Capítulo 19


Soñar y realidad

Creo que nuestra división conciente-subconsciente podría ser la reproducción interna de los dos paradigmas. (Tal vez hasta el funcionamiento de ambos hemisferios cerebrales, el izquierdo y el derecho, representan esa división.) Por supuesto, es difícil captar esto porque mientras estamos despiertos, por lo menos, nos encontramos ante nosotros mismos en un estado de conciencia. Y es en ese estado de conciencia en el que a menudo cumplimos con nuestras propias definiciones de nosotros mismos, concretando una profecía autocumplida.

Los regalos de palabras rondan en algún lugar de nuestros reservorios mentales, listos para aparecer cuando los necesitamos. Están ahí, vibrando en resonancia con las palabras de la misma clase de todos los demás. A medida que nos movemos en el mundo externo, todo aquello con lo que nos encontramos posee la cualidad de una relación potencial con nuestras palabras y sus combinaciones, y/o con las palabras de otros. Nuestras necesidades comunicativas de vincularnos unos con otros en relación al mundo, surgen y se satisfacen con los productos colectivos de generaciones anteriores. Nosotros, individual y colectivamente, volvemos a combinarlos y a usarlos para crear regalos nuevos cada vez, con los que las partes de nuestro mundo se relacionan en tanto sus sustitutos en la comunicación.

Creamos conjuntamente nuestras subjetividades ad hoc, dándonos regalos unos a otros, tanto materiales como lingüísticos. El gran potencial del desarrollo humano contenido en estos procesos está obstaculizado en el patriarcado. Sólo nos queda suficiente humanidad colectiva como para seguir entendiendo nuestro lenguaje, para transmitir información y funcionar como promotores eficientes de los egos que hemos desarrollado a través de la definición, de la auto-definición y del intercambio. El hecho de que de alguna manera continuamos viviendo es evidencia, no de la funcionalidad del ego masculado sino de la creatividad del regalar y de la vida misma, que nos llevan con su corriente a pesar de la cáscara vacía del ego auto-reflejante y de la sociedad auto-semejante.

En el patriarcado, generalmente, la comunidad que conformamos a partir de la comunicación es destruida en mil pedazos o permanece como deseo, una abstracción suspendida en el aire en algún lugar a nuestras espaldas (algo que pudo haber sido, un ideal, la posibilidad de un mundo diferente). Nuestras palabras-regalos han sido dirigidos hacia los objetivos del intercambio, a través de la publicidad y de la propaganda, y nosotros nos auto-motivamos de acuerdo a escalas de prioridades que nos definen a nosotros y que definen a los otros, ubicándonos como privilegiados en lo más alto, apuntalados por las posesiones del uno privilegiado, o por las relaciones y posiciones dentro de otras jerarquías. Ni siquiera notamos la presencia de la sociedad en nuestras palabras, mucho menos en nuestras vidas, porque la propiedad privada (aun de nuestro estado de conciencia) no promueve a que miremos hacia afuera y veamos a los otros como fuente de nuestro bien o como teniendo necesidades que nosotros podríamos satisfacer. Nuestros pensamientos parecen ser ‘propios,’ porque estamos aislados de los otros. En cambio, en tanto individuos, somos la comunidad alienada, pensando.

Si pudiéramos volver a brindarnos materialmente cuidados nutricios unos a otros, podríamos recrear nuestra comunidad y a nosotros mismos sobre una base terrenal más sólida, sanándonos unos a otros y al planeta. En lugar de esto, nos fijamos en los valores del ego y no en los cuerpos—los egos de los ricos compiten con los cuerpos de los pobres. Abunda evidencia de parasitismo. Todo sitio de pruebas nucleares, cada basurero, mina, pozo de petróleo, son testimonios de la destrucción de la madre tierra con el propósito de obtener los regalos llamados ‘ganancia’ que el intercambio trae consigo.

Nuestra posibilidad de compartir ha sido relegada a un pasado mítico (o al paraíso infantil) y a los subproductos de las actividades del ego. Se ha convertido en el inconsciente colectivo ya que en nuestra sociedad el estado de con-sciencia (conocimiento conjunto), tiene como base a las definiciones y al intercambio. Quizá no sea Perséfone, la hija de Deméter, el personaje más importante de la historia mitológica griega sobre una madre que sufre la pérdida del hijo, sino Hades, el hijo de Gaia, el joven que se convirtió en el dios del submundo.

Sabiduría del corazón

 

Nuestro corazón bombea la sangre para que lleve oxígeno y nutrientes a las células, cuando la sangre nutre la célula y se agota regresa al corazón a nutrirse nuevamente. Éste es un arquetipo fisiológico que el paradigma del intercambio no nos deja seguir. El subconsciente también, individualmente, nos acerca información relegada, y nos llegan ideas de quién sabe dónde, de la nada, regalos de origen desconocido que quizá decimos son de nuestro sí mismo, de nuestra imaginación, o de Dios.

Los seres humanos somos básicamente seres que aman. Nuestras estructuras sociales y la lógica del intercambio son distorsiones patriarcales del amor. La experiencia de compartir y cuidar en la relación original madre hijo/a es, a menudo, la única experiencia de amor gratuito que tenemos, y se convierte en nuestro modelo por el resto de nuestra vida. Por eso, la niñez es tan importante para nuestra psicología. Por el resto de nuestras vidas tendremos que tratar con las distorsiones y los bloqueos del amor. Nuestra nostalgia por la niñez y aun por la matriz, es la nostalgia por ese primer período de bienestar que nunca volverá, porque no hay una estructura social ni económica, que lo permita. Nuestra independencia está tan distorsionada que despreciamos cualquier dependencia en vez de honrarla. Insistimos en estar solos, y sin embargo somos una masa de individuos implorando ser tocados, acariciados, alimentados, y apoyados.

La libre circulación de la sangre entre la madre y el hijo o hija, en el útero, es el paradigma natural de una sociedad sana. Es el modelo de colaboración para dar vida, en el que dos corazones bombean la sangre y comparten los nutrientes. Como el viento que se desplaza desde un área de alta presión a un área de baja presión, la buena circulación debería desplazarse desde los que más tienen hacia los que tienen menos. Una vez que la niña nace e inhala el aire con sus pulmones, inicia la interacción con el mundo exterior libre, recibe y percibe todo lo que puede del medio ambiente abundante; da su nueva humanidad a la mirada de los espectadores, su tacto a los otros cuerpos, diciendo quién es y quién será.

