Capítulo 21


Desde el jardín al grial

Al criticar el patriarcado o al puerarcado, no quiero negar la espiritualidad, sólo quiero mostrar que ha sido usado de manera tal que ha obstaculizado el dar regalos. Una de las razones del malentendido que se mantiene respecto al dar regalos, es que vemos a Dios como el máximo dador, y es un hombre. Entonces, confundimos características del regalar con características de la masculación.

Si entendiéramos a Dios, dador, como una figura femenina, tal vez tomaríamos conciencia del paradigma del regalo con más facilidad. Quizás él o ella son en realidad puro altruismo, espíritus del tipo ‘usted primero,’ y por eso él o ella son invisibles. Ella o él crean cosas y las aman al modo de ‘usted primero’ y luego continúan creando y amando otras. Si no podemos amarnos unos a otros, bloqueamos su movimiento. A lo mejor los espíritus de la naturaleza, las hadas y los ángeles son solo partes de la diosa. Partes que son un poco menos ‘usted primero.’

Ubicar el dar en el ámbito masculino oculta el hecho de que las mujeres han estado haciéndolo en todos lados y todo el tiempo. Hasta el sacrificio de Cristo distrae nuestra atención de la cantidad de sacrificios que han hecho en todos lados las mujeres, para sus hijos, para sus maridos y para otros. Nuestra gratitud se dirige hacia un dador masculino como fuente, disimulando el modelo de la madre.

Creo que el aspecto más perjudicial del cristianismo es la glorificación del sacrificio, porque no pone en evidencia las situaciones que hacen necesario el sacrificio. El sistema que crea la escasez, la guerra, la degradación del medio ambiente y de los seres humanos debe cambiar, y estas necesidades no deben ser eclipsadas por los sacrificios de aquellas que están haciendo lo mejor que pueden en una situación terrible. Debemos tener coraje sociopolítico, no para sacrificarnos, sino para reconocer las causas del problema y unirnos para cambiarlas y darles a todos el regalo general. Si podemos cambiar el paradigma, que incluye cambiar el sistema de recompensa y la estructura del ego del intercambio, seremos capaces de dar sin vaciarnos. Durante la transición entre un paradigma y otro tenemos que crear organizaciones alternativas, usar nuestra energía, nuestra imaginación y nuestros recursos. Debemos decidir entre dejarnos destruir o vaciar en el proceso, o mantenernos como modelos de dadoras que no sacrifican.

En una situación de escasez es muy fácil dar hasta nuestro vaciamiento, porque el dar no está generalizado y, por cierto, otros pueden no darle al dador aislado. A lo largo de la historia, las mujeres han sido dadoras, porque así lo requieren las necesidades de niños y niñas—pero, atrapadas en el paradigma del intercambio, a menudo somos crucificadas, obligadas a dar la vida para poder seguir satisfaciendo necesidades. Nos encontramos en situaciones tan hostiles que nos matan. Las mujeres tienen razón, dar es el Camino. Pero debemos generalizar el dar y cambiar el contexto, porque si lo seguimos haciendo en forma individual, nos vamos a destruir.

La masculación y el intercambio se ponen en primer plano, se convalidan entre sí, y hacen que otros les regalen. Por eso, las que practican el regalar no pueden ver lo que ellas mismas hacen, o darle dignidad como norma. Han aceptado los valores de los otros orientados al ego; de modo que paradójicamente pueden no tener el coraje de sus propios valores y acciones orientados al otro. Las mujeres hasta pueden llegar a creer que dar está mal, que están equivocadas, pero de todas maneras lo siguen haciendo. Le temen al paradigma que practican, y confunden la amenaza del autosacrificio debido a la escasez (un verdadero peligro que surge del contexto social) con la idea de que dar es lo que produce la escasez. Sacrificarse por algo puede ser una manera de salvar ese algo de su destrucción dándole valor, o puede ser una manera de reconocerlo o de nombrarlo a través de ‘pagar por él.’ Por otra parte, el sacrificio es a menudo el producto de la dominación por la fuerza.

Dar de manera masculada

 

Lo único que hicimos desde un principio fue dar un giro desde el paradigma del regalo al del intercambio. Tal vez sea esto de lo que se trata la historia del Jardín del Edén. En el paradigma del regalo no es necesaria ninguna forma de pago a cambio de algo. Sólo cuando cambiamos al paradigma del intercambio hay necesidad de pagar a cambio. Al tratar el tema de la manzana como un pecado de desobediencia, que requería pagar por él, la Biblia le enseña a los seres humanos la entrada efectiva al paradigma del intercambio con Dios, asignándole el papel de castigador, que emite una reprimenda ‘justa.’ Un Dios que apoyara el dar, que funcionara de acuerdo al paradigma del regalo, no habría necesitado de ningún pago a cambio. Ella o él hubieran enseñado a sus hijos a dar regalos actuando como modelos.

