parecerse a su padre, podría parecer una situación muy espantosa. El niño se hace semejante a alguien que usualmente  no conoce muy bien, que puede parecer (como la palabra que está ‘tomando el lugar’) solo un dominador abstracto. Un aspecto del lenguaje se injerta en el comportamiento de género del niño. La sustitución, como parte del proceso de definición, autoreflejandose ocupa el lugar del proceso del regalo, que cede. La categorización se hace más poderosa que la co-municación. Las palabras ya no son regalos comunicativos benignos, sino varillas mágicas que pueden cambiar la identidad del niño.

La pregunta “¿Qué es el hombre?” realmente deriva de esta  pregunta “¿Qué es el hombre si no es como su madre?” La respuesta es—ésta es una pregunta falsa. El hombre es como su madre, un ser que cuida, pero el es alterado al ser nombrado por su género, el nombrar entonces se convierte en una profecía que se auto-cumple. Puesto que es sólo una palabra la que se lleva al niño por arte de magia, las palabras aparecen como muy poderosas. Puesto que sus papás, antes que él, han tenido la misma experiencia, este asunto es algo que los varones tienenen común. No es evidente para el niño—ni para nadie en la sociedad—que se ha hecho una distinción falsa y arbitraria. Al contrario, la comunidad basa la diferencia con la madre sobre el factor biológico de sus genitales—él tiene un pene como su padre, mientras que la madre no lo tiene. Pero si cuidar es la base de la comunidad y de la comunicación, entonces no existe realmente nada, ningún contenido disponible para esta categoría oposicional. Para llenar este vacío, la sustitución, la definición, y la categorización mismas empiezan a ser el contenido de la identidad (masculina), de aquellos a quienes se les ha dicho que no deben cuidar de otros.

En este caso, las palabras son asignadas un papel social no como regalos sino como poderosos abstractos categorizadores, que asumen poder y controlan la identidad de una persona. Según el mecanismo de sobrevivencia, de imitar al opresor, los niños empiezan a ser como la palabra—como lo hicieron sus padres antes que ellos. La identidad del género masculino imita el aspecto de nombrar o ‘definir’ del lenguaje y el proceso de tomar-el-lugar—dándole importancia a la equivalencia con el otro, el padre quien está ocupando el lugar de la madre (que cede) y también el lugar de los otros hombres. El pene tiene un papel importante en esto pues es esa característica física que sitúa al niño en la categoría de su padre.

Los símbolos fálicos están en todo lugar, a pesar de que hemos aprendido a ignorarlos y a negar su importancia. La ecuación misma, como un momento de similaridad y de intercambio, recibe regalos de atención y de valor de los muchos. Tal vez, el símbolo de igualdad (=)  estaba formado originalmente por dos pequeños símbolos fálicos. Es esta característica (o propiedad), que el niño tiene y la madre no tiene, la que lo saca de la categoría de cuidar de la madre. Los efectos psicosociales de ‘tener’ o de ‘no tener’ esta característica física se han vuelto inmensamente importante, como veremos.

El niño tiene muchos privilegios. De hecho, el cuidado que se le da es  mejor porque es varón, al cuidado que se le daría si fuera hembra como su madre. A menudo, se lo valora como un ser superior, incluso a ella. Como la palabra, él tiene la capacidad de la sustitución y en ausencia de la orientación hacia el otro y el regalar, se convierte en tomar-el-lugar y dominar. Se lo ‘compensa’ con esa capacidad y con esos privilegios por haber renunciado a su identidad de cuidar.

He acuñado la palabra ‘masculación’ para referirme a este proceso en el que el niño es socializado en una identidad falsa, de no cuidar, encarnando la palabra que lo aliena. Me parece que éste es un momento esencial en el desarrollo del hombre, que no es reconocido y que, por lo tanto, reproduce imágenes autosímilares en muchos otros aspectos de la vida. Al actuar estos procesos en las diferentes gamas sociales, la colectividad espera, inconscientemente, poder deshacerse de esta falla fatal creada por ella misma. Al mismo tiempo, hay muchos mecanismos de seguridad que la mantienen operando, impidiendo que podamos ver con claridad lo que está pasando.



Sin el altruismo y la orientación hacia el otro, no podemos justificar la sociedad o la cultura. No hay ningún grupo que pueda sobrevivir como un conjunto de egoístas aislados. La cohesión social es provista por el proceso oculto del regalar y por la orientación hacia el otro, especialmente de la mujer.

No solemos considerar la comprensión del que escucha como la satisfacción de su necesidad, pero la vemos expresada en otras palabras, como la necesidad de un comprador tiene de expresar en dinero una demanda efectiva. De otra manera no “existe” para el vendedor.

El acercamiento a la semiosis iniciado por Charles Sanders Pierce, Collected Papers, Harvard University Press, Cambridge, 1931-35, (1931, 2.230) ha atrapado a sus seguidores en una deconstrucción ad infinitum, dentro del plano de la definición, lejos del ámbito de la co-municación material del regalar. Las cadenas de sustitutos niegan la importancia del “regalo,” el regalo que satisface necesidades.

El movimiento de la no violencia liderado por Gandhi demostró la importancia política de “hacerse a un lado,” y nos permitió reconocer lo que las mujeres han estado practicando personalmente. Usar el “hacerse a un lado” como una respuesta al “tomar el lugar” hizo que los que tomaban el lugar advirtieran, entre otras cosas, que su acción era de relación. El regalar y el ceder son los regalos que son la base de la relación de de la re-present-ación.


En su Curso de lingüística general, Ferdinand de Saussure distingue la langue—el léxico, la colección de palabras sacadas fuera de contexto y relacionadas entre sí de manera puramente diferencial—y la parole o discurso. Nombrar y definir pueden aparecer como prerrequisitos para el resto del discurso (a pesar de que aprendemos palabras sencillamente escuchando las conversaciones de los otros). Considero que el proceso por el que adquirimos palabras y las consideramos en sí mismas fuera de contexto, en su generalidad, es distinto al proceso en el que las usamos poniéndolas juntas. El proceso de la definición del regalo interno es diferente del discurso, que es el modelo oculto del intercambio. Esas frases son lo que Roman Jakobson llamó “frases ecuacionales.” “The Speech Event and the Functions of Language” en On Language, compilado por Linda Waugh y Monique Monville-Burston, Harvard University Press, Cambridge, 1990.

Véase el capítulo 9, donde aparece un análisis más completo del verbo “ser.”


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