La circulación en el útero ha comenzado en un nivel nuevo—sale del cuerpo y sigue entre dos cuerpos. Los corazones ya no bombean la misma sangre pero bombean alegría, lenguaje, movimientos, gestos—fluyen bienes y cuidados hacia la necesidad que es reconocida. El niño recibe en forma creativa, es una criatura interpersonal, un corazón interpersonal, un sujeto que requiere atención y que también da atención. La leche fluye hacia el estómago del bebé a través de su boca activamente receptiva. No se le niega. No hay chantaje, ni sobornos, ni pagos. Aunque sus señales nos hacen saber de sus necesidades, no se trata del intercambio, son productos gratuitos que emanan desde todo su ser.

Como en la sinapsis, donde los nervios no transmiten los impulsos por contacto directo, sino mediante procesos que atraviesan espacios diferentes, la vida en muchas de sus formas se transmite gratuitamente desde la madre hacia el hijo/a, del niño/a hacia la madre y hacia todos los que lo/la aman. Madre e hijo/a se complacen en la libertad de su dar. Ninguno de los dos siente vergüenza por esta relación de dependencia, la que requiere y permite la circulación; de la misma manera que nadie se avergüenza de su dependencia del aire, que requerimos y que permite nuestra respiración. Podemos recibir gratuitamente lo que se nos da y dar gratuitamente en esta relación, disfrutando y tocándonos desde el exterior, sensación que atraviesa y entra en la sensación, compartiendo tiempo fuera del útero.

Puesto que nuestra sociedad se avergüenza de la dependencia, por la necesidad de dar gratuitamente—pero haría cualquier cosa por tenerla, construimos barreras cada vez más grandes contra ella. Esas barreras incluyen cierta flexibilidad, lugares por donde se puede descargar la presión que se acumula en nosotros porque no podemos tener lo que realmente necesitamos. Sin embargo, seguimos trabajando para obtener más de lo que necesitamos, de modo que nos parecerá gratuito—pero sólo para nosotros, no para los otros. Puesto que sólo recurrimos a nuestra propia experiencia en tanto niños con nuestras madres, para luego encontrar que el mundo y las reglas son diferentes, podemos llegar a creer que nadie más necesita tener la experiencia de un cuidado nutricio gratuito.

En cambio, la circulación gratuita/libre desde los que pueden dar a los que necesitan, la habilidad para pedirlo libremente/gratutitamente, de recibir libremente/gratutitamente, de dar gratutita/libremente, es el proceso básico a través del cual el fluido de la vida circula sin impedimentos. La conciencia de las diversas cosas que se dan y se reciben es compartida como se comparten la percepción o el lenguaje, gratuitamente/libremente en todas sus transformaciones, a medida que los regalos pasan de una persona a otra, desde la naturaleza a las personas, desde las personas a la naturaleza y a diferentes personas. Éste es el nuevo estado de conciencia de la naturaleza, una evolución, un nuevo compartir la vida con la vida.

El dar y recibir vida no están confinados a la concepción, al embarazo o a dar a luz físicamente. Más bien, sucede cada vez que se satisface una necesidad. El intercambio, al ubicarse entre el que da y el que recibe, entre el que regala y el regalo, entre el que recibe y el regalo, ha obstaculizado la sinapsis y nos ha confundido. Los procesos están distorsionados, ya no son gratuitos/libres. Ya no damos y recibimos vida en forma creativa e inteligente, sino que basamos nuestras interacciones en la masculación. Recientemente se ha ofrecido un premio al primer hombre que quede embarazado. Al mismo tiempo que dar y recibir es explotado y desmerecido fuera del útero en todos lados.

Nuestro sueño en común

 

Podríamos considerar a los juicios de realidad y de irrealidad (y del despertar o del soñar) como dependiendo de si el modo de intercambio y la relación de concepto masculado han entrado en juego o no. Soñar explora otras regiones sincréticas, libera las muestras de su investimiento fálico y satisface nuestras necesidades de comprender a través del simbolismo, que no es uno-a-uno o uno-a-muchos, sino que está ‘sobre-determinado,’—donde una imagen representa una cantidad de temas, eventos, elementos diferentes, que aparentemente no están relacionados entre sí. Diversos tipos de complejos y sincretismos permiten asociaciones que quizá nunca haríamos dentro de nuestro sistema de clasificación jerárquico (y sistema de clases sociales).

En los sueños, las imágenes no tienen que atenerse a las instrucciones, relacionándose con muestras o con palabras, para proveernos de ayuda fáctica socialmente convalidada para manejar nuestras vidas en el mundo ‘real’ de la vigilia. En cambio, libres de prejuicios pueden satisfacer nuestras necesidades apenas llegan a nuestra mente o a nuestra memoria. Son subjetivas, a veces primero-yo, pero sin la hegemonía del ego masculado. En sueños, nuestras necesidades son satisfechas de acuerdo al principio del placer, sin que nosotros tengamos que trabajar para lograr la satisfacción. Nuestras necesidades reales son simbolizadas, nuestra intuición las reconoce. Hay ayuda real. En sueños nos tratamos como si viviéramos en una economía del regalo. La razón por la que el soñar es sólo subjetivo y fundado en el deseo es porque el mundo externo está enmarcado por el intercambio. Los terapeutas autor-itarios podrían fruncir el ceño ante esta modalidad ‘regresiva’ e ‘infantil,’ pero ¿por qué no verla desde otro punto de vista, como utópico y maternal? Los sueños parecen ser la satisfacción de las necesidades co-municativas a nivel individual. Si pudiéramos satisfacer colectivamente nuestras necesidades co-municativas, todos podríamos vivir nuestros sueños.

Al despertar, el juicio de realidad se pone en juego al mismo tiempo que se inmiscuye la estrategia cognitiva de uno-muchos. Entonces usamos a uno para ratificar al otro. Nos maravillamos de lo tonto que pueden ser nuestros sueños, ignoramos nuestro pensamiento sincrético, avalando así nuestro pensamiento uno-muchos. Esto nos hace negar u olvidar y descalificar nuestros sueños como algo inferior a nuestro estado de vigilia, tal vez, porque nuestras estrategias para recordar son también de la categoría uno-muchos. Los niños pertenecen sincréticamente a la ‘categoría’ de los sueños, como tontos, irracionales y no fálicos. También las mujeres y los deseos, a menudo, son relegados al mundo de las tinieblas de los sueños.