Tal vez el sacrificio de Cristo fue un intento de ser un modelo de dar y perdonar, pero el modelo de la Diosa (madre) fue anulado por el modelo masculino del Padre y del Hijo. (Todas las imágenes de la Madonna con el Niño nos podrían haber enseñado que los niños necesitan seguir a sus madres que los cuidan nutriciamente. En cambio, la orientación al otro de la madre nunca se volvió auto-convalidante. Nunca dimos ese paso lógico al frente. El enfoque siempre estuvo sobre su ‘otro.’) Entonces, el único lugar apropiado para dar parecía ser el de la madre a su hijo varón. Más aun, los valores de las mujeres no se presentaban en tanto tales como posibles soluciones sociales, sino que fueron traducidos y alterados a través de una figura masculina.

Si Cristo fue el modelo masculino del regalar, el paradigma del intercambio seguía siendo el marco para la interpretación, de modo que se lo vio como si estuviese ‘pagando por’ los pecados de la humanidad. Su muerte ‘canceló la deuda,’ pero eso no fue suficiente para sacar a la humanidad del paradigma del intercambio. Aunque él estuviese pagando por adelantado por los pecados que la gente iba a cometer, el intercambio seguía siendo el tema. El arquetipo del intercambio subyace en todo lo que hacemos e influye muchísimo en nuestra conciencia. Aun cuando nuestra intuición espiritual y nuestro corazón nos conducen hacia el altruismo, estos patrones nos tironean a nosotros y a nuestras ideas religiosas hacia atrás, hacia el modelo masculado. De hecho, como lo hemos estado diciendo, nuestra conciencia y la re-alidad en que vivimos se forman de acuerdo a los valores de la masculación. Regalar—que es el modelo de la mujer—nos llega a la conciencia a través del filtro de la masculación y del intercambio. Actualmente, el feminismo y los movimientos de mujeres en todo el mundo nos han permitido desprender a la madre de su ‘otro’ y ver a las mujeres como las portadoras de los valores que tienden al otro de la especie.

Comunicándonos con los dioses

 

Los seres humanos han tratado de establecer co-municación con los dioses, entregándoles numerosos ‘regalos,’ desde el sacrificio de animales hasta el sacrificio de seres humanos, desde las novenas hasta los diezmos. El ‘regalo’ de la vida de Cristo a Dios puede también ser interpretado como un acto de co-municación—la Palabra. Como no hemos reconocido el paradigma del regalo y su papel en la co-municación, puede ocurrir que veamos nuestro intento de interactuar como una etapa en la lógica del intercambio. Tratamos de chantajear a la divinidad: “Te daré esto, si me das eso.”

Tal vez debido a nuestra angustia por la masculación, o a la ideología del intercambio, o tal vez por un defecto de imaginación, consideramos que la clase de regalos que satisfacen a los dioses son los mayores sacrificios. Quizá la dificultad para comunicarnos sea porque esa clase de regalos angustia a la Divinidad, tanto como nos duele a nosotros. El grito del animal cuando es degollado, horroriza a Él a Ella—o Hum. Necesitamos inventar otro tipo diferente de regalos, más gratos y fáciles, tales como son las palabras para nosotros, como el incienso, las flores, la música o la comida. La crueldad entre nosotros provoca una atmósfera tóxica en la que el espíritu no puede fluir libremente de una persona a la otra.

Tal vez nuestras actitudes masculadas simplemente no permiten unidades colectivas lo suficientemente grandes, como para formar un sujeto de comunicación, para oír y ser escuchado por Hum. Si pudiésemos realmente virar al paradigma del regalo y desenredar la lógica de la comunicación de la lógica del regalo, tal vez podríamos encontrar nuevamente el Jardín del Edén. Podría ser la llegada del reino de Dios, o Diosa. No creo que sea ni un reino ni una democracia, tendrá que ser una nueva forma de gobierno.

 Desde lo complejo al concepto

 

En las celebraciones de Navidad nos alegramos por el nacimiento de un niño, deseamos lo mejor para los seres humanos, deseamos nuestra salvación y la solución de los problemas. Vemos la solución a nuestros problemas en el niño. De hecho, esto es un resultado de la lucha entre el paradigma del regalo y el paradigma del intercambio. La mujer da al niño. El hombre da el nombre, la herencia. El niño ocupa el lugar de los padres. El presente se cambia por el futuro, o toma su lugar, y el conflicto se pasa de mano en mano, como un ‘regalo’ de una generación a la otra. Esta herencia es una extraña clase de regalo, que involucra una división del trabajo intrincada, como la que existe entre los maridos que tienen un salario y las esposas que no lo tienen.