Al sobrevalorar e investir fálicamente al pensamiento conceptual en la sociedad en su conjunto, y al proyectarlo dentro de las estructuras de las instituciones hemos creado colectivamente una realidad social diferente a la de nuestros sueños, y hostil a esa manera de pensar. Al convalidar la ‘realidad’ cada vez que despertamos, también ignoramos el tipo de realidad de la que están hechos nuestros sueños, y a muchas partes no fálicas de nuestro mundo despierto. Puede ocurrir entonces, que cada vez que despertamos afirmemos, sin quererlo, el dominio, la misoginia, y el odio a los niños/as, a la naturaleza y al regalar, cuando nos decimos, “Eso no fue real—esto sí lo es.”

Los sueños, si no otra cosa, satisfacen una necesidad compartida por todos—proporcionando una alternativa, como lo fue el Comunismo para el Capitalismo (y viceversa), comunicándonos que el mundo ‘real’ no es el único mundo y que el pensamiento conceptual fálico masculado no es la única forma de pensamiento. Si los sueños funcionan de acuerdo a procesos de regalar no masculados, los sueños son la clave para un mundo mejor, igual que el lenguaje y la maternidad. El sueño común de la humanidad es el mapa de un mundo a venir. El mandato a la humanidad a ‘despertar’ está errado. En vez de ello, debemos cambiar la re-alidad para hacer realidad nuestros sueños.

La imposición de la re-alidad

 

El lenguaje mismo nos habla, y nos dice que el inconsciente colectivo ha visto algunas cosas que nosotros ignoramos colectivamente. Yo creo que el lenguaje está lleno de claves para justificar los temas que hemos venido discutiendo—como son el concepto masculado, el intercambio, las jerarquías, y el regalar. Las palabras, que mencionamos en esta página, son claves en el camino real que se dirige al descubrimiento de la naturaleza de la ‘real-idad’ (en español ‘real’ remite a realeza). Lo que las claves nos dicen, es que no se puede llegar ahí solo por el camino real. Hay que abordar el ‘tema’ desde otro lado.

La realeza o la realidad, del latín—rex (rey) o res (cosa)—nos dicen del fundamento ‘uno-muchos’ de la re-alidad. El juego de palabras existía ya en latín, realeza-realidad. Señala a los patrones auto-semejantes dominantes en nuestro conocimiento de lo re-al, por fuera del principio del regalar. Y el ego como ‘rey’ también es parte de lo que define esta re-alidad, coincidiendo con éste en la estructura, mientras el ser que regala se mantiene por fuera. La re-alidad es un terreno común, que originalmente proviene del regalar, pero que está gobernado por el pensamiento conceptual capitalista auto-semejante e investido fálicamente.

Basar el pensar en conceptos, descalifica las diferencias—o por lo menos, las vuelven importantes principalmente como signos de otros conceptos. La pregunta verdadera parece ser, “¿Usted, a qué concepto pertenece?” Dejamos de lado sus necesidades, y cuán especialmente interesante y bello es el otro y como brillan sus ojos. En cambio, nos preguntamos si se parece lo suficiente al modelo o a la muestra, para pertenecer al concepto de ‘bello,’ al concepto de ‘adorable,’ o al de ‘exitoso hombre de negocios, o al de ‘académico.’

¿Es la afirmación de la re-alidad masculada el reconocimiento de un externo dado, o la imposición de un regalo que debemos recibir? Tal vez nos sentimos obligados, por el principio de intercambio a ‘de-volver’ algo a la re-alidad. ¿Tal vez re-conocimiento? La re-alidad satisface nuestras necesidades comunes y distorsionadas, pero, puede dejar de lado nuestras sanas y no realistas necesidades individuales. ¿Cuáles son las consecuencias de no recibir el regalo? ¿Abandono? ¿Insania? ¿Y las consecuencias de recibirlo? ¿Renunciamos a las verdades de nuestro punto de vista subjetivo, a favor del punto de vista masculado colectivo, para no quedarnos afuera del concepto de humano y cuerdo? ¿Si rechazamos la re-alidad, ¿somos mal agradecidos, egoístas, ‘auto-indulgente,’ como dijo un psiquiatra sobre la enfermedad mental? Si nos volviéramos locos, tal vez sólo estaríamos desplazando nuestro juicio de realidad desde una postura mediada por la colectividad a una postura subjetiva. Lo hacemos porque todos somos los ‘ambulantes heridos.’

Una visión colectiva egoísta

 

Un juicio de realidad común, después de todo, es una atribución de valor colectiva, que probablemente es más funcional para cada uno de nosotros, de lo que lo sería una atribución puramente individual. Cuando insistimos en la amabilidad, o en el deseo de un mundo mejor, y la gente dice que no estamos siendo ‘realistas’ es porque están apelando a la atribución colectiva de una cualidad o valor que asegura por lo menos cierto grado de funcionalidad—la adaptabilidad del individuo como también del grupo. Dicen que en nombre de nuestro mejor interés (intereses propios), deberíamos adaptarnos al juicio colectivo, sin cambiar nada y sin imaginar algo distinto.

¿Por qué el punto de vista colectivo parece ser menos egoísta? Hay una división entre el sí mismo y la colectividad, y lo que no es colectivo parece ser egoísta. Pero el ego en sí es un producto de la colectividad, y hay muchos mecanismos colectivos y valores que lo fortalecen. También encaja en una especie de orientación-al-ego generalizada del colectivo particular del que forma parte—por ejemplo, la raza, la clase, la religión, la nación.

El ego también depende de la atribución colectiva de valor y de realidad a la configuración interna del individuo, que lo convalida para cada uno de nosotros, pero especialmente para los hombres masculados (exitosos). Las estructuras auto-semejantes de la sociedad realizan esta función. El uno privilegiado, el proceso de intercambio con su negativa a dar, las instituciones basadas en la masculación, en el dinero, y en los conceptos investidos fálicamente, son todos mecanismos sociales por medio de los cuales se le atribuye valor colectivamente al ego individual.

El ego y el egoísmo pueden ser vistos como una postura colectiva, mientras que la postura subjetiva puede realmente ser más pródiga y orientada al otro. Colectivamente podemos ser muy egoístas. Sin embargo, colectivamente podríamos trazar una línea divisoria en algún lugar entre lo individual y lo colectivo, y convalidar un ego diferente, dador, creando así un tipo diferente de colectividad. Tal vez necesitemos un punto de vista tridimensional para poder ver que la división está en el lugar equivocado. Si consideramos que nos pensamos a nosotros mismos como formados y hechos a través del regalo social que es el lenguaje, y también a través de los regalos de la vida, tal vez dejaríamos de imaginar una oposición polarizada entre el individuo y la colectividad, entre el yo y el otro. Este re-enmarcamiento permitiría que la división entre subjetivo y objetivo, subconsciente y consciente, sueños y realidad, sea diferente.

La realidad se afirma y se define por la imposición del modo masculado sobre lo colectivo. La comunidad distorsionada está construida para llevar a cabo esta imposición y su definición como ‘real’ es parte de esta construcción. El juicio de realidad es un meta mensaje que sirve para mantener el statu quo del patriarcado. Entonces, la realidad parece ser sólo mezquindad organizada, basada en la crueldad de la ‘naturaleza humana.’ Así todo vale, porque creemos la meta afirmación, “La gente es así.”

El individuo da valor de realidad a partes de su experiencia, produciendo una atribución permanente con el regalo continuo de esfuerzo de energía. Pero la realidad en sí misma no parece regalar ni incluir el paradigma del regalo. Regalar es continuamente mal interpretado desde lo externo, y el modo de regalar interno pasa desapercibido y no reconocido como tal. A veces, si no estamos abrumados por la escasez y por el trabajo en exceso, podemos experimentar el costado dador de la naturaleza y de cada uno de nosotros, pero estos momentos felices no son muy frecuentes para mucha gente.

Todo esto tiene como efecto no permitir que nuestra modalidad interna de dar tenga su cor-respondencia en la realidad, aunque quizá nuestros esfuerzos para lograr que los otros nos den puedan ser vistos como intentos equivocados de hacer que la ‘realidad’ refleje nuestro dador de regalos interno. (Tal vez el que regala dentro nuestro se nos aparezca como ‘otro.’) Puesto que hemos convalidado el intercambio, y hemos puesto a la madre en una categoría otra, nos parece correcto y armónico que otros tengan que darnos.

Si miramos con compasión a los explotadores, podemos ver que están convencidos de la realidad y hasta de la permanencia de la escasez, y que se sienten desafiados a superar esto individualmente al tomar, es decir, haciendo que otros den. Su propio parasitismo es casi un intento, dentro de la escasez creada por su estilo, de que la realidad los nutra por lo menos a ellos, aunque no nutra a nadie más. Tal vez es un intento de hacer de la realidad su propia madre; ¿Acaso, éste es el motivo secreto de la avaricia? ¿Están ellos solos cada uno chupando la reali-teta?

Si los explotadores creen que merecen más que los otros porque produjeron más, o porque son más fuertes o porque son más inteligentes, están participando de la modalidad del intercambio, y anulando el regalo, que paradójicamente es lo que están buscando. Nadie puede hacer de la realidad su madre, salvo que restauremos el paradigma del regalo para todos. La realidad es una construcción colectiva, y si nosotros construimos la realidad para que nutra sólo a uno o a unos pocos, a expensas de los muchos, destruimos a los muchos—que son la colectividad. Debemos lograr que nuestro dador de regalos interno corresponda con un verdadero dar regalos en lo externo—esto va a liberar tanto al individuo como al colectivo. Mientras tanto, restaurando nuestro contacto con la naturaleza, nos ayudará a encontrar fuera de nosotros un nicho ecológico para nuestro dador de regalos interior. La naturaleza necesita ser cuidada, restaurada a ella misma como la que da gratuitamente/libremente; y luego nos podemos alinear con ella.

El intercambio es en realidad un desplazamiento de lo que sería la solución a nuestro problema—dar regalos interna y externamente. El intercambio requiere que el ‘otro’ adopte la misma motivación orientada-al-ego, que cada agente de intercambio pone en acto. Cada uno da, pero para algo más allá del presente, por algo diferente a la satisfacción de las necesidades del otro. El costado dador del ‘otro,’ o el de la naturaleza o el de la realidad es malinterpretado, y traducido como una correspondencia ‘justa’ o ‘equitativa’ entre dar más y recibir más. La realidad entonces no parece dar gratuitamente sino sólo como respuesta a un intercambio. Por esto, porque el regalar no tiene modelo en la realidad, reflejamos la ecuación distorsionada. La solución es dar colectivamente, la solución es el altruismo colectivo. El dinero, como producto colectivo, puede ser usado para comenzar este proceso.

Los sueños se hacen realidad dentro y fuera

 

Quizá si soñar está dentro de la modalidad del regalo, la Mujer Araña realmente sueña el mundo tal como Paula Gunn Allen dijo. Pero la re-alidad masculada es una pesadilla colectiva, un regalo colectivo para terminar con todos los regalos, que pone un corte al regalar porque lo asimila al intercambio. La realidad masculada es a lo que la humanidad inconscientemente le da energía. Necesitamos soñar colectivamente otra cosa, y entregar nuestra energía de vigilia para hacer una realidad diferente, haciendo que nuestros sueños, en vez de nuestras pesadillas, de un mundo mejor se hagan realidad. Si hubiera más actos de dar regalos en la realidad, nuestro dador de regalos interno se haría más poderoso, igual que nuestra creatividad y nuestro amor.

La creación artística es dar regalos en la realidad, y tender un puente hacia un mundo mejor, porque el medio o el vehículo del regalo es en sí un regalo gratuito que satisface y crea necesidades estéticas. Por ejemplo, cantar es gratis para el que escucha, y el vehículo, la voz, satisface una necesidad, un potencial que tenemos dentro para disfrutar de los bellos y placenteros sonidos, de ritmos, de armonías. En tanto las palabras satisfacen nuestras necesidades comunicativas. El arte visual es similar. Los colores, las formas y las texturas, pueden crear bienes placenteros para nuestros sentidos, sin importar cuál sea el tópico o el tema del trabajo. A pesar de que muchas de las obras de arte se pueden comprar y vender, todas conservan una dimensión de satisfacción gratuita de necesidades, que es esencialmente su canal de co-municación. No hay intercambio entre el oído y la música, el ojo y la pintura, sin embargo el acceso a estas experiencias a menudo es muy caro. La obra de arte misma da. El regalo creativo del artista es la habilidad de hacer algo que se dé. (Antes, en contraste con Lévi-Strauss, dijimos que las mujeres no son mercancías o mensajes intercambiados entre grupos afines, sino que son regalos-que-regalan.) Muchas clases de actividades basadas en el intercambio se vuelven parasitarias del arte, igual que de otras fuentes del regalar.