Intercambiamos en el presente con el fin de darles a otros en el futuro. ¿En el futuro otros intercambiarán o darán? Ahora, a fines del siglo XX, estamos integrando el presente y el futuro al intercambio. Estamos haciendo del futuro un presente para nosotros mismos y no estamos legando una tierra en buen estado. Estamos creando escasez, haciendo de la economía del regalo algo imposible para nuestros hijos y para las futuras generaciones. Estamos convalidando el sistema, haciendo un meta juicio a favor del intercambio, de manera que la misma posibilidad de existencia del regalar es destruida.

La madre le ha estado dando el regalo de sus hijos a su esposo. El antiguo derecho del primogénito fue una de las formas que tomó masculación en familias ricas y poderosas. Para la lógica del cristianismo, si Cristo era hijo de Dios, y a la vez era hombre, y si los hombres eran hermanos, la relación uno-muchos de Cristo con ellos era como la relación del primer hijo con sus hermanos. La relación uno-muchos de Dios, el creador, con la humanidad, es igual a la de Cristo, su hijo, con la humanidad. En esto, las relaciones son similares a la muestra uno-muchos o a la palabra uno-muchos.

A pesar de que la relación del artesano con sus productos (que él hace a su imagen) o del padre con sus hijos, es un ‘complejo’ que se asemeja a la familia, se puede transformar en una relación de concepto cuando se descubre la cualidad en común de los objetos. La cualidad en común de los seres humanos se expresa en sus almas ‘salvadas,’ que se relacionan con Cristo como la muestra uno-muchos de Cristo que es igual a Dios en esa relación, y es la encarnación de Su palabra o Su re-presentante en la tierra. Si Cristo es Dios, y el hijo es el padre, él está en ambos lados de la ecuación entre la palabra y la muestra. Los mitos cristianos también pueden ser leídos como una exploración del proceso de formación de conceptos. (Vea las Figuras 39 y 40.)

Algunos de los otros elementos del intercambio que hemos estado discutiendo también son evidentes aquí. Por ejemplo, Cristo también es el equivalente general, y su vida es el medio para el intercambio—el dinero—que paga por los pecados de los hombres. Si la gente es pecadora, no son iguales unos a otros, y no pueden ingresar en la relación del concepto con Dios, de ‘los muchos con el Uno’ porque carecen de la cualidad en común. Muchas historias en la Biblia describen los pecados de los seres humanos. El pecado de Adán y Eva los hizo diferentes a Dios, y al revelar su desnudez los hizo tomar conciencia de las diferencias entre ellos. La muerte de Abel causada por Caín hace a Caín diferente de los otros hombres. El Antiguo Testamento es una crónica de las diferencias humanas. Cristo dio a entender, al pagar por y al per-donar a la humanidad, que los seres humanos tenían otra vez igual valor y podían entrar en la relación del concepto con él como una muestra idéntica a su Padre.

La desobediencia de Adán y Eva parece haber sido la causa de la deuda con Dios, y la idea de deuda es parte del paradigma del intercambio. La deuda logró que la gente sintiera que debía darle a Dios (creando una co-municación), lo que era como una motivación para dar regalos, aunque de hecho, era el pago por haber hecho algo mal. Tal vez se creyó que pagando por el pecado no quedaría ninguna deuda pendiente, y entonces el paradigma del regalo podría regresar. Sin embargo, no fue un pecado cometido por los seres humanos, ni una deuda que contrajeron, o un acto en el que se solazaban por no dar (no ser obedientes con Dios). Simplemente fue asumir la idea de que había que pagar, el intercambio, que les hizo creer a los humanos que tenían que pagar a cambio. Lamentablemente, como lo enseñó posteriormente la historia, el ‘pago’ de Cristo no invalidó el paradigma del intercambio, aunque él ‘per-donara.’

Pagar por los pecados de la humanidad fue un intercambio, aunque el sacrificio de la vida de Cristo haya sido, tal vez, un intento de enseñar el modelo del regalo en una situación de escasez de justicia y verdadera ausencia de amabilidad. En realidad, muchas mujeres se sacrifican todo el tiempo en situaciones similares, no para pagar por algo sino para satisfacer las necesidades de los que están a su cuidado.

Tal vez, el hecho de que Cristo naciera de la Virgen muestra a Cristo como el hijo del paradigma del regalo, por fuera de la sexualidad genital, y también más allá del ego masculino. Sin embargo, proponer el regalar como surgiendo del modelo masculino es peligroso. Las organizaciones de la Iglesia dedicadas a honrar las enseñanzas de Cristo, instalaron jerarquías religiosas masculadas misóginas, que apoyaron las jerarquías económicas y políticas, invadieron otros territorios y masacraron a los que tenían otras creencias sólo para enseñarles el ‘altruismo.’

Para cambiar de paradigma debemos identificar el paradigma del regalo con las mujeres en general, seguir su liderazgo, y no repetir las estructuras masculadas de uno-muchos que se auto-propagan, engendran jerarquías y promueven la competencia y la dominación. Ciertamente, sobrevalorar la posición de la muestra del concepto del ‘uno’ es una parte importante del problema. Es un elemento del proceso de masculación, que debe ser desarmado para poder volver al paradigma del regalo como norma. Desgraciadamente, tanto la lógica como el aspecto organizacional del Cristianismo, han fusionado la imagen de un dios masculino dador ocupando la posición del ‘uno’ y con las características masculadas de sobrepasar y dominar.