Aunque el arte, hasta cierto punto, restaura el regalar en el mundo externo, éste no es suficiente para confirmar el modelo cancelado. Por ahora, el regalar permanece en sueños y en el inconsciente, y no tiene reconocimiento como tal en el caso del arte, los cuentos y los mitos. Los cuentos pueden introducir a los niños y a las niñas de manera amable al intercambio, a través de la comunicación, satisfaciendo esa necesidad. Muestran a los niños y las niñas una relación transitiva en la que una cosa lleva a la otra, la satisfacción de una necesidad que permite la satisfacción de otra—una acción que resulta en algo diferente. La acción puede verse como regalar; al satisfacer una necesidad se puede crear otra—cuando la beba ha comido necesita dormir, o jugar. La madre necesita limpiar, descansar, para volver a trabajar.

Sin embargo, la estructura si-entonces captura el regalo con una consecuencia—si pones el dedo en el fuego, te quemarás. Cuando se pone en juego el marco de la recompensa y del castigo social, la transitividad del regalo se transforma en la consecuencia lógica del intercambio. Si/entonces se transforma en ‘hacé esto, tomá eso.’ Por lo tanto, cuando el niño o la niña hacen algo, lo que la realidad le ‘devuelve’ es lo que se ‘merece.’ ¿Se merecía Cenicienta ir al baile y casarse con el príncipe después de todo lo que había trabajado? ¿Se merecía Caperucita Roja que se la comiera el lobo porque había desobedecido a su mamá? Estas historias son exploraciones dentro del intercambio entre la ‘realidad’ y los protagonistas de los cuentos para los niños que recién están aprendiendo a evaluar su comportamiento de acuerdo a la modalidad del intercambio.

¿Cuál es el precio que pagamos por no dar y cuáles son las recompensas por dar? Un equilibrio regula estos cambios—por lo menos en los cuentos de hadas. A medida que los niños/as aprenden a intercambiar, su moral se cor-responde. Haciendo que los niños/as obedezcan, siguiendo un sistema de recompensa y castigo, se los aleja de la modalidad del regalo, de aquella modalidad de la que participa con la madre, y se los prepara para la violenta modalidad del intercambio en la ‘realidad.’ Los cuentos satisfacen la necesidad de los niños/as de que se los introduzca por medio de una co-municación amable, a un mundo enajenado por el intercambio.

Es verdad; que como niños/as tenemos la necesidad de que nos enseñen a adaptarnos a la realidad. Pero esto es así porque la realidad está distorsionada. La necesidad de adaptación es impuesta por un medio ambiente que es alterado artificial y dominantemente por el paradigma del intercambio. La socialización nos impone una evolución hacia la funcionalidad dentro del sistema y una adaptación a los roles de tener o no tener en todos los niveles. Si funcionáramos dentro del paradigma que trabaja por el desarrollo humano y planetario, no necesitaríamos que se nos enseñe a regalar y recibir desde el exterior—sino que aprenderíamos de nuestras experiencias así como aprendemos a encontrarles sentido a nuestras percepciones, a controlar la actividad corporal y, por lo menos en gran parte, a hablar.

Enseñarles a obedecer a los niños y a las niñas, impone el patrón de dominio y de sumisión, incluyendo componentes del intercambio como el castigo y la recompensa, en advertencias tales como: “Sí metes el dedo en el fuego, te vas a quemar.” Esta oración es puramente informativa, pero se usa para apoyar la dictadura de los padres, igual que cuando dicen, “Si no dices ‘sí señora’ no puedes salir a jugar.” Estos mandatos funcionan de acuerdo a la modalidad del intercambio y hasta le asignan a nuestras acciones un precio en cuanto a las consecuencias. “Desobedeciste, no puedes salir a jugar durante los próximos tres días.” El autor-itarismo de los padres es a menudo no sólo la repetición de su niñez y de sus vínculos con sus padres, sino una actitud de opresión contra su propio ‘niño/a interior’ dador y receptor. Nuestras escuelas, al practicar la división en grados, extienden el alcance de los procesos de recompensa y castigo a la evaluación cuantitativa de los ‘conocimientos’ adquiridos.

Los Iroquois y el hombre blanco

 

Cuando las mujeres apoyan a las mujeres, o los cuidadores cuidan a los cuidadores, tiene lugar una transitividad del regalo, de tal manera, que los bienes se pasan una y otra vez, y los que reciben, reciben de muchos y les dan a muchos. Cuando esto se hace por principio, la gente toma conciencia de ello, y luego la realidad contiene más acciones determinadas de esta manera. Si el paradigma del regalo fuese convalidado y practicado conscientemente, no tendríamos que pensarlo como un principio. Podríamos ser más flexibles, y así experimentar y proceder caso-por-caso. Tal vez, si creyéramos que es útil, podríamos practicar con confianza el intercambio en algunas instancias—porque el contexto como un todo conlleva el regalar. Las tribus de nativos norteamericanos guiadas por mujeres, como es el caso de los Iroquois, crearon realidades alternativas de dar regalos, de este tipo. El contexto portaba los valores del regalar, a pesar de que se practicara hasta cierto grado el intercambio—por lo menos un intercambio simbólico—y a veces hasta se libraban guerras.

Los valores de la economía del regalo amenazan a los practicantes de la economía del intercambio, y yo creo que ésta es la razón de la ferocidad del Hombre Blanco hacia los nativos. El Hombre Blanco también tiene madre. Pero aprendió a matarla en la cacería de brujas. Pero eso no se podía hacer sin matarse a si mismo, su madre interna. Los géneros no existen. Todos los seres humanos están formados de acuerdo al dar regalos. Al matar y esclavizar a su madre europea, el Hombre Blanco se privó a sí mismo del modelo de su potencial humano. Al dejar su madre tierra, y penetrar en América, el Hombre Blanco dejó atrás su humanidad para llevar a cabo su plan de conquista falsamente masculado. Allí encontró sociedades maternales, las explotó y cometió genocidio contra ellas. Lo que él consideraba civilizado era el ego y el intercambio, con su lógica vacía originada en la definición.

Sin embargo, el Hombre Blanco tiene corazón. Vivió en el útero de su madre; ella lo cuidó, recibió sus regalos y él le dio los suyos. De lo que el hombre blanco no se dio cuenta es de que tanto hombres como mujeres comparten el mismo sueño, la misma forma de soñar y la misma forma de hablar. Ya tenemos un lenguaje en común. El lenguaje no es sólo co-municación de regalos materiales—aunque eso es importante. Es también la comunicación de regalos verbales. No importa cuáles son los sonidos-regalos específicos sino que nos los damos unos a otros. La Torre de Babel es, simplemente, el símbolo fálico de la masculación que nos impide ver que todas nuestras lenguas y nuestra vida provienen de la Madre y del Maternaje. Si podemos renunciar a la masculación, y regresar a la madre y al niño/a que todos llevamos dentro, podemos restituir el sueño.

Desde la re-alidad a la diosa Rhea-lidad

 

El regalo y el intercambio, a nivel de la re-alidad económica, están anudados uno con otro. Este hecho pone muchos obstáculos en el camino de llevar a cabo una tarea efectiva de cambio social dirigida al regalar. Además, a menudo, se identifica erróneamente al objetivo del cambio social con la integración de todos dentro de la economía de intercambio. Este objetivo es erróneo, porque desconoce el hecho de que para que funcione el mercado, los regalos gratuitos deben llegar de algún lado.

Existen muchos sectores excluidos del mercado capitalista cuyos productos no tienen acceso al mercado o no pueden competir en él. Por ejemplo, el trabajo artesanal de los indígenas, a pesar de su excelente calidad, generalmente no tiene cabida en el mercado, a no ser a través de los explotadores que hacen de intermediarios. Recientemente, gracias a gente bien intencionada que busca los fondos necesarios en fundaciones o en otras entidades, se han iniciado proyectos que ayudan a los artesanos a llevar sus productos al mercado. El problema parece ser la presentación de las artesanías en un pie de igualdad con los artículos mayoritariamente dominantes. (Es necesario que haya un ‘intercambio igualitario.’)

La contradicción, aquí, es que el objetivo es visto como una asimilación a la economía que ha explotado y excluido a estos grupos, y que continúa explotando y excluyendo a otros, sustrayéndoles gran cantidad de mano de obra regalada oculta. Sólo unos pocos pueden ‘igualarse’ a los pocos de la mayoría dominante que son ‘iguales.’ Todos estos llegan a esa ‘igualdad’ utilizando los regalos ocultos de otros. La donación de los fondos para estos proyectos toman, durante un tiempo, el lugar de la mano de obra regalada y oculta. Pero, la ‘auto-suficiencia’ dentro de la economía capitalista generalmente es una ilusión, porque el capitalismo necesita de los regalos ocultos para poder funcionar. Frecuentemente, la ‘auto-suficiencia’ sólo significa una dependencia efectiva del mercado capitalista, como lo fue para la mujer, que entró en el mercado de trabajo para ser ‘auto-suficiente.’

La producción en Hong Kong de artesanías con cuentas de los nativos de Norteamérica es un caso en cuestión. La explotación internacional produce productos más baratos, más competitivos, y ‘más iguales’ de lo que pueden hacerlo la justicia social y los proyectos de ‘auto-suficiencia.’ Es un factor del coeficiente de regalo que se vuelve disponible por medio de la relación de explotación entre naciones (que provoca la diferencia en sus niveles de vida), además del ‘regalo’ de la mano de obra explotada individualmente de los trabajadores en empresas extranjeras. La ilusión es que los grupos por ‘fuera’ de la corriente dominante podrían tener éxito sólo si sus productos fueran lo suficientemente buenos para ser competitivos. Lo que no se percibe es que para ser lo ‘suficientemente buenos,’ ser iguales, o hasta aproximárseles, se requiere que se les agregue relativamente gran cantidad de regalos ocultos.

Quizá sea produciendo algo nuevo o acaparando parte del mercado, que la gente que está fuera de la economía capitalista podría tener éxito y beneficiar a sus comunidades. Pero esto requiere de un conocimiento del mercado que las personas adquieren por medio de la educación y de la experiencia en el mercado, lo que generalmente los lleva a buscar el éxito para su propio beneficio y no para sus comunidades—de acuerdo a los valores capitalistas de ‘todo hombre para sí mismo.’ Hasta el intento de entrar al mercado y producir objetos competitivos o equivalentes convalida al mercado y al ‘intercambio igualitario’ como la mejor (y hasta la única) manera para lograr abundancia. Las alternativas son vistas como poco prácticas o inexistentes. La economía del regalo, oculta e integrada dentro de la economía de intercambio, es victimizada y sacrificada—no se le da ningún valor; es invisible, es desacreditada y despreciada.

A nivel psicológico individual, el subconsciente no está a la vista, pero sirve de fuente de energía de nuestra mente consciente. Muchas motivaciones y asociaciones subconscientes, nunca alcanzan la superficie y son desechadas. En la misma línea, la gente que está fuera del mercado apoya a los que están dentro del mercado. De manera parecida, las mujeres apoyan a los hombres en sus relaciones ‘igualitarias’ con otros hombres, y en su competencia por dominar, sin reconocer el esfuerzo que ellas y otras mujeres han puesto en darles cuidados nutricios. Lo que debemos hacer es dejar de darle valor a esa clase de conciencia basada en el intercambio y en la exclusión mutua, y también a la igualdad del mercado, y a que nuestros productos o que nosotras mismas o nuestros niños y niñas sean ‘competitivos,’ para experimentar alternativas totalmente diferentes.

Yo sugiero, aunque parezca difícil, que hay muchas formas posibles en la realidad actual de crear proyectos para dar regalos pero que todavía no son reconocidas como tales. Personalmente, muchas mujeres que yo conozco, proveen servicios, casa, entrenamiento, y apoyo gratuito para otras mujeres, a menudo creyendo que ellas mismas están ‘locas,’ porque no exigen un pago. Hay muchos experimentos con fideicomisos sobre tierras que son propiedad de mujeres, movimientos para lograr la auto suficiencia, y para vivir mejor en la tierra.