El regalar es continuamente mal interpretado a escala social, y al mismo tiempo pasa desapercibida la modalidad del regalo a escala individual interna. De hecho, el dar regalos internamente no produce sólo una fotografía estática, como lo mencionamos en relación con el homúnculo. A menudo, el regalar internamente está paralizado o se vuelve inconsciente, por la falta de modelos del regalar convalidados externamente. Tal vez los modelos del sacrificio de Cristo y el sacrificio de los santos proveen el contexto que, al menos parcialmente, convalida el regalar individualmente. Sin embargo, al hacer del regalar un sacrificio, y del paradigma del regalo algo propio de santos, en vez de reconocer su existencia en lo que las mujeres y algunos hombres hacen en su vida cotidiana, lo ponemos fuera del alcance de todos.

El Padre Autoritario

 

La religión patriarcal proporciona una serie de imágenes falsas del hombre que regala. El Padre, que supuestamente no abusaría de sus niños, de hecho los expulsó del Jardín del Edén por comerse una manzana. Entonces, como sucede con los padres humanos, requiere que seamos ciegos y neguemos su injusticia. Como modelo de dador de regalos interno y externo, la divinidad da lugar a diversas transgresiones, especialmente en la línea del autoritarismo. ¿Cuántos niños han sufrido abusos en nombre de la voluntad divina, cuánta violencia se ha ejercido sobre ellos en nombre de la santidad de su padre y por necesidad de piedad filial? Realmente, es un error llamar al Dios de estos padres ‘bueno,’ porque la compasión parece estar en un lugar secundario respecto de lo que piensan como la acción correcta—acción que refuerza sus egos masculados. Los hombres primero proyectan sus valores en un Patriarca todopoderoso, luego lo usan para justificar el fortalecimiento de sus egos, juzgando los modos autoritarios como algo bueno.

Cuando cuestionamos la presencia del mal y del sufrimiento en el mundo, nos dicen que está más allá de nuestra comprensión. En realidad, la imagen autoritaria de Dios convalida el patrón abusador en los hombres, pero no convalida la compasión y el cuidar nutricio de las mujeres—porque plantea que el Dios masculino, que también es autoritario, es todo bondad, y no permite una imagen femenina de Dios. Esto es parte de la causa del sufrimiento. Si pensamos que no lo podemos entender, solo alimentamos nuestra negación del abuso. Existe un tabú respecto a pensar que nuestro concepto de Dios puede ser la causa de que los hombres masculados continúen causando sufrimiento.

De manera similar, las madres se niegan a reconocer el abuso que sus maridos están perpetrando sobre sus hijos, manteniendo su fe en el lado bueno del esposo, y en la ‘insondable voluntad de Dios.’ Esto hace que permitan el abuso, y al hacerlo se convierten en cómplices. De esta manera, la imagen del que regala es asimilada a la imagen del ego autoritario o es femenina y débil, cuidando al hombre, y a lo sumo, intercediendo ante él, como la Virgen María, suplicando humildemente por su niño ante la Autoridad masculina.

Mientras tanto, el niño que ella está criando es, en realidad, la autoridad masculina en miniatura. Entonces, nuestra Madre interna, se transforma en pequeñas iniciativas internas orientadas al otro, o en ineficientes remordimientos de conciencia, o un tira y afloje con nuestra voluntad masculada de poder. Descalificamos su intermediación a favor de otros como una actitud compasiva poco realista, simples reacciones de un corazón que sufre. Si logra despertar en nosotros un momento de orientación al otro, el crédito se lo damos al Buen Padre, al ‘caritativo’ ego masculado. Tal vez podríamos terminar con esta imagen ilusoria del padre y optar por María como modelo. Tendríamos que cambiar la imagen que tenemos de ella, redirigiendo su orientación al otro lejos de la obediencia y de la intermediación, hacia el empoderamiento nutricio de la humanidad y del planeta—en especial de las mujeres y de los niños. En tiempos recientes, el movimiento de espiritualidad de las mujeres nos ha devuelto muchas imágenes femeninas de la Divinidad, como diosas dadoras de regalos que también son poderosas.

 

El Santo Grial y la alquimia

El Santo Grial es la fuente gratuita de la abundancia. El Grial, la copa, es también simbólicamente, la cornucopia o la matriz. Tal vez el aspecto espiritual de esa historia sobre esos héroes que fueron en busca del cáliz de la Última Cena, nos vuelve a decir que el problema no es biológico, sino social. El Grial no es un objeto material, es una lógica, una manera de organizar nuestro comportamiento económico. El Grial es el paradigma del regalo. No es un objeto físico—no es la matriz, no es la vagina, ni el pecho, ni el pene, no es un cuerno ni una espada, ni un cáliz ni una cuchilla—sino que es el rechazo de alinear mal al microcosmos y al macrocosmos. Es el rechazo a realizar el giro hacia la estructura artificial del intercambio y su ego, ahí donde deberían estar la abundancia y los cuidados nutricios. El Santo Grial es el regalo que regala, el regalo del paradigma del regalo que todos recibimos de nuestra madre—lo único que tenemos que hacer para recibirlo nuevamente, por fin, es superar nuestros complejos infantiles y nuestros malentendidos masculados del lenguaje y la vida.

Esta interpretación social del Santo Grial, puede sostenerse interpretando la práctica de la alquimia en términos marxistas. Cualquier mercancía podría convertirse en equivalente general socialmente elegido, dinero, aunque solo el oro lo consiguió de hecho. La alquimia, en realidad, planteaba una pregunta acerca de una preferencia social. El transformar metales pesados en oro, es la proyección física del problema, “¿Cómo se hace para que algo se convierta en dinero?” Esta pregunta nos hace retroceder a la pregunta, “¿Cómo se hace para que un niño se convierta en hombre?” o, “¿Cómo se hace para que una parte del cuerpo se convierta en pene, la marca de la categoría ‘masculina?’” o a la pregunta que está más oculta aun, “¿Cómo se convierte una parte del cuerpo en vagina, en matriz, en pechos, productores de vida y cuidados nutricios?” y, “¿Cómo pueden la vagina y los pechos convertirse en la ‘muestra?’”

Tanto la alquimia como la historia del Santo Grial expresan aspectos del problema social de la masculación en el plano económico. Hemos visto como la posición de muestra es un atributo social y no una cualidad que le corresponda a los objetos materiales en sí mismos. El valor especial del oro no viene del metal mismo; más bien es una cualidad social, procedente del uso del oro como equivalente general en el intercambio—por su valor de muestra.

Podríamos asignar socialmente ese rol a piezas de plomo especialmente diseñadas, como se ha hecho con el papel impreso. La relativa escasez del oro lo convirtió en un medio funcional para el intercambio. Esa escasez relativa también es posible por la limitada cantidad de papel moneda que se imprime. Fácilmente podríamos imprimir pedazos de plomo, pero serían pesados para llevar en los bolsillos. La ironía está en que si los alquimistas hubiesen logrado transformar el plomo en oro, habría tal cantidad de oro que ya no serviría como equivalente general, y el propósito de la transformación se habría perdido.

De hecho, la transformación de los metales pesados en oro ha sucedido. El único elemento que no ha entrado en el proceso es la identidad física material del plomo, ni del oro. En la transformación, la identidad física de los elementos a transformar era irrelevante. Lo que era esencial era la similitud entre los artículos usados como dinero material (billetes, monedas, etc.) y su producción en una cantidad limitada. Esto permitió su uso social como equivalente general. Por último, el plomo que tenía importancia era el plomo de imprenta, el que se usa para imprimir papel moneda. La preferencia por el oro o por el papel moneda como equivalente general se debe a diversos factores sociales e históricos. El hecho de que elijamos un objeto como muestra de valor económico se debe a la masculación y a su expresión psicoeconómica en el intercambio.

La búsqueda del Santo Grial nos muestra un problema similar: es la búsqueda de un cambio en el nivel equivocado. El objeto físico, el grial, no es la fuente de la abundancia. Tampoco lo es la matriz, como equivalente simbólico de la copa. Aunque la matriz nos remite a la idea de la madre, y el tan ansiado Grial nos evoca la idea de un objeto privilegiado, la solución al rompecabezas no está en encontrar el objeto, o en contemplar la matriz, ni en darles a los hombres un útero o castrarlos (dándoles una ‘vagina’ provocándoles una herida). Tampoco la respuesta está en la búsqueda misma.

Más bien la respuesta está en el cambio de planos, de lo físico y metafísico, a lo social y psicológico. Si comprendemos y desmantelamos el proceso social de la masculación podemos devolver el modelo de la madre a todos, procurando una economía nutricia (una cornucopia social o un grial), que dará satisfacción, con abundancia, a las necesidades de todos. Una economía nutricia no requeriría de modificaciones en los cuerpos de hombres y mujeres—nada de castración ni de agregar partes a un cuerpo que originalmente no las tenía. Solo se necesitaría un cambio en nuestra interpretación de esas diferencias, junto al desmantelamiento de sus proyecciones económicas, sociales y psicológicas. Nos hemos visto forzados a buscar el origen de todo bien porque no estamos haciendo la pregunta (correcta)—la pregunta correcta no era, “¿De qué sufre el caballero?” aunque traía a colación el tema de la castración en su conexión con la búsqueda del regalar. (De hecho, la pregunta se parece mucho a nuestro saludo, “¿Cómo está usted?” saludo que podría potencialmente iniciar una interacción comunicativa.)