Los movimientos en contra de la violencia doméstica y sexual involucran la satisfacción gratuita de necesidades y también lo hacen los movimientos que combaten las adicciones. La gente que participa en estos movimientos, como el movimiento contra el racismo, los movimientos a favor de la liberación de los pueblos, los movimientos en contra de la destrucción del medio ambiente, los movimientos en contra de experimentos puer-iles con desechos radioactivos y con bombas de tiempo químicas, los movimientos en contra de la guerra y en contra del militarismo y del gasto militar, todos dan muchísimo tiempo y energía para satisfacer necesidades generales importantes para el logro de cambios sociales.

Aunque gran parte del trabajo de voluntariado lo hacen las mujeres, los hombres también hacen mucho. Los que participan de actividades mixtas no tienen claro que al hacer trabajos no remunerados para satisfacer necesidades, tanto mujeres como hombres están siguiendo el paradigma del regalo basado en el maternaje. Por lo tanto el liderazgo de la mujer, siguiendo los valores del regalar, no se toma como lo normal. Por cierto, las mujeres a menudo apoyan a los hombres que llevan a cabo la agenda masculada y también son voluntarias en actividades que buscan el cambio social. De hecho, en muchos casos, la agenda masculada ni es reconocida como problemática.

El regalar tiene mala fama, y se ha desalentado a la gente a hacerlo, porque las organizaciones de beneficencia patriarcales han impuesto sus regalos a quienes los reciben, considerándolos pasivos e inferiores, sin escuchar sus opiniones sobre sus necesidades. También aquí, mujeres y hombres han propugnado el paternalismo en detrimento de todos los involucrados, enturbiando la conexión entre las mujeres y el paradigma del regalo, al no reconocer la diferencia entre regalar e intercambiar. De hecho, estas organizaciones a menudo han usado el dar regalos como un pretexto para el dominio, y para obtener toda clase de ganancias.

He escuchado el viejo dicho—es mejor enseñarle a pescar al pobre y no regalarle pescados—con un cierto giro que apunta al cambio social. En primer lugar tenemos que preguntar como se creó la escasez. ¿Por qué la gente no ha tenido acceso al lago para poder aprender a pescar? ¿Acaso el lago era propiedad privada o era controlado por una corporación o por el gobierno? ¿Es posible que un grupo de gente hambrienta viva cerca de un lago al que tenga acceso y que no aprenda a pescar?

Debemos dar para cambiar el sistema basado en el intercambio, que es una de las principales causas de la pobreza. Crear proyectos para acercar a la gente al sistema del mercado no va a cambiar las causas de la pobreza. Tenemos que producir un cambio en nuestra conciencia que permita que todos identifiquen las causas y se ocupen de cambiarlas.

Es importante crear alternativas al capitalismo patriarcal, realizar experiencias basadas en la misma forma en que estaban organizadas las economías de diferentes pueblos llamados ‘primitivos,’ fuera del sistema del mercado. Yo sugiero buscar fondos o promover otros proyectos alternativos—tal vez círculos para compartir y de regalos locales no remunerativos, o proyectos para recuperar la fertilidad de las tierras, para que los desposeídos puedan vivir en ella, cultivarla y criar ganado. (Muchas mujeres han comenzado a comprar tierras y a compartirlas con otras mujeres.) Estos proyectos deben volverse factibles gracias a regalos monetarios—donaciones de fondos—lo que en sí mismo ya es una forma económica distinta. Si bien el aporte de fondos puede parecer como parasitando al capitalismo, entonces es parásito del parásito—de modo que tiene una meta-visión (en inglés parasight, juega con la palabra parasite ‘parásito’ y sight ‘visión’) que podría poner en acto una práctica diferente.

Patrocinar con fondos economías de regalo aun de una manera experimental conlleva su propia confirmación en un meta nivel. Es dar para dar (en inglés for-giving es también per-donar). Haciendo valer la existencia de alternativas, podemos imponer el valor de la diferencia y des-investir la igualdad capitalista. Dentro de las clases privilegiadas por la dominancia del signo de igualdad (=), las mujeres por lo menos pueden oír como resuena el llamado del Primer Mandamiento de la Razón Altruista: “Prueben algo diferente. ¡Esto no está funcionando!”

Madre-mater

 

Probablemente es falsa la oposición entre espíritu-materia y aliento-mater (madre). La ilusión es que a la mater no le importa porque ella le atribuye importancia al otro sin recibir ningún crédito—aunque en realidad esto quiere decir cuánto le importa. Lo que tenemos que hacer, en su reemplazo, es que a la mente mater (un juego de palabras en inglés, matter ‘materia’ y ‘le importa.’) La presión atmosférica mueve el aire, y mientras desarrollamos la necesidad de ese aire expandiendo nuestros pulmones, inspiramos y satisfacemos la necesidad. La naturaleza satisface necesidades—desde la clorofila en las hojas que proveen azúcar para las raíces, hasta el plancton en el fondo del mar, donde las ballenas pasean, juegan y se alimentan—desde las piedras antiguas con las que construimos nuestra casa hasta el torno del ceramista.

Esto es así porque las necesidades, siendo parte de la naturaleza, son creativas. Las criaturas, incluyendo al ser humano, se adaptan a lo que les es dado, como también a cambiarlo. Materia ya es mente; partes de la mente se asisten entre sí, surgen las necesidades, y son satisfechas. Pero la mente humana se ha venido interpretando a sí misma de acuerdo al paradigma del intercambio, y se ha alejado de la matriz, auto-reflejándose. Al permitirse ser cuidada por los dadores de regalos, por las mujeres, por la madre y por el niño interior, por los muchos—la mente no se está ocupando de ellos. Ocupada por su orientación al ego, intenta filosóficamente seguir sólo lo que ella está haciendo.

Quizá la mente (y el cerebro, también) puedan ser mejor comprendidos si los miramos desde el punto de vista del paradigma del regalo. Si volvemos a poner mater en materia, podemos ver como le importa, como la mente es maternal, y como ahora tenemos que satisfacer nuestra propia necesidad y la de la humanidad y de la tierra para reconocer que mater es algo dado. El espíritu casi no tiene importancia en la reflexión; es aliento sobre el espejo, algo que pertenece a un concepto diferente. Pero en realidad, la madre y el viento actúan de acuerdo a principios similares. Van donde hay una carencia, un vacío, dónde hacen falta. Y traen las palabras que necesitamos oír para formar nuestras comunidades nuevamente.