La pregunta que ellos y nosotros nos deberíamos haber hecho es, “¿Cómo podemos proveer abundancia para todos?” Y la respuesta, entonces y ahora, hubiera sido simbólicamente el Grial, “Sigan el modelo de la madre nutricia y dadora de vida.” La pregunta final de Percival: “¿A quién le sirve el Grial?” es similar a la pregunta, “¿Para quién es?” que está en la base de la escisión entre regalar e intercambiar. ¿Es para el otro o para el ego, para el presente o para el futuro Martín Pescador o para Dios? ¿O le podríamos aplicar al Grial la contestación que Marx dio acerca de la pregunta del lenguaje, y ver su infinita creatividad en la lógica que tiende al otro en la socialización humana, la lógica que da un paso extra: “Para otros, y, por lo tanto, realmente también para mí?”

En un libro reciente sobre el Santo Grial, Graham Phillips establece una conexión entre el romance francés medieval, La Folie Perceval con el Tarot, y en especial con la carta de la ‘Papesa’ (la figura de una mujer en la posición papal uno-muchos). Phillips también hace una tentativa de identificación del Grial con el Evangelio Secreto de Tomás Dídimus, cuya copia completa fue hallada supuestamente en Egipto en 1945. Una sección del texto que él cita parece estar relacionada con el modelo de la madre y la liberación de la masculación:

“Jesús vio a unos niños que eran amamantados y les dijo a sus discípulos, ‘Estos niños que son amamantados son como aquellos que entran en el Reino de Dios.’ Ellos le dijeron, ‘¿Entonces nosotros siendo niños entraremos en el Reino de Dios?’ Y Jesús les dijo, ‘Cuando hacen de dos uno, y cuando hacen de lo de adentro lo de afuera y lo de afuera lo de adentro, y lo de arriba lo de abajo, y cuando unen lo masculino y lo femenino en uno solo, de tal manera que el masculino no sea masculino ni el femenino sea femenino, cuando hacen que el ojo esté en el lugar del ojo, y la mano en el lugar de la mano, y el pie en el lugar del pie, y la imagen en el lugar de la imagen, entonces ustedes sí podrán entrar en el Reino de Dios.”

Algunos de los elementos de este pasaje evocan la restauración del modelo de la madre nutricia, especialmente la unidad no masculada de lo femenino y lo masculino, y el modelo del pecho. La unidad de los opuestos, y el retorno de la sustitución de cosas por cosas, tal vez sean una transposición de co-municación material.

El hombre que cuida

 

La transustancialización a través de definir o de nombrar, “Éste es mi cuerpo. Ésta es mi sangre,” realmente comprueba el punto de la alquimia. Dios o Cristo como muestras del concepto de humanidad, transforma el pan y el vino en la muestra (de sí mismo). Como la muestra del hombre que cuida, él se convierte a sí mismo en comida y bebida. La transustancialización demuestra el poder de la definición, como también lo hace la masculación. El efecto de nombrar no es físico, como podría serlo en un milagro (convertir agua en vino), sino social. El Santo Grial, el símbolo de la madre, es el lugar para hacer un hombre que cuida, reformando e interpretando de nuevo el mecanismo social de nombrar, en especial el nombrar género. La sus-tancia es solo comprensión.

Tal vez, en el sacramento de la Iglesia se le presta más atención a la característica de muestra del proceso de la transustancialización que al carácter material del pan y del vino. Del pan y del vino materiales sólo tenemos que pasar al carácter de muestra de Dios y no a otro material físico. Y Dios es la “forma humana divina,” una idea social que sigue el proceso de otras ideas sociales, ya sea que ella o él existan o no.

La ‘transustancialización’ se parece mucho al intercambio o a la masculación. Es un cambio en el estado de algo, un cambio que tiene lugar al relacionarlo con una palabra nueva como nombre. La ‘muestra de muestras’ nombra (y señala algo) como eso mismo, y el sacerdote repite el proceso. Si el Dios masculino es el Uno equivalente general, al convertirse él mismo en alimento, transforma tanto esta materia en muestra, y hace a la muestra masculina material nutricio. La ‘hostia’ es, después de todo, sólo una degustación, una prueba, una muestra. Al mismo tiempo que el pan y el vino se convierten en cuerpo y sangre, el modelo cambia de lo masculino a lo femenino, del dominio al cuidado nutricio—y éste es realmente el sabor de un mundo mejor, a pesar de encontrarse oculto dentro del tabernáculo de la religión patriarcal autoritaria.

La forma simbólica del Grial coincide con sus contenidos, transponiendo un sacrificio real en uno simbólico, dando un regalo que es fácil de dar (pan y vino) en lugar de un regalo que no se puede hacer (cuerpo y sangre). Entonces, los curas hombres tienen algo que dar, con sus palabras que se parecen mucho a las madres nutricias, hacen de modelos del dar gratis. Los sacerdotes, en el ritual, a través de las palabras, “Éste es mi cuerpo, ésta es mi sangre,” supuestamente cambian la sustancia de las cosas, pan y vino. Cambiando nuestras palabras de género, podríamos cambiar la sustancia (la comprensión) de los hombres y convertirlos en cuidadores. La Comunión apunta al humano sin género, oculto dentro del modelo del hombre que cuida.

Lo que necesitamos ahora es la restauración del modelo de la mujer que cuida. Cualquiera de los dos modelos, o ambos, deben servir para cambiar el sistema masculado, para el cual el sacrificio es funcional. Con ese cambio crearemos un sistema en el que podremos compartir, local y globalmente, comida de verdad y no simbólica, transformando así la realidad. Comprenderemos a las palabras como la fuerza de lo colectivo para transformar nuestro entendimiento, y a los ‘unos’ como elementos de nuestro proceso conceptual, liberando el espíritu del patriarcado.

El sacrificio humano

 

En la actualidad gastamos nuestra riqueza en cosas que no satisfacen nuestras necesidades para incentivar a la economía, y por lo tanto, damos nuestros regalos de valor a la economía misma en vez de darnos unos a otros. El desperdicio y la destrucción de productos crean escasez. Por consiguiente, los precios suben porque los bienes no se acumulan y por lo tanto no crean abundancia, lo que haría innecesario todo el sistema. Los que participan como vendedores en el proceso de crear necesidades artificiales falsas y desechos, reciben grandes recompensas a cambio de sus esfuerzos. No sólo reciben los regalos de la plus valía de los productores locales y del exterior (y el tema del diferencial de la tasa cambiaria hace que el conjunto de la economía de un país les dé al conjunto de la economía de otro país y además a los agentes económicos individuales de ese otro país), sino que reciben los regalos que permanecen en la sombra de todas las necesidades que se mantienen sin satisfacer porque no se deja aumentar la abundancia.

La teoría del ‘derrame’ no se concreta porque no se permite que la copa, que podría haber sido el Grial, se llene o se derrame. Los regalos se escurren a través de una rajadura en el fondo, en forma de residuos. Mientras tanto, las necesidades insatisfechas de millones de personas, incluyendo a los cuarenta mil niños que mueren diariamente a nivel mundial por hambre y enfermedades evitables, son, en realidad, sacrificios humanos que les dan valor a las ‘necesidades’ del mercado libre. Los sacrificios humanos rituales que perpetuaban la sociedad piramidal de los antiguos Mayas, involucraban la muerte de unos pocos a la vista de los muchos. Tal vez, después de todo, los Mayas eran más compasivos y conscientes que nosotros.

Sacrificamos millones de vidas humanas para crear la escasez necesaria para que nuestro sistema funcione, para mantener las pirámides sociales, las jerarquías, las cadenas ascendentes de regalos y las cadenas descendentes de definiciones y mandatos masculados. Pero estos sacrificios, para muchos de nosotros ocurren en ‘otro lado.’ Los regalos que se nos dan son invisibles, y si acaso se ven, la conexión que tienen con nuestra economía no es reconocida. Las rebeliones en ‘otros lados’ son reprimidas con gran cantidad de armamento, cuya manufactura desvía energía y dinero hacia los medios de destrucción, y les trae más ganancias a los que los producen y los venden, mientras saquean aun más la tienda de los bienes que servirían para nutrir .

En el ‘Primer Mundo,’ cuando miramos las fotografías de los hambrientos y los lisiados de otros países (o del otro lado del cerco), atribuimos su condición a las calamidades locales ya sea de la naturaleza o de la ‘naturaleza humana.’ Sin embargo, puesto que en un sistema alternativo, en la abundancia, su situación podría ser otra, sus muertes —que son consecuencia del sistema de escasez creado artificialmente y del exceso de regalos que nos dan— otorgan valor a nuestro sistema al darle lugar. Nuestro propio bienestar parece provenir de la buena fortuna localizada, o porque lo ‘merecemos,’ y negamos cualquier transferencia de riqueza y de valor hacia nosotros, desde otros países y desde otras clases.

La civilización Maya terminó; los sacrificios humanos ya no se realizan. Se ha especulado mucho acerca de la causa de su aparente fin abrupto. Se han sugerido como causas la sequía, las enfermedades, la conquista. Yo prefiero creer que alguien cambió su posición-comprensión y dijo las palabras sagradas, “Esto no funciona. No lo hagamos más.” Entonces todo el grupo, en un gran acto civilizado, decidió volver al campo, para vivir en paz con sus seres queridos, renunciando a atribuir valor a la pirámide haciendo sacrificios humanos, dando bienes y obedeciendo. Nosotros podríamos hacer lo mismo.