Madre Nutriente

 

Paseo por el campo—hay tantas criaturas, insectos, plantas, flores silvestres, tan específicas y diferentes entre sí, ya sea por el lugar donde crecen o por el modo de hacerlo. En cada centímetro cuadrado de terreno hay una magnífica variedad, una lenta danza de vida vegetal y animal silvestre. Cada especie se relaciona con una palabra que la nombra, pero rhea-lmente lejos están de ser iguales. La combinación del concepto, la definición y el intercambio han creado ahora un medio ambiente donde las cosas son en realidad idénticas unas con otras. Ya no juntamos moras en el campo; juntamos latas con moras en el supermercado, todas idénticas.

La diosa no ha sido completamente destruida. Aún hay formas de poder recibir sus regalos—preparando, cocinando y comiendo los alimentos que cocinamos. También recibimos cuando sentimos, nos movemos, y disfrutamos de muchas formas, con el sexo, con una poesía, o contemplando una tormenta. Las actividades mineras, la perforación y el bombardeo son maneras de forzar a la realidad a dar y tienen que ver con la violencia masculina. Si se obliga a alguien a dar, se puede tener asegurado que va a dar, y tal vez esta seguridad provea el consuelo necesario al ego artificial del intercambio.

Deberíamos ver la Rhea-lidad como la Madre Naturaleza, como la Madre Nutriente. Se le está haciendo a ella lo mismo que se nos hace a nosotras, vaciándola, obligándola a dar, demostrando que los hombres lo hacen bien o de la única manera posible y que controlan la Rhea-lidad y también la re-alidad. Esto lo hacen al no atribuirle cuidados o al no darle cuidados nutricios a la naturaleza y al no valorar el dar. Anular a la madre hace que parezca que el fundamento de la vida está en los procesos objetivos mecánicos de causa efecto, del tipo si-entonces, de intercambio. Esto oculta todo un espectro de la intencionalidad nutricia de lo menos ‘humano,’ el viento, o de la probabilidad de una ameba de encontrar en su trayectoria un jugoso bocado, hasta de lo más ‘humano,’ una revolución feminista o una canción de cuna. Las madres alimentan a sus bebés, ontogénica y filogenéticamente, desde un principio.

La emoción

 

La tarea de mantenimiento del mundo todavía atribuye valor en forma material aunque lo hace ‘servilmente.’ A pesar del dinero y del intercambio, las mujeres (y algunos hombres) siguen reconociendo necesidades, tanto emocional como intelectualmente. De hecho, creo que la base de la vida emocional es la conexión humana con las necesidades de los otros y las propias. Los egos masculados, inmersos en el intercambio, están notoria (y tristemente) alejados de las necesidades, son ‘insensibles.’ Ocuparse de las necesidades parece ser irracional porque lo que se considera racional tiene como fundamento el intercambio. Puesto que hemos permitido que el intercambio domine nuestro mundo, obstaculizando la posibilidad de regalar, hemos soslayado todos nuestros valores, haciéndolos más abstractos de lo que hubieran sido si estuviesen sustentados en regalar. Luego se le ha otorgado valor a la abstracción misma.

Las emociones continúan vibrando alrededor de las necesidades insatisfechas, atrayendo la atención, dándoles valor para lograr su satisfacción. Esas emociones son frecuentemente ignoradas, descalificadas, no tomadas en cuenta, y por el contrario son suplantadas por la lógica del auto-interés. Mientras que es verdad que el razonamiento abstracto puede ser útil para entender como satisfacer necesidades complejas, puede convertirse en un fin en sí mismo y una excusa eterna para no tener en cuenta a las necesidades y las emociones que nos llevan a ellas.

El patriarcado ha re(x)-ificado la re-alidad. Ha extendido su red de imágenes auto-semejantes—conceptos investidos fálicamente—aprovechando así los regalos del colectivo, como un OBN de hombres de negocios apoderándose de nuevos mercados. Si se reviste a la ‘realidad’ con estos conceptos se minimiza su costado nutricio, volviendo a las necesidades invisibles, desconociendo sus respuestas emocionales. Entonces, la realidad se mecaniza y objetiviza. Se da por sentado lo que ha sido algo dado, y sólo tiene importancia porque ha sido organizado en conceptos, relativos a los privilegiados. A pesar de que no lo reconocemos, siempre estamos en la situación de recibir. La realidad siempre es nutricia, aunque los conceptos abstractos lo ocultan y nos engañan. La red de conceptos, el sistema auto-semejante, constituyen una red invisible, compartida en abstracto, desviando nuestra atención desde los verdaderos regalos de la diosa Rhea, hacia los fálicos Res y Rex.



Aquellos que se asocian (forman una sociedad) entre sí, generalmente practican dar y recibir unos a otros de varias maneras—y lo harían aun más si no vivieran dentro de una economía de intercambio. Es por esto que dar y recibir son claves para la idea de ‘asociación’ que encontramos en los sueños o en las palabras. Un esquizofrénico a quién se le pidió que hiciera el experimento de Vigotsky les dijo a los experimentadores que la ‘muestra’ era un policía que le decía a una multitud qué hacer. Hemos rastreado bastantes patrones auto-similares hasta ahora, como para que la relación del policía y la multitud pueda verse fácilmente como un concepto derivado del ‘uno-muchos.’ El policía domina la multitud-asociación, mientras que el esquizofrénico nos da el regalo de una conexión necesaria (‘asociación’) que no se había hecho. (Ver Hanfmann y Kasinin, op.cit.)

Me gustaría mencionar que las prácticas espirituales que promueven la gratitud al despertarse nos mantienen parcialmente en el modo del regalo por algunos momentos más, supliéndonos con una continuidad entre nuestros mundos ‘reales’ y nuestros sueños.

Paula Gunn Allen, The Sacred Hoop, Beacon Press, Boston, 1992.

Lewis Hyde discute el regalo creativo en un sentido diferente en The Gift, op.cit..

Ver Carol Gilligan, In a Different Voice, Cambridge, Mass, Harvard University Press, 1982, para la perspectiva moral de los cuidados.

Rhea era la diosa madre original de los Egeos, también la Madre Tiempo.

La naturaleza y el cuidado son nada más que fuentes de regalos contrastantes. La naturaleza es lo que ‘tenemos,’ son regalos o donaciones que heredamos del pasado de las especies, mientras que el cuidado es lo que se nos da socialmente. Los arqueólogos, como Richard Leakey, piensan que la mayor parte de la evolución humana se debió al ‘altruismo,’ los homínidos compartían el alimento—además de competir. Pero no olvidemos que miramos a la pre-historia a través de los ojos de competitividad moderna.