Los Mayas sacrificaban al ‘uno’ como un regalo en la co-municación material con los dioses, quienes supuestamente les darían, a cambio, regalos de abundancia. Se extraía sangre de la lengua (la palabra) y del pene (la ‘marca’ de la posición del uno) del rey. Como sucedía en muchas culturas, los Mayas sacrificaban al ‘uno’ privilegiado, como representante del grupo.

Ahora sacrificamos la vida de millones, no a los dioses, no como representantes, sino para darle valor al sistema masculado, al que percibimos como de cuidado, nuestra fuente natural y única de vida. El valor cultural que damos a la ganancia y a la riqueza también es dado por el sacrificio de niños y madres en el futuro, puesto que sus medios para nutrirse están siendo destruidos a través de la degradación del medio ambiente. El cáncer, debido a la radiación nuclear y a los químicos dañinos, ataca el símbolo del regalar en las madres, los pechos. En Estados Unidos hay una epidemia, se prevé que una de cada ocho mujeres desarrollará cáncer de pecho.

En realidad, casi la mitad de la población desarrollará algún tipo de cáncer. La enfermedad también ataca la ‘marca’ de la masculación, cáncer de próstata, e incluso la cantidad de esperma. En años recientes, especialmente entre los hombres blancos, la cantidad de esperma ha disminuido considerablemente, y se presume que se debe a causas ambientales. Al no cuestionar los informes incompletos que los defensores del mercado libre, como la Sociedad Americana del Cáncer y la Asociación Médica Americana, emiten sobre las causas del cáncer, sacrificamos nuestros pechos, sacrificamos nuestra capacidad de reproducción, y hasta nuestras vidas, para darle valor a la economía del intercambio. La radiación nuclear cancerígena y los químicos tóxicos, que las industrias del mercado libre depositan en el medio ambiente, se mantienen invisibles y continúan acumulándose y su abundancia se vuelve permanente, mientras escasean los recursos necesarios para sustentar la vida.

Aquellos que intentan curar las enfermedades subsisten gracias al sistema, del que reciben los medios para vivir, y le agradecen y le dan crédito, lo que hace poco probable que lo consideren causante del cáncer. Igual que las mujeres que sobrevaloran la masculación, les dan valor a los mismos procesos que crean el problema mientras al mismo tiempo tratan de cuidar a los individuos que han sido afectados por esos procesos. El sistema no es sólo un marido caritativo, a veces rudo, al que debemos valorar y seguir, reduciendo el daño; es un mecanismo riesgoso que debemos reconocer, entender y desmantelar paso a paso, de manera de no destruir a todos los que están cerca.

Si hacemos esto, cambiaremos nuestra conciencia y empezaremos a dar valor, no al intercambio sino a las necesidades de todos y a su satisfacción en todos los niveles. Dejaríamos de sacrificarnos, de sacrificar a nuestros niños y niñas, y a los billones de seres humanos desconocidos que mantenemos y mantienen nuestro sistema piramidal, y dirigiríamos nuestros regalos para co-municarnos con todos, en la abundancia. Podemos empezar por poner al Santo Grial de moda para toda la sociedad, la cornucopia de la co-municación, diciendo las palabras sagradas de la transustancialización, cambiando nuestra comprensión social: “Detengamos ahora esta devastación.”

Tal vez el escudo espacial de la La guerra de las estrellas actuaba de escudo entre el intercambio y el regalar, haciéndolo a un meta nivel (arriba) en el espacio. La metáfora del meta se llevó tan lejos, se gastaron millones de dólares, porque sencillamente no entendemos lo que estamos haciendo.

De hecho, la relación de Dios, María y José, y Jesús es una reminiscencia de las sociedades en las que el hermano de la madre (una persona que no tiene relaciones sexuales con la madre) asume el rol paternal para el niño.

El Grial (o la copa de la abundancia) es el opuesto simbólico del ‘cap’ (tapa) del cap-italismo.

Dr. Graham Phillips, The Search for the Holy Grail, Arrow Books, Random House, London, 1996. pp. 170-171. El Dr. Graham Phillips manifiesta que ha encontrado el artefacto material que era el Santo Grial.

La idea Cristiana no era nueva. Por ejemplo, en la tradición de la gran diosa, el dios hijo-sol Dionisio en sus formas múltiples fue también comido ritualmente. “Como un Dios de la Vegetación él fue sacrificado ritualmente, generalmente en un árbol (prototipo de la cruz subsecuente). Su piel fue comida como pan, su sangre bebida como vino…” de Monica Sjoo y Barbara Mor, La Gran Madre Cósmica: Redescubriendo la Religión de la Tierra. San Francisco, Harper and Row, 1987, p.121.

Es impresionante que la bomba que fue dejada caer en Hiroshima fue llamada “Niñito.” El nombre “El Niño” también indica a muchos niveles la fuente de nuestros problemas climáticos.